CAPITULO XIX

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Ya era casi media mañana, no sé en qué momento ayer me quedé dormida tan tranquilamente, cosa que era muy difícil que me sucediera, porque casi siempre era el insomnio o las pesadillas las que no me dejaban dormir. Me di una ducha rápida, me puse unos leggings y una sudadera. Bajé las escaleras y un rico olor invadió mis fosas nasales, como a un chocolate caliente y pan recién tostado. Voy hasta la cocina y me encuentro a mamá Lía sirviendo el desayuno para los gemelos.

- Lis, qué bueno que ya estás despierta. Ven, siéntate a comer junto a los gemelos - voy hasta donde mamá Lía y le doy un beso en la mejilla.

- ¿Ya se fueron a trabajar? - pregunté con la boca llena.

- ¿Quiénes? ¿Tus padres? Sí, desde muy temprano.

- Como siempre - respondí.

- ¿Cómo amanecieron mis gemelos favoritos? - pregunté.

- Bien, ¿y tú Lisa? - preguntó Liam.

- Súper, y tú Max ¿cómo estás? - se acercó a mi oído y susurró- Es que la abuela Lía quiere más a Liam.

- Mi única preferida aquí es Lis- y soltó una sonora carcajada- A todos los quiero muchísimo, tenlo por seguro Max.

- ¿Mamá Lía y tú no vas a comer? - pregunté.

- Ya comí, hija.

- Pero qué rapidez - dije en tono de broma.

- Es que soy muy madrugadora - me guiñó un ojo. Al terminar de comer, recogí los platos y los llevé al fregadero, los lavé y los dejé escurrir. Los gemelos ya habían lavado sus dientes.

- ¿Qué les parece si vamos al parque? - propuso mamá Lía.

- Buena idea.

- ¡Sí, sí! ¡Parque! - gritaron los gemelos al unísono.

Todo con mamá Lía tenía sentido, era todo mucho más fácil. Fui una estúpida al no aceptar aquella vez su propuesta de quedarme a vivir con ella, pero de nada vale lamentarse ahora. Agarré las llaves de la casa, mi celular y emprendimos nuestra caminata al parque.

- Todo por aquí es muy bonito - comentó mamá Lía.

- Sí, me encanta cuando la ciudad está en verano, así logramos un poco librarnos del frío - respondí.

- Tranquila, pronto no tendrás que sufrir por el frío - intento animarme.

- Cierto - sonreí.

Caminamos un par de calles y llegamos a nuestro destino, el parque. Los gemelos rápidamente se soltaron de nuestras manos y fueron a jugar con los demás niños que se encontraban ahí.

- Qué bueno que pasaremos el verano juntas.

- Sí, ¿y cuándo nos vamos a tu casa, mamá Lía?

- ¿Qué tal, un día después de la graduación?

- Me parece perfecto.

- ¿Crees que mis padres estén cuidando bien a los gemelos? - le eché una mirada rápida a los pequeños tormentos.

- Sí, a la única que no supieron cuidar fue a ti. Algún día tus padres te perdonarán, solo espero que cuando lo hagan no sea demasiado tarde.

Me llegó una notificación en el celular y lo saqué, aprovechando que mamá Lía se distrajo viendo a los gemelos. Era un artículo donde me etiquetaron y hablaba sobre mi temida aparición luego de cuatro largos años. No me lo podía creer y se me cayó el móvil al suelo, captando la atención de mamá Lía.

- Lis, ¿estás bien? Estás muy pálida.

- Estoy bien - recogí el móvil y lo guardé.

Seguimos hablando hasta que se hicieron las cinco de la tarde, llamamos a los gemelos y nos dirigimos camino a casa. Pero por desgracia, pasamos justo por una heladería, digo desgracia porque a los gemelos les encantaba.

- Abuela, yo quiero uno - verbalizó Liam.

- Yo también - habló Max.

- Pero, ¿qué quieren?

- Helado.

- Pues venga vamos - y dicho esto fuimos hasta la heladería y pedimos cuatro helados: dos de chocolate, uno de vainilla y otro de fresa.

- Así pasen los años, la fresa siempre será tu favorita - y yo sonreí.

- ¿Y el de ustedes? ¿Cuál es su sabor favorito?

- El chocolate.

Nos acabamos el helado y regresamos a casa. Entreamos y mis papás todavía no habían llegado.

- ¿Tus padres suelen llegar muy tarde?

- Sí - afirmé.

- Voy a preparar la cena, mientras pueden ver una película.

- Sí, buena idea - fui hasta el salón, me senté en el sofá y los gemelos no tardaron en hacer lo mismo.

- ¿Qué quieren ver?

- Caricaturas.

Vimos caricaturas durante un buen rato, luego cenamos y los gemelos se fueron a acostar. Iba a ayudar a mamá Lía a recoger cuando me dijo.

- Lis, anda a dormir, yo luego subo.

- ¿Segura?

– Pues claro, buenas noches – me abrazó y yo se lo correspondí.

– Buenas noches mamá Lía – respondí mientras subía las escaleras.

Entré en la habitación, me puse el pijama, fui hasta el cuarto de baño para cepillarme los dientes. Estuve un buen rato ahí, me enjuagué la boca y me recosté en la cama. Por primera vez después de tanto tiempo, me sentí feliz. Me sentí amada y valorada por alguien de mi familia.

Escudos para el CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora