Capítulo Final

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—Tienes visitas —anuncia una de las enfermeras y me acompaña a un cuarto con sillas y teléfonos rodeado por un vidrio, el lugar me hace recordar a las películas de presidiarios.

Y para mi sorpresa los que están del otro lado del grueso vidrio son mi madre y mi hermano.

—Hola. ¿Cómo están? ¿Cuándo llegaron? —pregunto a través del teléfono, conteniendo las lágrimas.

—Hola hija. Llegamos esta mañana, intentamos llegar al juicio pero se nos hizo imposible.

—Lo entiendo. Siento mucho que hayan tenido que venir hasta acá —suelto al ver la tristeza en sus ojos, ahora rodeados de oscuras ojeras y pequeños surcos que la última vez que nos vimos no estaban ahí.

—Está bien, no debes preocuparte. Lo importante ahora es que te recuperes. ¿Estás comiendo bien? Te ves mucho más delgada.

—Estoy bien. La comida es bastante asquerosa, pero intento comer un poco.

—Vere si me dejan traerte algo.

Alex no dice nada, se mantiene en silencio y me sonríe. Su expresión es extraña, me mira como si les hubiese contado que tenía una enfermedad terminal.

—Eva, tuve tanto miedo, me imaginaba tantas cosas ¿Cómo te tratan? —se anima a preguntarme por fin.

—Bien, pero quiero irme. Es injusto que yo esté aquí encerrada mientras el verdadero asesino sigue libre.

—Haremos lo posible para sacarte de aquí —asegura con una sonrisa que no le llega a los ojos.

—Mamá, habla con Blanca, pregúntale por qué mintió. Por qué conspiró con esa gente en mi contra.

—Hay hija —dice y rompe en llanto.

—¿Qué pasa? Mamá no llores. Todo estará bien, es solo un malentendido.

—¿No recuerdas lo que pasó en Argentina? —me pregunta y sorbe por la nariz.

—Mamá para ya —la corta Alex.

—¿De qué hablas? —le pregunto.

—De la denuncia que te hizo ese cantante y que luego levantó gracias a mis suplicas y al tratamiento psicológico que prometí que tendrías.

—Sí, pero eso no tiene nada que ver con esto. Él era mi novio y cuando lo vi con otra la golpeé. Cualquiera hubiese hecho lo mismo en mi lugar.

—Él ni siquiera te conocía Eva —dice bajando tanto la voz que casi no logro oírla.

—¡Qué dices! Claro que me conocía.

—Perdóname hija, no tendría que haber tomado a la ligera tus problemas. Como madre me costo entender que mi niña estaba enferma. Perdóname —repite entre sollozos.

—¡Estás con ellos! ¡Mentirosa! Por eso papá nos dejó porque sos una maldita hija de puta —grito y golpeo la mesa con los puños cerrados.

—Tranquilízate Eva —me exige Alex con los ojos muy abiertos.

Dos enfermeros entran como un tornado, me sostienen mientras mis pies no dejan de patear. Intento resistirme, los araño y pateo pero son demasiado fuertes. 

Mi desesperación me domina y muerdo a uno de ellos en el brazo para que me suelte, logro zafarme pero el otro enfermero me abraza con fuerza por detrás, me inmoviliza e inyecta algo que me quema el cuello, no sé qué es lo que me hizo pero de inmediato mis movimientos se vuelven más lentos. 

Puedo ver a mi madre boquiabierta con una mano apoyada sobre el grueso vidrio que nos separa, mientras los enfermeros me arrastran con fuerza.

—Fue real —susurro y antes de cerrar los ojos y la veo asentir con la cabeza.

Han pasado unos días desde que vi a mi familia. Y las palabras de mi madre aún dan vueltas en mi cabeza.

Hoy tengo la sesión de hipnoterapia. 

Me recuesto retorciendo los dedos nerviosa y el doctor Li se acomoda frente a mi en su asiento.

—Cierra tus ojos Eva —le hago caso—. Haz un recorrido imaginario desde tus pies hasta tu cabeza.

Lo hago aunque me parece una estupidez.

—Relaja los músculos —sugiere y dejo caer los brazos a un lado.

—Siente el peso de tu cuerpo mientras se funde en el sofá. Te vas a permitir contactar con esa parte interna.

Mi respiración se vuelve más lenta y dejo de oír los sonidos del exterior.

—Quiero que vayas a ese momento en tu pasado, al primer recuerdo en donde percibiste una sensación de malestar.

Me estremezco, una sensación de tristeza me abraza tan de repente que me asusta.

—¿Qué sientes?

—Mucho dolor.

—¿Qué está pasando?

—Mi padre está armando la valija para irse.

—¿Con quién estás?

—Sola, lo observo marcharse sin despedirse de mí.

—Quiero que ahora te visualices con Manuel.

Estoy comiendo con Manu, reímos de algo que dije, me inclino para besarlo pero él se desvanece. Mi corazón se agita y de repente estoy tirada boca arriba sobre el pasto, Manu hace círculos con su índice alrededor de mi ombligo mientras observamos el cielo. 

—La luna esta hermosa deberías tomarle una fotografía —dice y me giro para mirarlo a los ojos pero ya no está. Miro de un lado a otro con desesperación pero no hay nadie.

—Eva debes ir a ese día: el día en que mataste a Manuel. Permítete revivir esa situación.

Escucho la voz del Doctor Li a lo lejos.

Camino de la mano con Manuel y mi vestido verde no me permite dar pasos largos, estamos por entrar a la fiesta, el calor de su mano desaparece, un dolor intenso se instala en mi pecho, me resisto, no quiero ver lo que sé que está delante de mí, es él de la mano con Ester.

—Eva escúchame, tienes que ir a ese día. Concéntrate en tus manos ¿Llevas un cuchillo?

Puedo sentir el peso del cuchillo en mi mano derecha, la oscuridad me pone nerviosa. Estoy recostada contra un árbol ¿Qué hago acá? Unos pasos se aproximan.

—¿Qué escuchas Eva?

—La alarma de un auto desactivándose.

—¿Qué estás haciendo?

—Salgo sigilosa de mi escondite.

—¿Qué sientes?

—Un odio inmenso que se apodera de mí y… yo. No, no puede ser.

—Respira Eva ¿Qué está pasando?

—El cuchillo se hunde en su pecho ¿Qué estoy haciendo? Manu se aferra a mis hombros y yo quito el cuchillo con fuerza, la sangre brota y comienza a cubrir su pecho, todo pasa deprisa, me mira con expresión de vulnerabilidad antes de caer desplomado. Intento cubrir la herida con mis manos pero su cuerpo tiembla con fuerza, sus ojos se entornan hacia atrás ocultando los ojos de los que alguna vez me enamoré. 

Necesito salir de ahi porque me estoy asfixiando. Estoy corriendo, mi respiración se entrecorta, mis manos están sucias y mi corazón golpea con tanta fuerza que parece querer salir de mi pecho. El dolor es tan grande que no deja que el oxígeno llegue a mis pulmones. No puedo respirar o quizás ya no quiero hacerlo.

—Eva, debes volver —exige el Doctor Li chasqueando los dedos frente a mí.


Nota de autor


Alto ahí lector👀 Si no te gustan los finales felices quédate con este final y no leas el epílogo. Pero si sos un romántico sin cura como lo soy yo🤦🏻‍♀️💕 léelo y termina esta historia con una sonrisa. Los amo gracias por leer.

Lo nuestro fue realDonde viven las historias. Descúbrelo ahora