C.3 Gracias a ti

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Nuevamente, era jueves y como siempre Harry tenía sus sesiones con el psicómago asignado por McGonagall.

A él en verdad se le dificulta hablar con el profesional. En cada sesión está dispuesto a aportar un poco para poder ser ayudado, pero cada vez que intenta abrir la boca comienza a llorar y termina disculpándose entre sollozos. El hombre jamás le dice nada, espera a que se calme con paciencia y hasta le ofrece una taza de café. Le hace las preguntas habituales que Harry si logra responder, pero cuando llegan a la pregunta importante el llanto regresa.

—¿Cómo te sientes, Harry?

Quisiera poder responderle, pero no sabe qué decir. Hay tantas cosas en su mente. Quiere contarle que siente culpa por las tantas perdidas en la batalla, decir lo mucho que extraña a su padrino y a sus padres a pesar de no haberlos conocido. Pero no puede.

—Está bien, Harry, no voy a presionarte. Hablarás cuando estés listo —murmura el psicómago mientras la pluma a su lado escribe rápidamente en la libreta—. Puedes contarme acerca de tus noches, ¿cómo estás durmiendo?

Potter se quita las lágrimas y juega con sus manos.

—Bueno, la verdad es que no duermo muy bien. Pero en las noches me siento mejor que durante el día —confiesa—. Me siento en paz.

El profesional sabía que no podía sacarle más información por el momento, así que lo dejo ir. Le estaba costando bastante llegar a algo con Harry Potter al igual que con Draco Malfoy, ninguno de los dos estaba dispuesto a hablar aún de lo que los atormenta. Sus mentes controlan sus palabras.

Harry, caminó muy rápido, salió de la oficina y fue directo al jardín. Se sentó bajo un árbol y se permitió soltar sus sentimientos. Todo el dolor se iba con cada lágrima, pero regresaba con cada recuerdo que guarda en su memoria.

—¿En verdad soy el único que podía hacer algo? —se preguntó entre lágrimas—. Solo quería tener una vida tranquila y una familia —se lamentó.

Le quema el alma saber que desde siempre ha sido la esperanza de todo el mundo mágico. Todos esperaban algo de él sin siquiera conocerlo, solo por un rumor. Cuando la verdad es que él no destruyó a Voldemort la primera vez, fue el amor de su madre quien lo hizo. Ella lo salvó en esa horrible noche donde perdió a James y también la perdió a ella, Sirius fue enviado a Azkabán y él fue enviado al mismo infierno con los Dursley. Y pese a todo ese sufrimiento se mantuvo fuerte. Cuando creyó que todo iba a mejorar al llegar a Hogwarts y al conocer a su verdadera familia, llego la presión que aún carga sobre sus hombros. Conoció el verdadero temor, la traición, el dolor y hasta la muerte. Y ahora todos le dicen que es el Salvador, pero él no se siente así. No importa que tantos halagos reciba, nada quita el vacío que tiene en su alma desde que la guerra acabo.

Le encantaría poder desahogarse con sus mejores amigos, pero piensa que Hermione y Ron merecen estar tranquilos y felices después de todo lo que han pasado. Se los ve bien a ambos y están dispuestos a comenzar una nueva vida juntos. Y Harry no es capaz de molestarlos con sus problemas.

Ya no quiere que nadie más sufra por su culpa.

A veces piensa que lo mejor sería desaparecer. Irse lejos donde nadie pueda encontrarlo, pero piensa en los Weasley y Teddy y sabe que no puede largarse así como así. Siguen siendo su familia y debe estar para ellos.

¿Y quién está para ti?

Ignora ese último pensamiento y corre de regreso al castillo. Por más que quiera no puede seguir salteándose clases. Así que sin importarle su apariencia, entra al salón donde Gryffindor comparte clase con Slytherin. Al entrar recibe muchas miradas, pero solo se enfoca en una. Esta vez detecta curiosidad en esos ojos grises y se le ocurre sonreírle mientras nadie ve, enseguida la mirada se transforma en una de asombro.

Los chicos que no tenían opción Donde viven las historias. Descúbrelo ahora