CAPITULO XLV

11 2 0
                                    

HETH


Estábamos en la sala de reuniones para aclarar cosas pendientes y también para jugar un poco con mis empleados. Tengo muchos y necesito reducir los grupos de trabajo. Mi padre no se encontraba hoy, así que yo era el encargado absoluto de todo, al menos hasta que él llegara.

- Bueno, ¿cuáles son las estadísticas de hoy? -crucé mis manos.

- Aún persisten las llamadas en el celular de la señorita Lis, pero todavía no tenemos ninguna denuncia de presunta desaparición -observó la laptop.

- Perfecto. Es importante que me mantengan informado por si sucede algo.

- Sí, jefe.

- Ahora pregunto con total amabilidad, ¿alguno de los presentes en esta sala desea abandonar esto?

Miré a cada una de las personas presentes. Parecían debatirse sobre la posibilidad de lo que les propuse, se observaban entre ellos sin decir una palabra absoluta.

- Si alguien desea hacerlo, puede levantarse de su silla y formar una fila ordenada -presioné.

Entonces, uno por uno se animaron a formar una fila. Conforme pasaban los minutos, más gente se llenaba de valor para unirse, y realmente los compadecía, pues no sabían lo que les esperaba. Eran alrededor de 20 personas. Detuve a los demás para que no continuaran.

- Así estamos bien. Para finalizar la reunión, saquen el cadáver del sótano. Ha estado allí demasiados días. Cuando H llegue, avísenme con tres de mis hombres, ya que le daremos una gran sorpresa a nuestra Lis. Los demás, vengan conmigo.

Me levanté y salimos de aquella sala. Nos dirigimos a otra sala que era... bueno, pueden imaginarlo. Tenía todas las armas de alta calibre que necesitaba en gran cantidad. Le hice señas a Groomer, mi escolta, para que las alineara en filas mientras yo buscaba mi arma favorita. Groomer me susurró al oído un "listo". Me giré y los miré detenidamente.

- Si, los dejaré libres- cargué el arma- pero libres serán sus almas.

Todos gritaban por sus vidas, sin saber que las paredes de la casa estaban insonorizadas, y sus súplicas no serían escuchadas.

- Para hacer este juego aún más divertido, ¿qué les parece si apagamos las luces? - dije con malicia.

- ¡No! - suplicó uno de ellos.

- Me acaban de dar una buena idea - me llevé una mano al mentón -. ¿Qué tal si les doy cinco segundos para escapar? Mejor. El tiempo comienza ahora.

Sabía que no tenían forma de escapar, ya que todo estaba fuertemente protegido. Me deleitaba viéndolos correr por sus vidas. Contaba los segundos con mis dedos y, cuando el tiempo terminó, apagué las luces. Encendí una pequeña lámpara para iluminar mejor a mis juguetes humanos, como me gustaba llamarlos.

- ¿Dónde están? Esto está demasiado silencioso - murmuré.

Me giré al escuchar pasos y disparé. Un grito resonó a mi derecha en la oscuridad y volví a disparar. Apagué la lámpara para confundirlos. Caminé sigilosamente y seguí disparando sin cesar hacia la nada.

Minutos después, las luces se encendieron nuevamente. La escena que se presentaba no era agradable para muchos, pero para mí era una satisfacción. Había cuerpos baleados por todas partes. Un momento de gloria, como yo lo llamaba.

Me dirijo a la salida y doy órdenes para limpiar la sala sin dejar evidencias. Groomer se acerca y me informa que H me está esperando en su despacho. Subo las escaleras y llego al despacho.

- Has llegado - anuncio.

- ¿Cómo va todo?

- Bastante bien, el día ha estado movido - respondo.

- Ya me enteré. ¿No pensabas dejarme algo?

- Aún queda mucho por hacer, los demás los matas tú.

- Tienes razón, pero asegúrate de hacer las cosas cuando yo esté presente.

- Sé que este secuestro es el más importante de tu vida. Déjame participar en algo, solía encargarme de esto antes - puntualizo.

- ¿Me estás desafiando? No te equivoques, Heth.

- Ahora solo falta que quieras matarme - pongo los ojos en blanco.

- Las ganas no me faltan.

Mi padre tenía que ser.

-Vamos al sótano para ver la sorpresa en 4K.

- Suena prometedor.

Dejo de mirar por la ventana y nos dirigimos a las escaleras. Descendemos, pasamos por el pasadizo y bajamos las escaleras para llegar al dichoso sótano donde Groomer nos espera.

- Jefe, adentro está todo lo que pediste - habló.

- Muy bien.

- ¿Quién le dijo a este que tú eres su jefe si yo soy el supremo? - habló mi padre.

Lo fulminé con la mirada.

- Nunca cambiarás - dije irónicamente.

- Tal vez, cuando esté muerto.

Hice caso omiso y me dediqué a poner el código del sótano. Las puertas se abrieron y Lis estaba durmiendo. Mis hombres ya estaban adentro junto con nuestras sillas, ya que no nos íbamos a perder la emocionante función que estaba por comenzar.

- Padre, te invito a ver una gran película. Vamos a sentarnos en aquellas sillas - señalé hacia atrás, un poco apartadas desde donde tendríamos nuestra vista expectante.

- Esto me emociona.

Nos dirigimos hacia las sillas y cada uno tomó asiento. Miré a mi padre y al asintió.

- Pueden comenzar- dije, dando la orden.

Mis hombres se acercaron rápidamente al colchón y comenzaron a golpearla con fuerza en todas partes. Sin embargo, ella aún no despertaba.

- No tengan compasión- habló mi padre.

Unos de ellos sacó un cuchillo y le cortó la pierna derecha, luego pasó la afilada hoja por su rostro. La sangre brotó rápidamente y ella se quejó de dolor.

- ¡Ah!- abrió los ojos y comenzó a forcejear con ellos, pero eso no resolvió nada.

No tenía fuerzas, estaba debilitada y aún desnuda desde aquel incidente. Mi padre estallaba en carcajadas cada cinco minutos.

- Son unos imbéciles - nos gritó.

- Vaya, la protagonista de esta película es realmente poderosa - se burló mi padre.

No hacían más que torturar a esa pobre chica, dándole latigazos para dejarla marcada de por vida y recordarle quién mandaba de verdad.

- ¡Basta ya con esto! - gritó.

- Esta película es mejor que las del cine - dijo mi padre.

- Estoy de acuerdo contigo.

No podía hacer mucho más que resignarse a recibir golpes y múltiples heridas; estaba toda cortada y ensangrentada, su sangre quedó regada por todos lados, pero todavía le quedaba suficiente para seguir viva.

- Los odio - dijo entre dientes, sintiendo el dolor.

- Espero que te haya gustado mi sorpresa - hablé con una sonrisa de oreja a oreja.

Escudos para el CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora