SI ME SIENTA BIEN

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Últimamente veo con claridad que voy de desencuentro en desencuentro, aunque reconozco que no tengo ni idea sobre cuál es la causa de este desequilibrio personal.

A veces pienso que soy un personaje, una de esas protagonistas secundarias que sirven para dar luz a los actores principales, haciendo todo lo posible por pasar desapercibida. Me he encasillado en papeles secundarios, porque no me gusta nada el protagonismo. Los focos me molestan, no soporto la intensidad de la luz y siento un calor sofocante cuando presiento que me están apuntando todas las miradas.

Me esfuerzo cada día más para no ser el centro de atención de ningún evento. Rechazo invitaciones de todo tipo, ignoro multitud de propuestas que parecen atractivas, además de las habituales proposiciones indecentes, que aunque suene increíble, todavía no han pasado de moda. Pero aún así, de vez en cuando me veo obligada a levantar la voz. Por ejemplo, en un concurrido restaurante, si me lo propongo, soy capaz de dirigirme al camarero y decirle educadamente:

–Disculpe, esto no es lo que yo había pedido.

Y justo eso ha sucedido hoy, aunque ahora que lo pienso, parece que fue hace mucho tiempo, en algún remoto lugar de cuyo nombre no quiero acordarme.

Visitar mi diario antes de dormir tiene sus ventajas. Por ejemplo, no me da tiempo a reflexionar sobre lo que quiero escribir, porque estoy cansada. También es muy interesante el efecto almohada, es decir, decido activar el modo nocturno, y entonces los recuerdos del día se muestran con una intensidad atenuada, un poquito desenfocados, con falta de nitidez y el volumen más bajo de lo normal. En ese momento comienzo a observar imágenes borrosas, como si fuesen el reflejo de unos cuantos recuerdos muy lejanos.

Habrá quien piense que esto es una forma de ser objetiva, de buscar una cierta perspectiva para entender mejor todo lo que ha sucedido, pero no es así. En realidad es puro cansancio, es la consecuencia directa de tomarme absolutamente todo muy a pecho, como si me fuera la vida en ello, que a veces sí me va, lo reconozco. Y esta actitud tan poco ejemplar, repetida día a día, durante un periodo largo de tiempo, conduce a la extenuación con la que escribo mi diario nocturno.

Me generan desasosiego las comidas de negocios, bien sea con jefes y directivos diversos, o, todavía peor, con algún cliente con ganas de reivindicarse personal, profesional o empresarialmente. Y por desgracia hoy se han juntado las tres vertientes y de repente me he visto rodeada de un elenco de comensales formado por jefes, jefazos y grandes jefes, sentada incómodamente en un reconocido y magnífico restaurante cercano a la oficina. Como salvavidas, tenía al otro lado de la mesa a mi admirada Ire, mi amiga del alma y compañera de fatigas en la empresa. Reconozco que todo es mucho más complicado cuando ella no está.

Bueno, volviendo al restaurante, en realidad sí tiene algo bueno esto de las comidas de empresa y similares: que puedo permitirme saborear platos exquisitos sin pasar por caja. Y como bien sabes, la buena comida, si no tienes que enfrentarte al datáfono, resulta todavía más sabrosa y suele sentar mejor, porque la invitación favorece la digestión.

Sigo con el menú. Resulta que al leer la carta ha reclamado mi atención la merluza gratinada con crema de boletus y queso. Así que me he decidido a probar este plato, que además figuraba entre los recomendados por el chef, es decir, una garantía de éxito para mi paladar. Estaba sintiendo la llamada de la merluza y los boletus, pero no me apetecía nada tomar queso, porque suele sentarme fatal y mi estómago lo tiene declarado como ingrediente non grato, al que hay que evitar a toda costa. Así que me puse seria y un bastante asertiva a la hora de pedir.

–Tomaré merluza gratinada con crema de boletus, pero sin queso, por favor, no puedo tomar queso.

–Por supuesto, sin queso –responde el camarero–, le serviremos la merluza gratinada junto a nuestra deliciosa crema especial boletus, no se preocupe.

FELICIDAD MAYÚSCULADonde viven las historias. Descúbrelo ahora