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Wildest dreams, ah-ah, ha

Marcaban las nueve de la noche en el reloj. Todos estaban durmiendo, excepto Ranpo que estaba viendo una película, Louisa que estaba viendo lo que se haría el siguiente día, y Chuuya quien estaba escondiendo su rostro en la almohada de su muy despierto compañero.

Esa noche, Dazai estaba con fiebre y le pidió al chico que se quedara a cuidarlo, pero entre caricias pequeñas y besos traviesos, el pelirrojo terminó puesto en cuatro y escondiendo su rostro en la almohada por el dolor mezclado con placer que le provocaba las embestidas del más alto.

Gemía el nombre del contrario de una forma tan dulce que el chico tenía la mente tan nublada. Sentía que al escucharlo las ganas de embestirlo hasta que se le caiga el pene aumentaban.

— Dazai~ más— Suplicaba. Era vergonzoso estar rogando por algo así, pero sus ganas de correrse eran más fuertes.

— Shh, yo doy las órdenes aquí— Susurró el más alto, pero claramente fue escuchado por el pelirrojo, quien frunció las cejas.

Odiaba recibir órdenes de Dazai pero le prendía el tono con el que se las daba. Era un sentimiento realmente confuso.

Pequeñas lágrimas se escaparon de sus ojos cuando las embestidas se hicieron más fuertes y Dazai comenzaba a darle nalgadas a la par. Sus gemidos ahogados le dolían, pues quería gritar y que todo el set se enterara lo bien que se sentía ser cogido así.

Un jadeo con saliva incluido se escapó de sus labios cuando sintió caliente dentro de él. Dazai se vino dentro, como ya era costumbre.

— Eres un asqueroso. — Dijo finalmente, dándose la vuelta para observar a su amado una vez éste salió de su interior.

— Creo que si no te va bien como actor, definitivamente te contrataría como mi enfermero personal— Bromeó, acercándose a besar suave y de forma lenta los labios contrarios— Me duele todo el cuerpo— Tirándose a lado del chico, siguió— Ya no quiero bañarme para dormir.

— Claro que te va a doler el cuerpo tonto, estabas con fiebre hace un rato.

Chuuya se levantó de la cama una vez las piernas dejaron de temblarle, siendo seguido por una mirada bastante concentrada en su andar.

— Iré a mi tienda para bañarme y de paso te traeré medicina para tu dolor de cuerpo. — Iba a salir pero el contrario lo tomó de la muñeca suavemente.

— No, quédate— Suplicó. — ¿Y si tenemos una segunda ronda? — Propuso con un tono de voz meloso.

— ¿Y correr el riesgo de que te desmayes por la fiebre? Ni loco. — Apesar del agarre y las súplicas, Chuuya salió de la carpa ajena y se dirigió a la suya.

Unos minutos después regresó y notó que el castaño se había quedado dormido. Sin hacer ruido, le colocó un trapo húmedo en la frente y le metió en la boca la pastilla luego de partirla en pedacitos para no atragantarlo.

— Buenas noches, mi vida— Susurró, besando su mejilla derecha y sentándose en el borde de la cama.

Debía cuidar al chico ahora más que nunca, por lo que se quedaría allí esa noche.

***

— Chuuya— Susurraba en su oído, pero como no recibía respuesta alguna volvió a acercarse— Chuuya, levántate.

  Al oír como alguien lo llamaba, el pelirrojo se despertó de golpe, levantando la cabeza y golpeando el mentón del más alto.

—¡Ouch!— Exclamó, masajeando su mentón golpeado.

—¿Dazai?— Preguntó confundido, ¿en qué momento se quedó dormido allí?

— Buenos días— Habló finalmente— Quiero que me acompañes. — Y sin esperar respuesta, sujetó al chico de la mano y se dirigieron afuera de la carpa.

Caminaron hasta alejarse del set. Chuuya había insistido un montón en regresar, pues no había amanecido del todo aún y tenía sueño.

— Por lo menos dime a dónde vamos.

— No.

—Dazai... — Iba a decir algo, como regañandolo por tanto misterio. Él odiaba el misterio, era tonto para calcular ciertas cosas y no captaba con velocidad las señales. Más no dijo nada porque fue interrumpido.

— ¡Llegamos!— Estiró los brazos para señalar el lugar al que lo guió.

Chuuya observó entonces. Nunca en su vida pensó que sus ojos podrían deleitar tremendo paisaje. Estaban al final de la reserva y habían muchos carteles que decían "cuidado", pues una enorme cascada caía frente a ellos. Arriba, el amanecer. De un tono amarillento mezclado con rojo y naranja, era especial el brillo. El sol era la estrella que más iluminaba, pero se tardaba en hacerlo por completo. Iluminaba los sitios por partes.

Era la vista más maravillosa que alguna vez pudo apreciar. Cada vez que el sol iba subiendo le costaba más abrir los ojos para observar aquello. Volteó a mirar al hombre que estaba a su lado, y sus ojos chocaron con algo todavía más hermoso que ese amanecer. Iba a decir algo, pero no quería interrumpir el momento. Adoraba los ojos del castaño y cómo se iluminaban a medida que el viento soplaba y movía sus mechones. Adoraba la postura tan tranquila e imperturbable que adoptó, y como se veía tan frágil estando con él. Ese era Osamu, o al menos un lado del Osamu Dazai que estaba conociendo.

— Me recuerda a nosotros. — Soltó el castaño casi de la nada. No esperó a que Chuuya le preguntara el porqué— Yo soy esta cascada, solo fluyo pero al mismo tiempo siento que estoy quieto en un lugar, esperando por algo que ni yo sé. — Su mirada bajó al suelo, pensativo, para luego de unos segundos sonreírle al pelirrojo— Y tú eres el sol, que me vas iluminando de a poco.

— La cascada es muy grande. — Objetó. — ¿Por qué necesitaría que le ilumine el sol si de todas formas es imponente hasta en la noche?

— No creo que la cascada sea feliz en la oscuridad, sus aguas se ven mejor en la luz del día.

— ¿Y el sol? — Preguntó Chuuya, ya desesperado por no entender a qué quería llegar el castaño.

— El sol no necesita a nadie, Chuuya. Tú no me necesitas a mí. — Suspiró al notar la mirada confundida del más bajo. — El día que nos separemos...

— No— Interrumpió. — No hablemos de eso por favor. — Odiaba pensar siquiera en que ese día llegara.

— El día que nos separemos— Continuó, ignorando lo anterior— Quiero que mires el amanecer y pienses en que eres tú, que estás lejos de la cascada pero que todavía iluminas de a poco todo lo que está a tu alrededor. No necesitas de una simple cascada cuando eres mucho más que eso.

— Dazai... ¿por qué me dices esto de la nada? ¿Por qué estamos aquí para empezar? — Su voz se quebró a pesar de que estaba fingiendo fortaleza.

— Tú sabes que nada dura para siempre.

— Lo sé... pero... — Iba a continuar, cuando unos brazos lo rodearon en un abrazo fuerte que rápidamente correspondió.

Ambos sabían que aquello estaba mal, no podrían ignorar durante mucho tiempo sus faltas, Dazai era el más consciente sobre las consecuencias de hacerlo.

Wildest DreamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora