C.1 En busca de paz

335 27 3
                                    

Draco despertó como cada mañana envuelto en sus mantas. Gruñó por tener que levantarse.

Hubo algún tiempo en donde odiaba tener que dormir y deseaba que un nuevo día comience con muchas ansias, pero ahora le cuesta abrir los ojos, ya que se duerme cada noche deseando no volver a despertar. Si su psicómago pudiera leer sus pensamientos, él ya estaría encerrado en algún centro mental, pero eso no podría importarle menos. Sentía que merecía todo lo malo luego de haber escogido el camino equivocado.

¿Pero realmente había escogido? ¿Tenía opción?

El rubio sabe que quizá sí existía otra alternativa, pero en el momento de tomar la decisión sintió que era lo mejor para su madre y creía que así podría protegerla.

Hizo lo que tenía que hacer y las consecuencias lo atormentarían durante lo que le resta de vida, pero no se arrepentía.

Agradece en verdad que Minerva sea la directora ahora. Ella es mucho mejor que Dumbledore y se preocupa por todos sus estudiantes. Tanto que ella fue quien declaró que todos los afectados por la guerra hicieran terapia. Porque ella sabe que algunas heridas no pueden curarse solo con un hechizo.

La parte más difícil del asunto fue convencer a los estudiantes de asistir a las sesiones. Lo más "gracioso" según Draco, es que quienes más la necesitaban, se negaban a realizar la terapia alegando que se encontraban en buen estado. Minerva no insistió, jamás los obligaría a nada. Ya eran adultos después de todo. Sin embargo, la mujer quedo sorprendida cuando Harry Potter decidió asistir voluntariamente. Nadie sabe que lo llevo a aceptar. Y mucho menos nadie sabe por qué Draco Malfoy accedió a ir después de que él lo hiciera. Por las razones que fueran, McGonagall, estaba feliz de que ellos buscarán ayuda.

El ojiplata no sabría decir si ir a terapia le servía de algo o no. No se había atrevido a hablar mucho. A pesar de que en la mirada del psicómago jamás encontró rastros de pena o prejuicio alguno. Él lo veia como un paciente más y eso lo relajaba, pero no lo suficiente como para contarle sus sentimientos y oscuros pensamientos. Si bien vivía constantemente recordando el pasado, no se atrevía a hablar de él.

A pesar de todo, como cada jueves después de desayunar, se dirigió a la oficina de McGonagall donde el psicómago debería estar esperándolo. Y así fue.

Como en cada sesión, saludo al hombre frente a él con educación y este hizo lo mismo. Luego comenzaron las preguntas "básicas" que muchas veces no supo como responder.

—¿Cómo se siente, señor Malfoy? —le pregunto el profesional. Draco detesta ser llamado señor Malfoy, pero jamás lo corrige.

¿Qué como se siente? Como una completa mierda.

—Estoy bien de salud —rescato el joven. Al menos no mintió como otras veces—. Solo existo.

La pluma del psicómago comenzó a escribir en una libreta. Siempre le da curiosidad saber que escribe. Se ha estado esforzando en no revelar mucha información, pero jamás detiene a la pluma.

—Señor Malfoy, ¿qué me dice de las noches? ¿Duerme bien? Sé que para algunas personas esto ha sido difícil últimamente. ¿Qué me dice usted?

Las noches sin duda son mejor que el día, pero su mente jamás descansa. Piensa tanto que a veces le duele la cabeza. No se tranquiliza sino hasta que se obliga a dormir. Nadie tiene que saber que utiliza una poción para esto.

—Son buenas, señor —respondió—. Tengo un buen descanso.

El hombre soltó un largo suspiro. Por supuesto, sabía que le mentía. Como siempre. Lo delataban sus piernas que se movían de forma ansiosa y el hecho de que nunca lo miraba a los ojos al responder.

Los chicos que no tenían opción Donde viven las historias. Descúbrelo ahora