Con seguridad, camino al mostrador, llevo el vestido en una mano y la tarjeta en la otra. Al acercarme, veo a Christian recostado a la mesa de cristal que exhibe algunas joyas y otros complementos. Sus brazos están cruzados y apoyados por completo en la mesa. El pullover gris que lleva ajusta sus mangas a sus tonificados bíceps y marca cada músculo definido de su espalda y hombros. Por unos segundos, la boca se me hace agua al verlo de perfil; sus labios suaves y gruesos me recuerdan todo lo que sentí mientras hacían de las suyas en ciertas partes de mi cuerpo. Pero todo se desploma cuando sonríe para la chica que antes me atendió. Siento un calor rabioso subir por mi pecho al ver cómo ella coquetea sin parar, con un dedo enroscando algunos mechones de su cabello negro y sus dientes mordiendo su labio inferior cada dos segundos.
«Más obvia no puede ser la muy tonta».
Enfurecida, al ver que él no deja de sonreír y mirar su pronunciado escote, camino hasta llegar a su lado. Carraspeo y la chica se sobresalta.
«Ni siquiera me vio llegar». Ruedo los ojos.
Por otro lado, Chris no se inmuta. Gira su cabeza con lentitud hasta mirarme de frente, lo que me demuestra que él ya estaba al tanto de mi presencia.
«Cabrón».
—¿Lo llevará, señorita? —pregunta la chica con actitud profesional. La miro seria y asiento. Le extiendo la tarjeta y ella la toma—. Ahora vuelvo, voy a buscar una bolsa.
Se aleja con paso rápido, como si no pretendiera perder tiempo y continuar a solas con su conquista del día. Nos deja solos, pero yo finjo que tengo cosas mejores que hacer. No lo miro, aunque siento su mirada sobre mí. Hasta que no aguanto más y me volteo, molesta.
—¿Qué coño miras? —Alzo una ceja inquisidora.
Chris se incorpora de su posición inclinada y sonríe calculador.
—Quisiera que fuera el tuyo —dice, a la vez que mete sus manos en los bolsillos de sus jeans. Me atraganto con mi propia saliva cuando entiendo el doble significado de lo que dije y, cuando su sonrisa se acentúa, sé que soltará otra cosa peor—. Me quedé con ganas.
«Este tipo no tiene límites». Continúo tosiendo, para recuperarme.
—Serás… —intento hablar.
—Puedes decir cualquier cosa, Andie, pero sabes que así es.
Su expresión cambia, ya no es burla. Está hablando en serio. Algo dentro de mí se enciende ante eso. Tal vez exista todavía alguna posibilidad…
«No», interrumpo mis propios pensamientos. Si alguno de los dos hace una propuesta, esa seré yo.
—Yo, ya no sé nada. —Christian pretende replicar, pero la dependiente se acerca y me enfoco en ella, para entregarle el vestido y que lo guarde en la bolsa.
La chica pasa mi tarjeta para cobrar el vestido y yo le hago un gesto a mis amigas para que vengan ya. Ellas andaban mirando en otras secciones de moda, para dejarnos a Christian y a mí interactuar a solas.
Cuando la chica me entrega la bolsa y la tarjeta, le agradezco y doy la vuelta, para irme. Pero cuando he dado dos pasos, se me ocurre una idea y vuelvo sobre ellos.
—Christian, ¿me harías un favor?
Mi pregunta, más el tono que utilizo, lo ponen en sobre aviso. Me mira con los ojos entrecerrados y asiente. No le dirige ni una mirada a la chica, que ahora nos observa confusa.
—¿Puedes darle un recado a tu hermano?
Aprieta la mandíbula, eso lo puedo notar al instante. Me fulmina con la mirada y me doy cuenta que ahora la bola está sobre mi tejado. No asiente, pero igual se lo doy. Soy así de perra.
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SOLO UN PARA SIEMPRE [Trilogía Destinados 3]
Romance¿Es verdad eso que dicen que las experiencias del primer amor no se olvidan nunca? Digo, porque debe existir una razón para que a estas alturas me siga afectando aquello que viví hace tantos años. Algo que explique, por qué los hechos que me llevaro...