2. Determinación

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Salí del hospital con una urgencia, como si convirtiera mi determinación en algo que casi pudiera tocar. Cada latido de mi corazón retumbaba en mis oídos mientras corría por las calles de la ciudad. Las luces de los edificios y los faroles apenas daban un respiro en la oscuridad de la noche, y el aire cortante me golpeaba con cada paso.

Mis piernas ardían y mi respiración se convertía en un jadeo entrecortado, pero no podía permitirme detenerme. La única cosa que se repetía en mi mente era: “¡Por favor, que esté aquí! ¡Por favor, que esté aquí!” mi desesperación más que un peso que se asentaba en mi pecho con cada respiración.

Pronto llegué al cibercafé mas cercano al hospital, abrí la puerta y esta rechinó con el crujido del hielo que se había formado en el marco debido al frío de la noche. Entré con la esperanza en el pecho, miraba de un lado a otro frenéticamente por el lugar mientras me acercaba al chico que estaba detrás del mostrador, tratando de calmar la desesperación que sentía.

—Disculpa, amigo, ¿Has visto entrar a una chica con cabello largo de color marrón claro y expansiones en las orejas? — pregunté, mi voz cargada de urgencia.

El chico, un joven con auriculares alrededor del cuello y una expresión distraída, negó con la cabeza. Su rostro mostraba confusión y una pizca de preocupación.

—Lo siento, amigo, aquí no ha entrado ninguna chica así — respondió, y una ola de frustración me envolvió. No podía perder tiempo aquí, sentía como si el reloj parecía haberse convertido en mi enemigo.

Salí del cibercafé y me dirigí hacia el siguiente, sintiendo el peso de la noche. La distancia entre cada establecimiento parecía aumentar con cada paso que daba, pero no podía darme el lujo de rendirme. La imagen de Cheryl, sus ojos, y el recuerdo de aquella conversación se mantenían vivas en mi mente, impulsándome a seguir adelante.

En un abrir y cerrar de ojos me encontraba frente al lugar, entre rápidamente y pregunté por Cheryl pero la respuesta fue la misma que en la anterior. Sin más, me dirigí al siguiente cibercafé, uno que conocía tan bien debido el tanto tiempo que había gastado en el pasado.

Tenía la esperanza de que el familiar ambiente podría ofrecerme alguna pista. Cada paso que daba tronaba en el suelo mientras me acercaba, el dolor en mis piernas y el ardor en mis pulmones eran casi insoportables, pero la esperanza de alcanzar a Cheryl me mantenía en movimiento.

Abrí la puerta con un empujón, y el sonido de la campanita que anunciaba mi entrada me hizo sentir un poco más esperanzado. Mis ojos escudriñaban la sala en busca de cualquier señal de su presencia.

—¡Nate! ¡Cuánto tiempo sin verte! — exclamó JD, el dueño del cibercafé y un viejo amigo. Su saludo amistoso y su sonrisa estaban en marcado contraste con la desesperación que sentía, y mi respuesta salió automática.

—Disculpa, JD, pero ahora no tengo tiempo — dije rápidamente con voz entrecortada por la prisa y la ansiedad.

JD, un hombre de mi misma edad siempre con su gorro, barba descuidada y ojos cálidos, frunció el ceño al ver mi estado. Parecía notar la urgencia en mi rostro.

—¿Qué pasa, Nate? ¿Estás bien? — preguntó con preocupación genuina.

Mi corazón palpitaba con fuerza mientras lanzaba la siguiente pregunta:

—¿Has visto a una chica con cabello marrón y expansiones en las orejas? — JD asintió, notando la desesperación en mi rostro.

—Sí, de hecho, entró hace un rato, pero no se quedó mucho tiempo — dijo, encendiendo una pequeña chispa de esperanza dentro de mi.

—¡¿Y dónde está?! — exclamé, la emoción casi me ahoga.

—Tranquilízate, bro. Solo entró para preguntar si teníamos una consola disponible, y le dije que solo teníamos una Play4. Como te dije, salió poco después — explicó JD, intentando calmarme con su tono tranquilo y su habitual manera de hablar.

Mis puños se apretaron, y una mezcla de frustración y desesperación me invadió. La información parecía insuficiente, y el tiempo se deslizaba entre mis dedos.

—¡¿Y qué más?! — pregunté, deseando desesperadamente cualquier información adicional.

—Dijo que iría a otro lugar, eso es todo. Creo que se fue para la izquierda ¿Por qué tanto interés? — inquirió JD, curioso.

No tenía tiempo para darle explicaciones. Lo único que me importaba era encontrar a Cheryl.

—¡Me tengo que ir! Gracias, JD. Me dio gusto verte —, le grité mientras salía apresurado, mis pasos resonando en el aire frío.

Tomé rumbo por donde me señaló JD, y mientras corría por la acera, el dolor en mis piernas y el ardor en mis pulmones eran casi insoportables. La esperanza de alcanzar a Cheryl me mantenía en movimiento, impulsándome a seguir adelante a pesar de mi agotamiento.

Finalmente, al doblar la esquina, vi a Cheryl saliendo del último cibercafé que me quedaba por recorrer. Si no fuera por el agotamiento que sentía, habría sentido mi corazón salirse de mi pecho, la emoción de estar tan cerca de ella era lo que necesitaba mas que nunca.

—¡Cheryl! —, grité con todas mis fuerzas, mi voz apenas audible sobre el sonido de mi respiración agitada.

Afortunadamente, Cheryl me escuchó y se volteó hacia mí. La expresión en su rostro combinaba sorpresa y preocupación al verme en ese estado.

—¿Nate? — Su rostro, siempre sereno, ahora reflejaba una angustia que me hizo sentir aún más culpable.

(¡Solo tengo que cruzar la calle!)

—¡Nate! —, gritó Cheryl alterada, y en ese momento, escuché un impacto violento que me atravesó el cuerpo casi pareciera como el golpe de un rinoceronte embistiéndome.

(¿Me acaban de atropellar?)

El mundo giró y se distorsionó mientras caía al suelo. El dolor era abrumador, pero lo que más me angustiaba era estar tan cerca de Cheryl y al mismo tiempo, tan lejos. Lo último que vi antes de perder el conocimiento fue a Cheryl corriendo frenética hacia mí. Luego, todo se desvaneció en la oscuridad.

Desperté en una camilla, con luces brillantes que me cegaban y el bullicio de voces indistinguibles a mi alrededor. Sentí que me trasladaban a toda prisa a un lugar desconocido, mi mente se movía lentamente mientras intentaba procesar lo que sucedía.

(¡Espera! ¿Eso es un quirófano? ¿Tan mal estoy?)

Giré la cabeza ligeramente y reconocí una silueta familiar: ¡era Cheryl! La ironía no se me escapaba; ahora yo estaba hospitalizado. Vi rostro con una expresión de preocupación y determinación, como si estuviera luchando por mantener la calma en medio del caos.

Inevitablemente, cerré los ojos por el cansancio y, una vez más, la oscuridad me envolvió.

Desperté adolorido en una habitación iluminada por la luz del sol. El canto de los pájaros en los árboles era el único sonido que rompía el silencio. Era un contraste tan fuerte con la agitación que había vivido hace unos momentos. Me sentí desorientado y aturdido, pero una voz familiar rompió el silencio.

—“Cheryl” —, susurré, temiendo que la hubiera perdido.

—Calma, Nate, estoy aquí —, respondió su voz tranquilizante. Su cercanía me trajo un alivio profundo.

—Nate, ¿por qué no te fijaste al cruzar la calle? ¡Casi me da un infarto, idiota! —, me reclamó con voz llena de enojo y preocupación.

Sentí una mezcla de culpa y, extrañamente, una pequeña chispa de felicidad por saber que se preocupaba por mí. Sus palabras, aunque duras, reflejaban un cariño que me reconfortó en medio del dolor.

—Lo siento, Cheryl. Es que, por un momento, sentí que te perdía —, respondí con sinceridad, tratando de justificar mi imprudencia.

—Tontito —, dijo mientras me pellizcaba la mejilla con una sonrisa que, aunque cansada, mostraba un afecto genuino. —Esperemos no volver a pasar por algo así. Solo ten más cuidado, ¿sí, Nate? —

Por Azares Del Destino Trajiste Color A Mi VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora