Capítulo 3: Tentación.

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Gulf quedó inconsciente, desfalleciendo en los brazos del secuestrador. Este, sorprendido por lo fácil que resultó su misión, lo cargó sin miramientos. Al salir del callejón, se topó con una escena desconcertante: un enorme león, plantado en la entrada desierta de esa solitaria calle.

Sin perder tiempo, el secuestrador se convirtió en un ave de rapiña, tratando de escapar dejando a Gulf tirado en el suelo. Mew, quien también se había transformado, deseaba perseguir al secuestrador, pero no podía dejar a Gulf abandonado a su suerte. Así que rápidamente retomó su forma humana y corrió hacia él para comprobar que estuviera bien. Al constatar que sus signos vitales estaban intactos, un suspiro de alivio recorrió su cuerpo.

Al otro día.

Gulf abrió los ojos y contempló el inmenso ventanal que se erguía frente a él, ofreciéndole una hermosa vista de la playa. Sus fosas nasales se impregnaron con el exquisito aroma a mar, y una sonrisa se dibujó en su rostro, creyendo que tal vez ya estaba muerto y aquel era el paraíso. De repente, el sonido de una puerta al abrirse lo sacó de su ensimismamiento, giró la cabeza y se percató de quién entraba en la habitación.

―Te he traído jugo de naranja, hotcakes, café con leche de almendra y un tazón de frutas. Espero que sea de tu agrado ―dijo Mew mientras llevaba el desayuno hacia una mesa y luego se acercaba a Gulf.

Gulf se pellizcó la mejilla y se dio cuenta de que aquello no era un sueño, y mucho menos el paraíso.

―¿Qué hago aquí? ―preguntó con confusión.

—Al parecer, te drogaron para secuestrarte.

En ese instante, Gulf comenzó a sentirse mareado.

—Pero... ¿por qué? —balbuceó, tembloroso.

Mew, con tranquilidad, se sentó a su lado y tomó sus manos para calmarlo al notar que Gulf estaba entrando en estado de shock.

―No te preocupes, estás a salvo. Ya envié a unos amigos a investigar ―respondió Mew en un intento por reconfortarlo.

Extrañamente, Gulf comenzó a sentirse bien al percibir su cálida presencia.

―No hace falta ser muy astuto para darse cuenta de que ese idiota de Polet envió a ese sujeto para asustarme ―murmuró Gulf, rodando los ojos.

Mew guardó silencio, y Gulf, notando su gesto, preguntó:

―¿No crees que fue él?

―No puedo confirmarlo ni negarlo, ya que últimamente hay muchos casos similares de depredadores secuestrando a omegas conejos y venados ―respondió Mew con prudencia.

Aquella revelación sorprendió enormemente a Gulf.

―¡En serio! ¡Qué horror! Necesito avisarle a Mild para que se cuide ―exclamó con preocupación.

Y como si lo hubiera llamado, Mild entró corriendo hacia Gulf y lo abrazó, lanzándolo a la cama. Mew no pudo evitar sonreír ante aquella escena.

―Bueno, los dejo. Ya debería estar en la clínica... ―dijo Mew mientras se alejaba.

Gulf se liberó de los brazos de Mild y se levantó de un salto.

―Gracias por todo, por salvarme ―agradeció Gulf.

Mew le regaló una cálida sonrisa.

―No te preocupes, lo habría hecho cualquiera. Rescatar a lindas criaturitas de las garras de los malhechores está en mi instinto ―afirmó Mew antes de marcharse y cerrar la puerta.

Gulf, al ver que Mew se marchaba, giró todo su cuerpo hacia Mild, quien se encontraba deleitándose olfateando las almohadas como si fuera un cachorro.

El veterinario Y El Lindo ConejitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora