CAPÍTULO 24

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ROSE.

Salgo de la habitación en la que me he dormido y cierro la puerta muy despacio, echo un vistazo al largo pasillo solo para asegurarme de que nadie venga.

Todo está silencioso, y tal parece que todos se han ido, o tal vez aún siguen dormidos, aunque dudo que ese sea el caso, ya que esos sujetos no se ven del tipo de gente a la que se le pegan las sábanas.

De todos modos, decido bajar las escaleras de manera sigilosa hasta la primera planta y así ir en busca de la cocina, ya que ha sido el hambre quien me ha sacado de la cama.

Tardo alrededor de veinte minutos en encontrar la dichosa cocina, ya que, éste lugar es tan condenadamente grande que, estoy segura, me tardaría al menos tres días en recorrerlo por completo. Y no exagero.

Mientras tanto, yo no he parado de maldecir internamente, ya que no tengo ni la más mínima idea del lío en el que estamos metidos, y Alexa es otra que no se ha dignado en explicarme nada.

No pude ir a casa, ya que lo tengo estrictamente prohibido desde que ese chico, Bradley, me sacó del centro comercial.

Cada que lo recuerdo me da un no sé qué, difícil de explicar. Todo se lo he atribuido a los nervios del momento.

¿Y cómo no? Si con lo complicado que fue llamarle a mi madre para decirle que me quedaría con Alexa ya que ella me necesita, y aunque eso no es del todo mentira, y tampoco sería la primera vez que me quedo con ella por días; pero lo peor ha sido tener que convencerla de que se quedara en casa y de que por ningún motivo se aparezca en casa de mis primos, ya que yo me encargaré de todo, aunque no se cómo diablos voy a hacer eso, dada la situación.

Desde esa llamada no he vuelto a contactarla porque al parecer alguien podría intervenir en la línea y eso la pondría en riesgo también a ella, y es lo que menos quiero; por suerte, le dejé en claro que me quedaría incomunicada para que pudiese centrarme en mis primos por completo, lo cual ella aceptó sin rechistar.

A veces me da pesar lo fácil que es engañar a mi madre.

Un suspiro cargado de frustración se me escapa.

Lo de Christopher es otra cosa que no ha dejado de taladrarme la cabeza.

El sonido de varias voces llegan a mis oídos, sacándome de mis cavilaciones.

Lo que me faltaba...

Justo cuando estoy por vertir la leche en el tazón.

Opto por dejar todo en su lugar y volver más tarde por algo de comer, ya que eso de estar rodeada por tantos chicos guapos y peligrosos no me parece una buena idea, porque a uno a veces se le da por hacer estupideces, sobre todo a mí, que viene de familia.

Tomo la caja de cereal que había dejado sobre la encimera y la llevo a la gabeta de dónde la saqué hace un momento, la cual debo decir que está exageradamente alta, por lo cual he tenido que pararme de puntillas para poder dejarla en su lugar.

—¡Genial! Otra rubia —resongan a mi espalda, haciéndome dar un respingo.

Volteo rápidamente y un jadeo escapa de mis labios, descolgándome la mandíbula ante la imagen que aparece frente a mis ojos.

—¿Y qué esperabas? —se burla un chico rubio—. Es la prima de Alexa.

Parpadeo ante sus palabras, intentando ignorar el hecho de que hay seis chicos con el torso desnudo frente a mí.

—Al menos esperaba que fuese pelirroja —resopla un pelinegro, quién reconozco, es el que me asustó.

—Cierra la boca, Nathan —interfiere otro pelinegro—. Mírala, la estás asustando.

FUISTE TÚ © [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora