Capítulo 14 , ;

271 45 9
                                    

Ni siquiera la seda más fina creada tras años de enseñanza y experiencia por las manos del artista más renombrado del planeta podría compararse con el tacto de sus labios.

Fue simplemente explosivo, y se sintió como si por fin se unieran las piezas del puzzle, también como algo que era inevitable. La anticipación por parte de ambas hacía el momento especial y único, y Elisa juró que escuchó a su dama ronronear.

La hizo enloquecer. La inexperiencia de la más joven era destacable, pero no indeseable. Las manos posadas sobre su cuello de manera suave agarraron su mandíbula y cuello para atraerla hasta que sus pelvis conectaron.

Y no se sintió increíble, era simplemente indescriptible. Los labios se unían suavemente, dando lugar a un roce eléctrico que provocaba sensaciones desconocidas para Elisa. Y lo amaba. Sus cuerpos se movían el uno contra el otro como por instinto, deseo.

Apenas abrió su boca, simplemente disfrutando del contacto de sus narices y la calidez de los labios de su abadesa.
Esta succionó su labio inferior con suavidad, provocando un ligero gemido en la chica joven, que se acercó aún más si es que era posible. Sintiendo la cercanía, movía sus labios de forma experimental.

La abadesa le sonrió en la boca mientras agarraba su barbilla; al mismo tiempo que Elisa bajó las manos para apoyarlas en el pecho escotado de Lady Dimitrescu.

Rompió el beso, buscando algo de aire mientras jadeaba, ocultándose un poco en el cuello de la abadesa. Compartieron algo de aire antes de que la cabecilla del convento la mirara.

Y había tantas, pero tantas cosas que decía esa mirada. Si había algo que primaba, era el hambre, pero también había sorpresa por el atrevimiento, quizás algo de ira y sin duda, palabras por decir.

Los ojos de Elisa rogaban por muchas cosas, pero el deseo se abría paso entre todas ellas. Se acercó, vacilante, ya no estaba segura de si la mujer mayor querría continuar el beso.

Cuando vaciló, la abadesa se lanzó a devorarla de nuevo, nada de castidad en este beso. Ambas tenían la boca ligeramente abierta y lucharon suavemente por el mandato, en unas suaves idas y venidas de sus cuerpos.

Sus labios se movieron en un compás impasible, mientras algunos sentimientos enturbiados se asentaban suavemente en el estómago bajo de Elisa.

Alcina se separó para girar suavemente su cabeza y abrió la boca para chupar suavemente los labios de la menor.

Ella lo captó al instante y también abrió ligeramente la boca para darle la bienvenida. Gimió al encuentro de sus lenguas; lo cual provocó un peligroso ronroneo en la garganta de la otra mujer; que, dejando de lado todo, subió a la chica al piano.

Elisa se alejó sin apartar las manos del cuello de su dama para observar el sol en sus ojos; mientras recuperaba la respiración del intenso intercambio.

Ambas se lanzaron de nuevo, y la abadesa arrancó de un tirón suave el velo de la más joven. Su pelo rojo relució bajo la luz del atardecer que se ponía en el horizonte. Dimitrescu hundió sus manos en el cabello bermejo y la otra mujer se volcó en el beso, una lucha entre sus bocas, dulces y dedicadas.

La directora del convento perdió la paciencia y el control. Mordió el labio inferior de Elisa, de modo que sangró, arrancando un pequeño grito de la boca de ella.

El gruñido de Lady Dimitrescu bajó tres tonos cuando succionó la sangre de su Umbra Ignis, saboreando en su boca el líquido metálico, para justo después volver a besar a su chica, lengua por delante, permitiéndole saborear.

Elisa se fundió. Las sensaciones escalaban y no sabía si estaba a la altura. El placer se arremolinaba entre sus piernas mientras se retorcía encima del piano y sentía su propia sangre en su lengua.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Mar 24 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Los juegos del diablo ,;  Lady Dimitrescu x femDonde viven las historias. Descúbrelo ahora