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Como quiera que nadie puso ninguna objeción a la cita que habían concertado con su tía, el coche transportó al señor Chwe y a sus cinco primos, a una hora apropiada, a Meryton.
Cuando pasaron frente al campo de criquet y el abrasado bosque que señalaba la última morada de Sung Eunha, la cháchara* intrascendente que habían mantenido los ocupantes del carruaje cesó bruscamente, pues ninguno de los seis podía dejar de pensar en la noticia que habían recibido esa mañana en Longbourn. El padre de Eunha, enloquecido de dolor, se había arrojado a una tina que contenía perfume hirviendo. Cuando sus aprendices habían conseguido sacarlo de la tina, el hombre estaba gravemente desfigurado y ciego. Los médicos no estaban seguros de que lograra sobrevivir, o desprenderse del hedor. Los seis guardaron un respetuoso silencio hasta que llegaron a las afueras de Meryton.
Al alcanzar su destino, el señor Chwe se entretuvo mirando a su alrededor con admiración, tan impresionado por el tamaño y los muebles del apartamento, que dijo que era casi como hallarse en uno de los salones de Lord Kim. La señora Shin sintió todo el impacto del cumplido, conociendo como conocía la propensión de lord Kim a liquidar a los innombrables, el cual, según creía la señora Shin, excedía incluso la de sus sobrinos.
Mientras describía a la señora Shin la grandeza de Lord Kim y su mansión, en la que había hecho importantes mejoras, incluyendo un suntuoso dojo*, así como unas nuevas dependencias para su guardia personal de ninjas, el señor Chwe pasó un rato muy agradable hasta que los caballeros se reunieron con ellos.
El señor Chwe halló en la señora Shin a una interlocutora muy atenta, cuya opinión sobre la vaha* de éste aumentó a medida que averiguaba más datos, y que estaba decidida a contárselo todo a sus vecinas en cuando tuviera ocasión. A los jóvenes, que no podían escuchar a su primo sin enumerar en silencio los incontables métodos que podían utilizar para matarlo, el rato de espera se les hizo interminable. Por fin concluyó. Los caballeros se acercaron a ellos, y cuando el señor Kyunseo entró en la habitación, Jimin sintió como si le hubieran asestado un fortísimo golpe. Le causó una impresión tan honda, que pese a su exhaustivo adiestramiento, su naturaleza de doncel seguía siendo susceptible al influjo del caballero en cuestión. Los oficiales del condado eran por lo general unos jóvenes muy agradables y caballerosos; pero el señor Kyunseo los superaba con creces en cuanto a su persona, talante, aire y forma de caminar, del mismo modo que los oficiales eran superiores al envarado tío Shin, un hombre de rostro amplio cuyo aliento olía a oporto, que entró al cabo de unos momentos en la estancia.
El señor Kyunseo fue el afortunado caballero hacia el cual prácticamente todos los ojos se volvieron, y Jimin fue el afortunado doncel junto a la cual éste se sentó. La facilidad con que el señor Kyunseo entabló inmediatamente conversación con el, aunque comentara tan sólo que esa noche hacía mucha humedad, hizo que Jimin pensara que su interlocutor, en virtud de su habilidad, era capaz de hacer que el tema más trillado, aburrido e insulso resultara interesante.
Con semejantes rivales como el señor Kyunseo y los oficiales con quienes competir por la atención de los donceles, el señor Chwe pareció hundirse en la insignificancia; los jóvenes donceles no le prestaron la menor atención, pero de vez en cuando la señora Shin le escuchaba amablemente y se afanaba en ofrecerle generosas raciones de café y bollos. Cuando instalaron las mesas de juego, el señor Chwe tuvo la oportunidad de devolverle su cortesía, sentándose para jugar una partida de Cripta y Ataúd.
El señor Kyunseo no participó en el juego de Cripta y Ataúd, y se sentó a la otra mesa, entre Jimin y Hoseok, donde fue acogido con profundo gozo. Al principio corrió el peligro de que Hoseok le acaparara, pues era un joven muy locuaz*; pero como también era muy aficionado a las cartas, no tardó en centrar su atención en el juego, impaciente por saber si los jugadores hallarían sus «criptas» tristemente vacías o sus «ataúdes» felizmente ocupados. Al margen de las demandas lógicas del juego, el señor Kyunseo pudo conversar amplio y tendido con Jimin, que estaba más que dispuesto a escucharle, aunque no esperaba que éste le dijera lo que deseaba oír principalmente: la historia de su amistad con el señor Min. Jimin no se atrevió siquiera a mencionar el nombre de dicho caballero. No obstante, su curiosidad quedó inesperadamente satisfecha cuando fue el propio señor Kyunseo quien abordó el tema. Preguntó a qué distancia quedaba Netherfield de Meryton, y cuando Jimin se lo dijo, el señor Kyunseo, tras dudar unos instantes, inquirió cuánto tiempo llevaba el señor Min allí.
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Orgullo Prejuicio y Zombies | YM Adaptación ©itsminjimin
FanfictionGran Bretaña, siglo XIX. La adorable y muy alocada familia Park, con sus cinco hijos donceles, viven en la apacible población inglesa de Meryton. Misteriosamente, una plaga de difuntos empiezan a resucitar convertidos en temibles muertos vivientes...