Capítulo 8: lección 2, placer oral.

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Mientras estábamos inmersos en ese encuentro apasionado en la cocina, nuestras mentes y cuerpos se entregaron por completo a la intensidad del momento. Cada beso, cada caricia, parecía avivar la conexión entre Tessa y yo.

Tessa estaba nerviosa por la posibilidad de ser descubiertos en medio de nuestra intimidad en la cocina, así que decidí llevarla al estudio, un lugar apartado y tranquilo de la casa. Mientras caminábamos tomados de la mano, sentí su ansiedad y la apreté suavemente para transmitirle calma.

El estudio se encontraba en la planta baja de la mansión, alejado de las áreas más concurridas. Sabía que allí no seríamos interrumpidos y podríamos tener un espacio íntimo para nosotros solos. Al abrir la puerta del estudio, la conduje dentro y cerré suavemente detrás de nosotros.

El ambiente estaba lleno de libros, muebles cómodos y una tenue iluminación que creaba una atmósfera acogedora. Nos encontrábamos solos, lejos de las miradas indiscretas, y eso nos brindaba una sensación de seguridad y libertad.

Tessa miró a su alrededor, tomando conciencia del entorno tranquilo y privado que habíamos encontrado. Su mirada se encontró con la mía, y en ese instante supe que ambos compartimos el deseo de explorar más allá.

Volví a besar a Tessa con pasión, y ella respondió entregándose por completo a mí. Nuestros labios se encontraban en un baile apasionado, mientras mis manos acariciaban su suave piel. Estábamos en ese espacio seguro y privado del estudio, donde nadie nos interrumpiría, y eso nos permitía explorarnos sin restricciones.

Con cada beso y caricia, el deseo crecía entre nosotros. Sin prisas, fui despojando a Tessa de sus prendas, dejando su cuerpo expuesto ante mis ojos ansiosos. Cada centímetro de su piel era un lienzo que yo deseaba recorrer y admirar.

Mis labios continuaron su recorrido por su cuello, sus hombros y su pecho, mientras mis manos exploraban sus contornos con devoción. Cada contacto generaba una chispa eléctrica que recorría nuestros cuerpos, avivando el fuego que ardía en nuestro interior.

Mientras mis manos y mis besos exploraban el cuerpo de Tessa, me atreví a hacerle una pregunta audaz. Le pregunté si había experimentado por sí misma, si se había auto-complacido, tal como le había enseñado esa noche en su habitación.

Las palabras salieron de mi boca entre susurros, mezcladas con el deseo y la pasión que nos envolvía. Quería saber si había explorado su propio placer, si se había entregado a sí misma de la misma manera en la que yo la estaba haciendo vibrar en ese momento.

Tessa se quedó en silencio por un instante, sus ojos se encontraron con los míos, cargados de curiosidad y anhelo. Luego, con una voz suave y un atisbo de rubor en sus mejillas, confesó que lo había estado haciendo todas las noches seguidas a nuestro encuentro y tímidamente me dijo que lo hacía pensando en mí.

Cuando supe que ella se complacía pensando en mí, sentí una mezcla de satisfacción y curiosidad. Saber que era parte de sus fantasías más íntimas me excitaba aún más. Sin embargo, no quería solo ser un espectador de su placer, quería ser parte activa de ese éxtasis que ella experimentaba.

La besé apasionadamente, dejando claro mi deseo de explorar juntos ese camino de auto-placer. Le pedí que me enseñara cómo lo hacía, quería aprender de sus movimientos y sus formas de tocarse para poder ofrecerle algo nuevo y único que nos brindara placer a ambos.

Tessa sonrió con una mirada traviesa y aceptó mi propuesta. Nos adentramos en un terreno íntimo y sensual, donde ella se convirtió en mi guía. Con cada caricia y cada suspiro, aprendí de sus gestos y respuestas, descubriendo sus puntos más sensibles y las formas en las que ella alcanzaba su clímax.

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