SINOPSIS

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En ese último día de verano, cuando Ámandine me confesó con lágrimas lo que sentía, unos pétalos blancos entraron por la ventana junto a la luz del atardecer, angelizando su expresión femenina que antes me había parecido la de un demonio.

Hace mucho tiempo, la ciencia y la tecnología lograron superar las barreras físicas de la muerte. Los investigadores de la genética descubrieron la forma de alterar hasta cierto punto nuestras células y adn. Los cambios fueron solo detalles mínimos, pero de una importancia tal que las vidas de todo ser humano cambiaron para siempre, y también la misma civilización.

Nuestros cuerpos, anteriormente sangrantes y quebradizos, se volvieron prácticamente indestructibles. Nuestra piel que antes era cortada por cuchillos y uñas afiladas, se volvió impenetrable incluso para los cohetes de las bazucas. Nuestros huesos que antes podían romperse con un martillazo, ahora son inquebrantables incluso frente al derrumbe de un edificio.

Pero el progreso más importante fue sin duda el de poner un límite al envejecimiento celular, haciendo que nuestras células, a partir de los sesenta años, continúen regenerándose una y otra vez con una humilde vitalidad hasta el infinito.

Sin embargo, hay una cosa que la tecnología no ha podido superar, y que sigue siendo la piedra angular que regula el comportamiento de la mayoría mundial. La existencia del dolor provoca tanto pavor en la gente como lo provocó alguna vez el envejecimiento y la olvidada muerte. Aunque nuestra piel sea impenetrable, si recibe la puñalada de un cuchillo o el balazo de una pistola, el dolor es tan tremendo que, dependiendo de la zona afectada, cualquiera podría terminar inconsciente.

Pero la inconsciencia no es ni de cerca lo más temido en mi mundo moderno. Esto es algo que ni la ciencia ni la tecnología han podido solucionar, por más que han pregonado su enorme superioridad práctica en aportes a la humanidad. Incluso en un mundo de gente inmortal, lleno de vida, sin sangre ni huesos rotos, la maldad y la injusticia siguen acosando a la humanidad de manera tan implacable como antes lo hacía el envejecimiento y la muerte.

En mi ciudad natal, ubicada en un enorme continente sureño, los robos con intimidación, los secuestros y las violaciones son el pan de cada día. En las calles abundan las pandillas, que luchan incesantemente a balazos y cuchillazos con tal de ganar barrios y territorio, para así dominar el negocio de las drogas, la prostitución y otros comercios de camuflaje, como la venta de armas, comida rápida y el arriendo inmobiliario.

De alguna manera la gente corriente convive con toda esta depravación criminal. Se levantan temprano por la mañana, van a sus escuelas y trabajos según su horario y edad, toman buses o viajan en auto, comen en locales o carritos, y van al supermercado. Un equilibrio extraño pero delicado que existe de forma absurda en esta parte del mundo.

Pero hay una cosa que es incluso más preocupante que el crimen. Por muy inmortal que se haya vuelto la sociedad, ésta sigue siendo altamente competitiva e injusta. Aquellos que no rindan lo suficiente en sus escuelas y trabajos, sin excepción, son expulsados de la sociedad moderna y van a parar a las ciudades industriales, donde son esclavizados en trabajos altamente exigentes y absolutamente denigrantes, sirviendo a los intereses de un mundo tecnológico que a estas alturas se volvió imparable.

Yo nací y me crie en este mundo, hijo de un frío líder pandillero, hermano menor de un cruel pandillero, amigo de un chico valiente que me mostró el buen camino, y actualmente soy estudiante de primer año de la escuela superior. Y de alguna manera tendré que graduarme, en este mundo lleno de competencia, crimen y dilemas morales, para no acabar expulsado y esclavizado, y así ganarme la libertad de vivir y trabajar eternamente en las ciudades modernas.

En la escuela superior, la seis mil trescientos trece, conocería a mis mejores amigos, a mis peores y más infernales enemigos, a la chica de mis sueños y a la chica de mis pesadillas, y también al amor de mi vida, la chica más buena, fuerte y valiente que he conocido, y por quien tomaría la decisión más difícil de toda mi existencia.

Aun así, por muy bonito que suene, todo esto formaría parte de algo mucho más grande y colosal, pues lo cierto es que la mayoría de cosas que sabía de mi mundo, en realidad son mentira.


«🔹GRACIAS POR LLEGAR HASTA AQUÍ🔹»

Bueno, así pensé en comenzar la historia. ¿Qué les pareció? Recuerden que recibo toda clase de opiniones y sugerencias, pues lo que estaré publicando será el borrador, que tiempo después editaré hasta llegar a la versión final. ¡Y ahora vamos con la pregunta interactiva!

¿Qué te aterraría más en un mundo sin muerte? ¿Que te roben, que te secuestren, que te entierren bajo tierra, u otra cosa?

¡TE INVITO A COMENTAR AL RESPECTO!

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SOLO UNO: Un Mundo sin MUERTE donde Todos Compiten para SALVARSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora