Capítulo 3. Ingenua.

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Ahora que estoy sola todo se siente diferente. Hay muchas miradas sobre mí y ya me estoy arrepintiendo de haberme vestido con algo tan llamativo. No pasó por mi cabeza que Christian se volviera un imbécil, de verdad pensé que esta noche sería un punto de inflexión entre nosotros. No porque yo pretenda tener algo con él, porque ya conozco las consecuencias de eso, era más por el hecho de que podía forjarse una amistad duradera.

«Christian es más de lo que está dispuesto a aceptar».

Pero ni modo, ya no hay vuelta atrás. Él se fue y por lo que pude ver, no demoró en buscar compañía. Dos morenas despampanantes no dudaron en acercarse y a él, no le costó aceptarlas y rodearlas por la cintura.

Con un resoplido me abro camino para salir de la casa. Entre nuevos empujones logro llegar a la puerta trasera, que conecta con un inmenso patio. Con mirada curiosa, observo todo a mi alrededor. Hay pocas personas en esta área, al parecer, son la minoría los que prefieren quedarse apartados y disfrutar de la música desde lejos, mientras comparten y beben con sus amigos. Una cancha de baloncesto, un minigolf, un gimnasio ecológico y una alberca, que por puro milagro se mantiene vacía; son las principales áreas que logro delimitar.

Bajo los tres escalones y me encamino hacia una mesa que está vacía, un poco separada de los demás. Paso por el lado de un grupo de más o menos diez personas, entre chicas y chicos. Algunos posan su mirada sobre mí e incluso, silban con aprobación; pero yo continúo mi camino un poco cohibida. Risas, gritos y algarabía, dejo atrás antes de tomar asiento.

En silencio y pensativa, tomo lo que queda de mi bebida. Antes de salir de la casa tuve la idea de rellenar mi vaso, pero pensé en las palabras de Christian y decidí que sería mejor no tomar nada; por precaución. No es como que tenga a alguien que me ayude si resulta que bebo más de lo normal.

Al recordar nuestra tonta discusión y los motivos que nos llevaron a ese punto, resoplo; pero ya no hay nada que hacer. De la forma más estúpida aprendí de sus reacciones.

—Hola. Eres Andrea, ¿verdad?

Me volteo al escuchar una voz suave y varonil. Mi pulso se acelera porque no me di cuenta que alguien se había acercado y al parecer, me conoce. Al levantar la mirada, me quedo boquiabierta.

—Sí, lo eres —responde el chico a su misma pregunta y extiende una sonrisa radiante de dientes blancos.

Entrecierro los ojos, porque ya se me está haciendo demasiado común que estos sexys hombres me reconozcan y yo no comprenda el motivo. Primero, Christian Anderson y, ahora, su hermano.

—Tú eres Connor Anderson —aseguro, luego de recuperar la voz.

La sonrisa de antes se vuelve más intensa y asiente.

Por unos segundos me quedo mirándolo. Christian y él se parecen mucho físicamente. Cualquiera que no los conozca, podría decir que son gemelos; pero no lo son. Connor es el hermano mayor de Christian, aunque solo se llevan un año.

—¿Puedo sentarme? —pregunta y me saca de mis pensamientos. Al ver mi expresión dudosa, porque no entiendo las razones de que quiera acompañarme, rasca su cabeza y se observa medio nervioso—. Disculpa que sea entrometido, pero estás sola, se te nota que algo te sucede y como quiera que sea, nos conocemos... aunque no nos conocemos. Si es que eso tiene sentido. —Hace una mueca extraña con su rostro; una mezcla de nerviosismo con vergüenza, por sus palabras sin sentido.

Sin embargo, me río. Porque sí que tiene algo de sentido. Asiento, mientras señalo la silla que queda del otro lado de la mesa que ocupo. Espero a que tome asiento para hacerle la pregunta que deseo.

—¿De qué me conoces? —Es imposible que yo evite ese tema. Desde Christian me cayó la duda.

—Eres la hermana de Leo, imposible no reconocerte —dice—. Todos los del sexo masculino de Santa Marta saben quién eres.

SOLO UN PARA SIEMPRE [Trilogía Destinados 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora