CAPÍTULO 22

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La cara del hombre frente a mí palidece en el instante que escucha salir el nombre de mis labios.

Lo veo tragar en seco antes de removerse en su asiento, visiblemente asustado.

Es obvio que no se lo esperaba.

—¿Q-qué? N-no… —balbucea patéticamente.

Mis hombres entran después de varios minutos, dos de ellos cargan con el objeto que les mandé traer, mientras otro trae en sus manos una bandeja repleta de objetos para tortura con los que pienso jugar.

Lane observa todo con atención una vez lo colocan a su izquierda la nueva silla que han traído especialmente para él y por un momento creo que ha dejado de respirar.

—Me parece que no estás muy cómodo en esa silla, así que mandé a traer una mejor. —explico como si nada estuviese pasando. Como si no estuviese a escasos minutos de experimentar la mayor agonía que acabará por arrebatarle su asquerosa vida.

Sonrío para mis adentros.

«Voy a disfrutar tanto de sus gritos y súplicas»

—¡No puedes hacerme nada! Si me matas, mis hombres vendrán por ti —vocifera, con la voz cargada de odio.

Suelto la carcajada de hace eco en todo el lugar.

—¿Hablas de los mismos hombres que prefirieron entregarte antes que dar la vida por salvarte el culo? —me burlo.

—¡Malditos hijos de pura!

Río de nuevo, satisfecho con lo que mis palabras han hecho en él.

—Eres patético —digo—. Y un total fracaso como líder, pero no te preocupes que yo sabré disciplinarlos.

—No puedes hacer esto, Zack —alega, como último recurso—. No mientras haya respetado el acuerdo ¡Teníamos un acuerdo, maldita sea!

Tenso la mandíbula y todo rastro de burla desaparece en mi sistema.

—Ese acuerdo se fue a la mierda desde el momento en el que decidiste meterte con mi mujer.

Porqué sí, ella es mía, mi mujer. Le pese a quién le pese.

El rostro de Lane se desfigura ante mis palabras.

—No puedes matarme sólo por eso —alega—. Yo no tenía conocimiento de ello. Además…

—Cierra la boca, Josh. —interrumpo su palabrería—. Voy a hacer la pregunta una sola vez y espero respondas rápido y con la verdad. De lo contrario, pues ya sabes lo que te espera.

—Yo no…

—¿Dónde está el Christopher Smith? —lanzó la pregunta, interrumpiéndolo de nuevo.

El hombre niega frenéticamente, cerrando los ojos con fuerza.

—No tengo idea de qué estás hablando. —responde con voz temblorosa. Es muy obvio que está aterrado de su destino.

—Recuerda que sólo haría la pregunta una vez, Josh.

Acto seguido, mis hombres lo desatan con agilidad y lo ponen de pie con brusquedad y sin darle tiempo a nada lo llevan hasta la silla metálica llena de púas del mismo material.

Se ven como pequeños alfileres a la espera de perforar cada capa de piel de quien tenga el lamentable infortunio de reposar sobre ellos.

—No lo hagas, maldita sea —está a punto de echarse a llorar—. ¡Diles que me suelten!

Miró a mis hombres y les doy un asentimiento de cabeza como señal para que prosigan con la tarea.

Josh forcejear en un inútil intento por zafarse de los hombres que lo someten.

FUISTE TÚ © [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora