Capítulo 9 , ;

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Después del revelador hecho, Alcina apenas durmió. Claramente, si aquella monja había estado en aquel lugar, fue porque aún estaba llegando al convento, lo cual coincidía con las fechas.

Llevaría a cabo, cuando fuera el momento indicado, un interrogatorio, ya que ahora Elisa probablemente se encontrara en sus aposentos; durmiendo después de aquella intensa sesión.

Después de todo, quizás había llevado todo aquello demasiado lejos. Había deseado no parar, succionar y tocar hasta que el cuerpo estuviera temblando bajo sus pies.

Había deseado follarla, aunque ella misma odiara esa palabra. Tenía sexo cuando solo quería descargar energía y follaba cuando deseaba a alguien hasta la médula.

Quizás por eso no le gustaba follar. Porque después de todo, desear tanto a alguien, solía significar querer protegerlo, y, eventualmente, amarlo. Es posible que por eso se hubiera detenido.

Sentir que algo salía de su control no era bueno. Por eso decidió alejarse un poco. Solo hasta que obtuviera respuestas.

Por eso llamó a Donia, y no fue ella misma, a la mañana siguiente, a llamar a Elisa.

Sin embargo, ella fue la que avisó a Miranda de que volviera a su despacho.

Se sentó en su silla de caoba, que la hacía parecer aún más intimidante, si es que eso era posible. Miranda, en cambio, eligió una silla de color más claro, de terciopelo verde. Probablemente sabía que no era el principal objetivo de aquella conversación.

Elisa estaba tensa. Siempre lo estaba, pensó Alcina; era tan halagador.

La niña era complaciente incluso sin darse cuenta. Probablemente se sintió acorralada. Cerca de las dos mujeres más poderosas religiosamente hablando de Europa, ella era una mosca.

Así que, cuando la madre superiora la pidió que se arrodillara, lo hizo sin dudarlo.

" Dios mío, Alcina, ¿la tienes bajo coacción? Ni siquiera mis sirvientas me obedecen así. "- Río Miranda, tratando de disipar algo de la tensión.

No funcionó. Elisa estaba recta como una tabla y temblaba un poco. No comprendía porque su ama, que la noche anterior la había deseado tanto, ahora la rechazaba con cada fibra de su ser. Lo había notado por el tono en el que le había pedido que se pudiera de rodillas.

"Elisa. "- Musitó la abadesa. " ¿Recuerdas cuando viniste a este convento? "-

La pregunta la sorprendió, por supuesto, sin embargo, no dudó.

" Con claridad, señora. "-

" ¿Cuántos días tardaste en llegar? "-

" Más de doce, Milady. "-

" Muy bien. "- La mayor se levantó, bajo la atenta mirada de la abadesa del umbrella y de su mascota.

Agarró su barbilla con fuerza, arrancando un gemido de dolor. Su boca hizo una mueca, que ella trató de silenciar rápidamente.

Sus uñas estaban clavadas firmemente en su cuello y su mandíbula, lo suficientemente fuerte como para hacerla sangrar.

" Escucha, Umbra Ignis. Hay tres reglas principales en el Luna Lacus. "-

" No robar, no traer hombres, y no mentir, señora"- Esta bien, ahora Elisa estaba realmente asustada. La estaba agrediendo. Podía matarla con una sola palabra. Demonios, esa mujer tenía el suficiente poder como para asesinar a todas las mujeres del convento.

" Sé de mano propia que las dos primeras no serán ningún problema. Pero no dudes que romper alguna de estas reglas supondría tu muerte, querida. "-

Los juegos del diablo ,;  Lady Dimitrescu x femDonde viven las historias. Descúbrelo ahora