⛸️ ⋆ O43

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De cara al Neva, con los ojos empañados y ausentes, Jeongin tragaba el desconsuelo que guardaba desde aquel maldito día, intentando unir los pedazos rotos de su vida y darle un sentido a esa supervivencia vacía que llevaba desde que sus pecados le arrebataran a Hyunjin.

El viento golpeaba impiadoso contra su rostro, pero él parecía no sentirlo. Qué fría era aquella ciudad, y sin embargo qué hermosa. Igual que Hyunjin, frío y bello, nieve y fuego, ángel guardián y exterminador... Con un escalofrío recorriéndolo entero elevó sus ojos al cielo, gris y pesado como plomo. ¿Dónde estaba ahora su amado? ¿Podía sonreír y sentir felicidad o le habían quitado ese derecho para siempre, igual que a él? Deseó poder abrazarlo otra vez, aunque más no fuera por un momento, besar sus labios y acariciar su hermoso cuerpo como hizo tantas veces. Pero ya no tenía sentido seguir soñando imposibles.

El cielo era cada vez más gris. La gente caminaba en todas direcciones, enfundados en sus gruesos abrigos y gorros de piel, inmunes ya al lacerante clima de su patria. Almas sin rumbo aparente, cruzándose unas con otras en la inmensidad de aquel espacio, viendo sin mirar. Y Jeongin junto a ellos, ignorado, desangrando su dolor en silencio como si fuera su alma y no su cuerpo la que es tuviera de pie contemplando el río.

No hubiera sido justo culpar a nadie; ni a la pareja de enamorados que caminaba tomados de la mano, ni al anciano que distraído arrojaba migajas a las palomas a unos metros de distancia, ni a la niña que contemplaba contenta el globo rojo que acababa de comprarle su madre. ¿Cómo habrían podido adivinar lo que iba a hacer Jeongin? Ninguno sospechó siquiera que ese muchacho solitario iba a treparse a la protección, colgarse de la baranda y arrojarse a las congeladas aguas sin más preámbulo que una profunda mirada al cielo y un susurro que se llevó el viento.

—Atrápame en tus brazos al llegar, Hyunjin. Has que no sienta el golpe.

El primer grito de alarma reunió a todos mirando al río. Un hueco en la semicongelada superficie evidenciaba el impacto, mientras por debajo el agua se veía agitada, como una gran pecera de cristal, en donde el cuerpo del desafortunado se mecía con las olas chocando una y otra vez contra la sólida superficie del hielo, impidiéndole el retorno o la salida por ningún lado. Los hombres gritaban dando órdenes que ninguno obedecía, las mujeres se lamentaban sosteniendo sus gorros de piel al mirar para abajo, todos siguiendo con la mirada el recorrido de la mancha oscura que se alejaba cada vez más aprisa y que nadie se aprontaba a rescatar. Preguntas como qué, quién y cómo, iban expandiéndose entre los presentes y los que se iban acercando intrigados por la multitud. En pocos minutos todo se volvió un pequeño e inservible caos.

Pero abajo las cosas eran tan distintas...

El tiempo había dejado de existir para Jeongin. No había dolor ni cuestionamientos morales, sólo la conciencia de un frío imposible desbordándole el alma y la espantosa sensación de asfixia oprimiendo sus pulmones, de la muerte arrastrándolo con la corriente en un confuso remolino de aguas turbulentas y la sorda sensación de ser alejado hacia la más profunda oscuridad.

Ninguna luz divina brilló para él en el final de aquel desolado trance, ninguna, excepto el radiante y tangible rostro de Hyunjin... Al fin, allí junto a él, debajo del agua, sujetándolo para bailar juntos la mortal danza del río. Cielo o Infierno, le daba lo mismo. Si podía flotar toda la eternidad junto a su amor, si podía yacer aferrado a su cuello como lo hacía ahora, se daba por satisfecho. No había medida de tiempo para calcular la duración de aquel vals. Estaban allí abrazados y aunque el dolor del pecho ya era insufrible, no le importó.

Pero finalmente todo comenzó a desdibujarse, y entonces lentamente Hyunjin, el agua, el mundo y su conciencia... simplemente desaparecieron.

[...]

sangre sobre hielo ✦ hyuninDonde viven las historias. Descúbrelo ahora