Lucía

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Lucía me tenía preocupado. Hacía ya demasiado tiempo que llevaba haciéndolo. Desde el día en que mi hermano me robó los diseños de los zapatos, abrió su propia casa de diseño. Desde el día en que la abandonó media hora antes de casarse, desde el día en que ella abortó al hijo que esperaba por un sufrimiento que ni sus entrañas eran capaces de aguantar.

Ella lo había dejado todo por él y a cambio, había recibido nada más que puñaladas. Unas puñaladas que la había dejado lisiada durante más tiempo del que yo había creído pensar.

Desde el día que salió del hospital con una maleta cargada de ropa para un bebé que había nacido muerto, su vida se debió única y exclusivamente a su trabajo. A su trabajo en mi empresa. Un trabajo que realizaba brillantemente pero un trabajo para el que no había nacido. Tiró en el primer contenedor que encontró la mochila con l ropa de mi sobrino y desde ese momento, el orden, el cansancio, la rectitud y el caos empezaron a gobernar su vida. Ella creía que lo hacía bien, que estaba perfecta sin pensar, sin llevar su luto pero nadie alrededor lo veía igual. Tan sólo a mí me dejaba acercarme. Ella me veía como su amigo, no como su cuñado. Ella me veía como un colega, no como una persona que podría llevarle a la felicidad que se merecía. Y aquello dolía.

Por nada del mundo se dejaba ayudar pero cuando vi su nivel de delirio, su nivel de estrés, su enfado al querer ayudarla, su problema con el sueño, me sentí echo una mierda. ¿Cómo no haber sido capaz de ayudarla primero? ¿ Se me había pasado desapercibido hasta el último momento? Suspiré mientras miraba al mar. El mar que siempre me hacía vomitar y que ahora era incapaz hasta de hacerme sentir.

-Señor-llamaron a la puerta-

-Adelante.

-El doctor quiere hablar con usted-una voz de mujer joven a mis espaldas-

-Está bien. Que pase.

-Se encuentra bien-habló la voz del hombre. No me di la vuelta- Necesita reposo y tranquilidad. No está siendo demasiado amable consigo misma y esas cosas pasan factura.

-¿Qué sabes tú de su vida?

Fue ahí cuando me giré, fue ahí cuando lo volví a ver. Su físico era imponente, su rostro aún más pero su mirada hacia mi persona no era ni mucho menos amigable.

-Más de lo que ella misma sabe-contestó altanero- y te doy un consejo para su felicidad. Cuídala de todas las formas posibles porque de lo contrario, tendrás noticias mías.

-¿Qué?

-Has escuchado bien.

No me dio tiempo a reaccionar. Simplemente se fue dejándome aún más pensativo de lo que ya estaba. ¿Qué tendría aquel hombre con Lucía? ¿Lo conocía ella de verdad? Volví a suspirar. Por lo menos Lucía estaba durmiendo. Ella descansaba. Yo sólo tenía que hacerla feliz.

¿Quién eres tú?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora