Hoy ha sido un día extraño.
Me levanté con el pie izquierdo, como siempre, porque es en ese lado de la cama donde está situada la ventana de mi dormitorio. Me gusta abrir esa ventana, mirar y escuchar el ambiente para imaginarme cómo va a ser el día. Cuanto más ajetreo captan mis sentidos, más predispuesta estoy para ponerme en marcha, arreglarme y salir disparada hacia la agencia.
He preparado mi café cortito, ese que en Italia denominan expresso pero que a mí no me sale llamarlo así porque me resulta mucho más simpático el término 'cortito'. Bueno, en realidad soy muy amiga de los diminutivos, tal vez porque la realidad me parece más manejable de este modo. Si salgo a comprar algo que no necesito, intento ver los precios en euritos, en lugar de euros, y así me siento más predispuesta a adquirirlo porque parece que me cuesta menos.
Supongo que influye también la deformación profesional. En publicidad tendemos a exagerar absolutamente todo, intentando lograr que la ficción supere a la realidad, y no al revés. Aquí los detalles son muy importantes porque añaden profundidad y distinción a la idea que queremos vender. La gente no compra un producto, compra la sensación asociada a él, y ese componente emocional está repleto de detalles, como no podía ser de otra manera. Así que fuera de mi actividad profesional, me sucede el fenómeno contrario, le resto trascendencia a todo, y supongo que lo hago para compensar, para lograr el equilibrio en mi vida.
Bueno, así que me he tomado mi cafetito cortito y he salido volando hacia la oficina, con el tiempo justito de saludar al conserje, al gatito de mi vecina y a Martita, la camarera de la cafetería que tengo justo enfrente del edificio en el que vivo. Martita además de camarera es "psicóloga", aunque no cobra por sus terapias. Atiende a un nutrido grupo de pacientes-clientes, entre los que me encuentro. Es un lujo contar con ella al regresar del gimnasio a última hora de la tarde, cuando ya no tengo fuerzas para dar un paso más. Ni siquiera para hablar. Y entonces entras allí y la ves sonriente, dispuesta a escucharte, cuando lleva todo el día sin parar, con un desgaste físico y mental mucho mayor que el mío.
Llego a la agencia y pongo rumbo hacia mi despacho como si fuese un robot, con el piloto automático encendido. El sol se atreve a visitarme a través de las cortinas entreabiertas, llenando mi diminuta oficina con esa luz tenue que siempre resulta adorable. La pantalla del ordenador está encendida y aparecen allí los primeros mensajes. Además de un resumen de todo lo que hicimos ayer, tengo un listado con los asuntos pendientes y las tareas a las que debo enfrentarme a lo largo de la jornada, con la agenda detallada, reuniones, visitas y todas esas cuestiones que preocupan a los que dirigen el negocio, y que a mí me resultan casi intrascendentes.
Bueno, eso es lo que pienso ahora, con el paso del tiempo. Si hubiese escrito esto hace unos años te habría dicho que era un lujo tener tantas obligaciones y tan fantásticamente organizadas y programadas, porque esa dedicación exclusiva era lo que realmente daba sentido a mi vida. Pero ahora lo veo de otra manera, de un modo más relajado. Pienso que no quiero morirme sin haber vivido, y aquí en el trabajo no resulta fácil cumplir tus sueños. Digamos que estamos en libertad condicional, con un montón de requisitos por cumplir, obligaciones que atender, y mucho tiempo que perder. Y yo quiero ser libre. Aspiro a salir pronto de aquí y recuperar mi libertad, mi tiempo, mis ideales, mis compromisos, mis aspiraciones y mis sueños.
Veo que me estoy despistando un poco. Como te decía, en la pantalla de bienvenida también hay un apartado para recordar efemérides, aniversarios y cumpleaños, y por último, un pequeño espacio, en la esquina inferior derecha, reservado para los versos de algún poema breve que sirva de inspiración para comenzar el día poéticamente. El de hoy es gracioso, no puedo negarlo, y me hace sonreír pensando en lo ocurrentes que son algunas mentes privilegiadas, capaces de destilar palabras sugerentes, repletas de significado. No sé si considerarlo un poema, porque tal vez es solo un guiño poético, pero me gusta mucho.
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FELICIDAD MAYÚSCULA
ChickLitAnna es una mujer inquieta, incapaz de conseguir el equilibrio en su vida, empeñada en llenar su diario de experiencias bonitas, en las que no se reflejen sus frustraciones. En esas páginas quiere plasmar cada noche, justo antes de irse a dormir, l...