Capítulo 12 ,

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Estaba emocionada de por fin poder escribir este capítulo. Por eso me tomé tanto tiempo para premeditarlo.

Quiero que sepan que me debo a todos mis lectores, y a cada uno de vuestros votos y comentarios.

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El viento frío le golpeó el rostro sin piedad, mientras avanzaba hasta el ala Norte del convento, donde había sido citada por la abadesa.

El patio central era enorme, pero aún así, y a pesar del frío que calaba los huesos, Elisa iba justa de tiempo y aquel camino era el atajo.

Sus zapatos planos golpeaban el suelo duro, las baldosas, haciendo eco en lo que parecía ser todo el edificio. ¿ Cómo era posible que no hubiera ninguna otra mujer caminando por el maldito convento?

Finalmente llegó a la habitación nombrada por Donia en nombre de la madre superiora.

La Sala de las estatuas. El primer día que estuvo allí su contenido le había inducido miedo o quizás profundo interés; pero ahora las esculturas de piedra fría y el piano de cola blanca eran familiares.

Un ángel, una cabra sobre sus patas traseras, algo que parecía una antigua diosa griega, una súcubo, un caballero, una bruja, nigromante o maga, y un mendigo.

Recordó la primera vez que estuvo limpiando y ordenando la Sala, mientras trataba de descifrar aquellas estatuas cuyos retratados no lograba comprender a primera vista.

Su estado de tranquilidad absoluta fue arrancado de sus manos cuando la puerta chirriante se abrió de nuevo.

La madre Superiora, alta y digna como siempre, la miraba con cuidado, como si la muchacha fuera a romperse en cualquier momento.

No fue hasta que notó como sus hombros temblaban ligeramente que las palabras tomaron su boca.

-" Estás helada, Elisa, lamento profundamente mi poca sensibilidad. "- Susurró, mientras levantaba su propia capa de sus hombros y los colocaba sobre los de la más joven.

Era una capa fina pero hecha de pelo que calentó su cuerpo casi al instante.

Luego la mujer se sentó en el piano y tocó un par de notas limpiamente, quizás siguiendo una partitura que no pretendía terminar. Elisa observó como el viento movía las hojas de los árboles más allá de la gruesa ventana, antes de emitir un suspiro cansado.

Lady Dimitrescu por supuesto notó el sonido. -" Haz tus preguntas, draga mea"-

-" Cuéntame quien eres realmente. Qué eres. "- Su tono era exigente y serio, crispado por la tensión del momento. Suerte que su señora le daba la espalda.

Pasando por alto la falta de respeto que albergaba el tono de voz, contestó sin duda.

-" Nací de una familia de la baja nobleza del Norte de Rumanía. Tal y como tú. Mi familia me comprometió, sin pedir mi opinión, como era común en ese momento, y lo sigue siendo ahora.

Pero tuve suerte. Una mujer me ofreció una oportunidad. Dejar mi hogar; todo lo que yo conocía, atrás. Acompañarla a la capital de Europa, un joven París renovado y lleno de vida. "-

Suspiró, tensa, quizás recordando sin querer hacerlo, haciendo un esfuerzo por ser arrebatadoramente sincera.

-" Allí me enseñaría las artes que ocupaban las mentes de los hombres. Así que acepté, por supuesto. Cambié mi apellido y huí. No fue fácil pero hice lo necesario por mí.

Estuve siete años y siete meses bajo su tutela. Aprendiendo, cosa que hacía rápido. Tocar el piano, aprender idiomas, aprender sobre medicina, biología, filosofía y política. "- Susurró con cuidado.

Los juegos del diablo ,;  Lady Dimitrescu x femDonde viven las historias. Descúbrelo ahora