Capítulo 11

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Siento a Jada pegada a mi espalda. Y por los espejos logro ver de reojo algo de sus perfectos muslos, trayéndome el recuerdo de unos años atrás usaba un vestido similar mientras corría hacia mi casa. Su calor en mi espalda contrarresta el aire frío que me golpea de frente con fuerza. Unos minutos después, (demasiados cortos para mi gusto), llegamos a mi casa. Aparco fuera y ayudo a la chica de pequitas adorables bajar de mi vehículo motorizado de dos ruedas, y me pasa el casco.

- Wow, es enorme. -Menciona.

- ¿Pensabas que seguía viviendo en el mismo barrio?

- La verdad sí.

- Vamos, hablemos dentro. - Cuando coloco las llaves en la puerta y abro, dejo entrar a Jada primero. - Si puedes dejar tus zapatillas acá en la entrada. En el mueblecito hay un par de pantuflas nuevas que te pueden quedar bien.

- Vaya. Estilo oriental. Eso es nuevo. ¿Son de tu mamá las pantuflas?

- Ah, si se las compré hace un tiempo, pero aún no las usa. Y pues la verdad es que lo encuentro muy práctico, así no se ensucia el piso donde uno siempre anda con las cosas que pueden quedar en los zapatos al andar en la calle, o donde sea. Pasa, a la izquierda está la sala. Yo iré a la cocina por un par de galletas. Y veré si encuentro algún jugo o algo para beber. ¿O prefieres algo más fuerte?

- Jugo está bien.

- Vale.

Jada se encamina a la sala mientras yo voy hacia la cocina con el corazón latiendo muy fuerte en mi pecho. Mientras rebusco en las gavetas de la cocina todo lo necesario para atender a mi invitada, escucho un pequeño quejido proveniente de donde ella se encuentra. Con curiosidad me asomo para ver qué es lo que sucedió.

- ¿Estás bien? -Pregunto. La veo agachada de cuclillas frente al ventanal.

- Sí, solo me hice un pequeño corte.

- ¿Con que? - Me encamino un poco preocupado hacia ella, que aún está agachada.

- Estaba viendo a mí al rededor y me llamó la atención que había una foto rota.

- ¿Que? Ah, sí, no sé cómo llegó ahí. En la mañana no alcancé a limpiarlo, lo había olvidado por completo. Déjame ver. -Se pone de pie y me extiende su mano. Tiene un pequeño corte en un dedo, que le sangra un poco escandalosamente para el tamaño. - ¿Duele mucho?

- No tanto, es más molesto, más que nada.

- Ven, acompáñame, tengo un pequeño botiquín.

Cuando estamos en el baño, saco todo lo necesario y le limpio con cuidado la herida, fijándome que no tenga un pedazo de vidrio incrustado. Cuando ya está bien y el sangrado ha mermado, le pongo un parchecito pequeño.

- Listo, como nueva. Te molestará un poco, donde es superficial. Iré a limpiar esa cosa, antes que pase algo más.

- Me trae recuerdos de cuando éramos pequeños, siempre que me raspaba las rodillas tu ibas a hacerme curaciones y me calmabas cuando lloraba porque me dolía.-Se me escapa una sonrisa al recordarlo.

- Si, bueno tenemos muchos recuerdos en común. -Me dirijo a buscar algo para barrer los vidrios rotos y el marco destrozado, después que lo he limpiado, lo pongo todo en una pequeña caja de cartón y dejo la foto sobre la mesita de centro. Hago todo esto mientras ella se sienta en el sofá.

- Esa foto está hermosa. - Dice tomándola entre sus dedos con cuidado-. Menos mal que no se estropeó. Por cierto, el color jade de tus ojos se nota mucho en la fotografía.

- Sí. Es una de mis favoritas, es por la luz supongo. -Sonrío al recordar cuando la tomaron. En ella salimos mi mamá con su ropa de chef, y yo con ropa veraniega, abrazados frente a "La Lámpara Llameante" con rostros de felicidad. Cuando aún estaba sana y trabajaba contenta.

Como Las Olas Del MarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora