De una estocada me penetra y ambos perdemos el aliento en ese mismo instante. Se queda un segundo tranquilo, no se mueve para que yo pueda acostumbrarme a su invasión; que debo decir, es una invasión bastante grande y gruesa. Siento mi piel apretarse a su alrededor y necesito sostenerme a sus fuertes y anchos hombros, para no desfallecer de placer. La sensación de tenerlo dentro de mí es...exquisita.
Y justo como él quería y como yo se lo pedí, me folla sin cansancio.
Entra y sale de mí sin cuidado, a veces lento, a veces rápido. Nuestros cuerpos chocan una y otra vez a un ritmo frenético. Mi respiración es errática y mis gemidos salen de mí, sin poder detenerlos. Christian aprieta fuerte sus dedos contra mi piel y esa presión, me provoca un dulce dolor que aumenta mi placer. Cada vez más profundo, cada vez más certero.
De él, salen jadeos y gruñidos roncos. Sus ojos se mueven desde los míos hasta la parte más unida entre los dos, para luego cerrarlos cuando el placer exquisito lo invade. Yo me sostengo ahora a su espalda tensa, marcada con músculos impresionantes. Su boca baja a mi cuello y chupa, muerde y besa cada pedacito, con cada nueva estocada. Todos mis sentidos están a su merced y las percepciones son infinitas, vienen por todos lados. Afinco mis talones en sus nalgas y mis uñas arañan la piel morena de su espalda y hombros.
—Dame más —exijo, cuando siento un delicioso temblor comenzar a formarse en mi interior.
Mis palabras lo estimulan y sin perder tiempo, pasa sus brazos por debajo de mis muslos y me levanta del sofá. Sosteniendo todo mi peso en el aire, continúa su frenesí. Me abrazo a su cuello y pego mi cuerpo al suyo para que no pierda el equilibrio. Así lo siento más profundo, más directo a ese punto dentro de mi intimidad que clama por su llegada.
—¿Así? ¿Te gusta duro, Andrea? —gruñe, despiadado. Pero no espera respuesta, arrecia sus movimientos y yo me abandono a lo que estoy sintiendo.
Porque sí, me gusta que me lo haga duro y sin contemplaciones.
Mi respuesta a su arrebato, son gritos y gemidos intensos, que le dejan saber lo cerca que estoy de correrme a su alrededor.
—Estoy cerca, Andie. Dámelo ya.
El susurro áspero de su voz y su petición, me hacen explotar. Me abandono al temblor inminente de mi cuerpo y me corro como nunca antes lo he hecho. Sus movimientos se apuran y un segundo después, siento que su miembro palpita en mi interior, cuando él también lo hace.
Camina hasta el sofá, conmigo recostada a su pecho. Esta vez, es Christian quien se acomoda y yo, me quedo sentada a horcajadas sobre él; con cuidado, sale de mí y se quita el condón. Nuestros rostros quedan a la misma altura y apoyo mi frente en la suya para recuperar la respiración, mientras nos miramos a los ojos. Siento algo extraño removerse en mi pecho ante la mirada que Christian me da, pero intento silenciar cualquier sentimiento que no sea deseo y ganas de disfrutar sin compromisos.
Poco a poco, en su rostro se dibuja una sonrisa; de esas que harían mojar mis bragas si las tuviera puestas. Me separo un poco y acomodo mis manos a cada lado de su cabeza, contra el material suave del sofá. Correspondo su gesto, mostrando con mi sonrisa lo satisfecha que quedé con este primer encuentro.
—Andrea... —comienza, pero se detiene.
Sus manos van otra vez a mis caderas y se cuelan por debajo del vestido que aún traigo puesto. Dibuja trazos ininteligibles con la yema de sus dedos, mientras me mira pensativo. Supongo que está valorando si decirme o no lo que quería.
—¿Qué? —pregunto, cuando veo que se mantiene en silencio.
Él continúa acariciando mi piel, desde mis caderas hasta mi cintura y un tramo corto de mis muslos. Sonríe otra vez y entrecierra sus ojos, a la vez que debajo de mí, su erección despierta otra vez.
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SOLO UN PARA SIEMPRE [Trilogía Destinados 3]
Romance¿Es verdad eso que dicen que las experiencias del primer amor no se olvidan nunca? Digo, porque debe existir una razón para que a estas alturas me siga afectando aquello que viví hace tantos años. Algo que explique, por qué los hechos que me llevaro...