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Estaba acomodando mis maletas para irme a la hacienda de los Reyes cuando sentí una mirada sobre mí, al girarme me encuentro con Mario, el nuevo empleado de casi cuarenta años. Pervertido.

—¿Usted que mira?—No pude evitar sonar agresiva.—¿Se le perdió una igual o que?

Él solo sonríe y se va. No durará mucho tiempo aquí.

Segundos después veo a mis padres despidiéndose de Clara Inés, la empleada. La verdad, extrañaré el sazón de esa mujer. Al llegar a la hacienda de mis padrinos y despedirme de mis padres se llegó la hora de instalarme en mi habitación la cual queda justo al lado de la de Erick quien se queda mirándome sorprendido.

—¿Y tú qué haces aquí?—Cuestionó acercándose al marco de la puerta de mi habitación.

—¿No lo sabes?—Saco un poco la cabeza para verlo ya que como estoy acomodando mi ropa en el closet, la puerta de esta me obstruye la vista a la entrada.

—¿Saber qué?—Se sienta en mi cama y yo vuelvo a lo mío.

—Que me quedaré unas semanas aquí.—Lo escucho bufar— No te emociones tanto querido.—Comenté con sarcasmo.

Siento como se levanta de la cama y camina a la puerta, pero no sale sino que la cierra y se acerca a mí cerrando las puertas del closet.

—¿Que quieres, Erick?—Lo miré molesta porque sé que ya va a empezar con sus cosas.

—Besarte...—Contestó buscando mis labios.

—Pues sigue queriendo.—Lo aparto volviendo a hacer mis cosas esperando a que se vaya.

Sus manos me toman de la cintura girándome para que quedemos frente a frente a tal punto que nuestras respiraciones se mezclan gracias a la cercanía de nuestros cuerpos, podría asegurar que siento cada parte de él. Me besa suavemente, algo raro en este hombre que está acostumbrado a la brusquedad en cada acción. Sus manos recorren mi espalda hasta llegar al borde de mi top dónde comienza a trazar dibujos y líneas erizando mi piel.

Sus labios descienden hasta mi clavícula y es ahí donde decidí pararlo antes de que escalara a algo más.

»—Erick, ya—Ordené.—Pueden vernos, además...

Me callé antes de decirle una burrada.

—¿Además que?—Vuelve a acercarse.—No me digas que no te gustaron esos besos, porque claramente escuchaba a tu corazón agitado latiendo por mí.

—Erick, es en serio. ¿Que te pasa?¿Porqué estás así conmigo?¿No me odiabas hace tres semanas?—Lo bombardié con pregunta.

—Primero que nada, odio al inútil de Bernardo, segundo, llevo años esperando el momento en el que te pueda tener justo así.

—Sí, claro. ¿A cuántas más les dices eso?—Lo corto.—Dios Erick, como si no te conociera.—Suspiré porque por años he sentido el rechazo de él hacia mí y justo cuando pienso que los sentimientos que tenía hacia él se esfumaban viene y me sale con esto.—Se que solo te quieres acostar conmigo para después dejar de hablarme. Yo no soy ni seré una más del montón.—Me acerco a la puerta y la abro.—Por favor vete para que pueda terminar.

Él se va a su habitación y yo termino de hacer lo mío. Al bajar para almorzar me siento al lado de Juan David frente a León quien al verme me sonríe.

—Oye hermanito, quién iba a pensar que esa intrusa iba a ser alguien importante.—Erick le comenta a León pero con la intención de que Juanda escuche.

—Imaginate hermanito, esa vieja debe estar tapada en plata.—Le contesta León.

—Para montar un bar en el centro del pueblo, tapada en plata y buen linda que esta—Dice Erick y es esa la razón por la cual no quiero que se me acerque en ese plan de “conquista” que trae últimamente. León chifla y yo solo pongo los ojos en blanco porque ya se que quieren fastidiar a su hermano mayor.—Aunque se comporte como una gata rabiosa, a mí que me aruñe cuando quiera.—Escucho cómo León ruje cómo todo un león.—¿Tú qué opinas?

Pasión De Gavilanes 2 (Erick Reyes)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora