-Libera tu dolor, Lucía-me susurró al oído con una voz casi hipnótica-derrama todas las lagrimas que tengas que derramar, echa fuera todos los sentimientos negativos y deshazte de ellos porque te prometo que, después de ello, serás feliz.Le hice caso y, apoyada mi cabeza sobre sus hombros, me liberé de cada trauma que había acontecido en mi vida. Desde la pérdida de mi madre, pasando por la de mi hijo,los años de soledad y trabajo, el ataque y la última confesión de Lucas. ¡Ojalá sea cierto! Ojalá pueda ser feliz en esta vida.
-¿Qué te pasa, Lucía?-Kal me preguntó por la mañana temprano-
Había tenido la consideración de quedarse a dormir a mi lado, sentado sobre una butaca, haciéndome el favor de darme la mano. Me imagino que, por la postura, hubiese pasado una noche de perros pero no sé quejó en ningún momento ni me dejó sola ni un sólo segundo.
-¿Quieres acostarte en la cama? Me refiero-aclaré al ver lo mal que sonaba la propuesta- Llevas toda la noche ahí sentado y no sé, me duele ver qué estés incómodo. Debería habértelo dicho antes pero....
-Estoy bien-afirmó- He dormido en posturas peores a lo largo de mi vida. Intuyo preocupación en tí. ¿Qué es lo que te pasa?
Me incorporé para sentarme sobre la cama. Él tenía razón. Tras la confesión de Lucas, había pasado por mi mente la idea de dejar el trabajo y también Madrid de paso. Llevaba demasiados años allí, comenzaba a agobiarme y por no decir lo incómodo que sería volver a trabajar con mi amigo.
-Creo que necesito un cambio de aires, Kal. Vine aquí a vivir por un error que cometí hace años y no me quedó otra que sobrevivir como pude en esta ciudad. Tuve suerte de que Lucas, mi ex cuñado, me diese una nueva oportunidad pero, si miró atrás, veo que esta ciudad solo me ha traído sufrimiento. No siempre-añadí al ver un halo de tristeza en su rostro- También te conocí a tí aquí- un rubor recorrió mi rostro. Me daba vergüenza confesar algo tan íntimo-
Él me miró. En sus ojos parecía que había demasiado sentimiento de tristeza, no sé, como si se hubiese contagiado de mi propio sufrimiento. No me había dado cuenta hasta ese momento de que en sus ojos, a veces, podían verse los sentimientos de los demás. Era una empatía innata, algo difícil de explicar y difícil de encajar con él. Tan serio, tan arrogante a veces.
-¿A dónde quieres ir?-preguntó al rato-
-No lo sé. ¿ Dónde se es feliz, Kal?
-Eso nunca se sabe, me temo. Vine a Madrid, a esta ciudad de locos, a una conferencia de médicos y te encontré a tí. Podría pensar que mi lugar idílico, feliz, fuese Creta pero me di cuenta de que no, de que no importan los lugares sino las personas.
-¿Perdón?-parpadeé-
-Ahora mismo estoy aquí. Tú me lo pediste, tú lo necesitas pero, de no haber querido, no lo hubiese hecho. Lo que quiero decir, es que me encuentro bien a tu lado. No sé dónde tú podrías ser feliz pero yo lo seré si estoy contigo.
Me quedé petrificada ante tales palabras. A ver, él me gustaba y mucho. Se había portado, en los últimos días, como un auténtico caballero. Nos habíamos besado, casi habíamos hecho el amor, me gustaba, muchísimo pero nunca creí que fuese capaz de dedicarme tan dulces palabras. Nunca creí que fuese capaz de poder gustarle a aquel hombre perfecto de ojos azules.
-Sí crees que me he pasado....-sé excusó -
-Para nada-lo tranquilicé-Yo también me encuentro cómoda a tu lado. Con lo borde que eras al principio...
-¿Qué habíamos dicho del pasado, Lucía?
-Está bien-sonreí a medias- Tienes razón.
-¿Dónde deseas ir?
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¿Quién eres tú?
Roman d'amourElla sufre en completo silencio. Su vida, su trabajo, su nombre, todo es perfectamente normal. Una fachada que usa para evitar que vuelvan a hacerle daño y por la que lucharía contra cualquiera con tal de mantenerla intacta hasta que una serie de su...