Capítulo [22]

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Enero y febrero transcurrieron sin que se produjesen unos acontecimientos más importantes que esos en la familia Longbourn, amenizados por poco más que los paseos a Meryton (interrumpidos en menos ocasiones por zombis debido a que en invierno la tierra se endurecía). En marzo Jimin tenía previsto ir a Hunsford. Al principio no había pensado seriamente en ir allí; pero Yuna, según había averiguado, se esforzaba en conservar sus últimas fuerzas, y Jimin pensó que su visita sería un justo tributo a su antigua amistad. Había comprobado que la ausencia, y la compasión, habían mitigado asimismo la inquina que le inspiraba el señor Chwe. Por lo demás, el viaje le permitiría echar un vistazo a Taehyung. En suma, conforme se aproximaba la fecha, Jimin confió en que no ocurriese ningún contratiempo que le obligara a aplazarlo. Pero todo transcurrió sin novedad, y decidieron que Jimin acompañaría a sir Jackson y a su segunda hija. A última hora añadieron el grato detalle de pasar una noche en Londres, con lo que el plan resultaba tan perfecto como cabía desear.

La despedida entre Jimin y el señor Kyunseo fue muy amigable, especialmente por parte de él. Su actual conquista no podía hacerle olvidar que Jimin había sido el primero en suscitar y merecer sus atenciones, el primero en escucharle y compadecerse de él, el primero a quien él había admirado.

Los compañeros de viaje de Jimin, al día siguiente, no eran precisamente el tipo de personas que la hicieran pensar que la compañía de Kyunseo era menos grata. Sir Jackson Yun, y su hija Seo Min, una chica simpática pero tan vacía e ignorante como él, no tenían nada que decir que mereciese la pena, y Jimin les prestó tanta atención como al traqueteo de la calesa. El trayecto era sólo de cuarenta kilómetros, y partieron tan temprano, que a mediodía llegaron al Sector Seis Este. El cochero, como era costumbre en esos viajes, había contratado a dos jóvenes de Meryton para que le acompañaran con unos mosquetes, pese a que Jimin también iba armado y era más que capaz de defenderlos en caso de que sufrieran algún contratiempo.

Cuando se hallaban a unos cinco kilómetros de Londres, y sir Jackson peroraba sobre los pormenores de su título de sir por segunda vez en dos horas, la calesa se detuvo bruscamente. La sacudida hizo que SeoMin diera un bandazo de un lado a otro del coche, tras lo cual se oyeron unos gritos de alarma y unos disparos. De no poseer Jimin unos nervios de acero y una entereza fruto de muchos años de adiestramiento, se habría quedado estupefacto al apartar una de las cortinillas y comprobar que estaban rodeados por un centenar de innombrables.

 Los monstruos se habían apoderado violentamente de uno de los jóvenes armado con un mosquete y lo estaban devorando, mientras los dos hombres que seguían vivos disparaba torpemente contra la muchedumbre al tiempo que los muertos los aferraban por las perneras. Jimin tomó su Brown Bess y su katana y dijo a sir Jackson y a Seomin que no se movieran.

Abrió la portezuela de una patada y se encaramó sobre el coche. Desde allí comprobó lo apurada de la situación en que se hallaban, pues en lugar de un centenar de innombrables, observó que había el doble. La pierna del cochero estaba en posesión de varios zombis, los cuales se disponían a hincar sus dientes en el tobillo del desdichado. Comoquiera que no había alternativa, Jimin alzó la katana y le amputó la pierna, salvando así la vida del cochero. A continuación lo alzó con un brazo y lo depositó en el coche, donde el pobre hombre se desmayó mientras la sangre manaba a chorros del muñón. Lamentablemente, esa acción impidió a Jimin salvar al segundo joven armado con un mosquete, que había sido derribado de su asiento. El joven no cesaba de gritar mientras los monstruos le sujetaban y empezaban a arrancarle los órganos del vientre y a devorarlos. Acto seguido los zombis se volvieron hacia los aterrorizados caballos. Jimin sabía que si los caballos caían en manos de Satanás, sus acompañantes y ella estaban condenados a una muerte lenta, de modo que dio un gigantesco salto, disparando su mosquete mientras volaba por el aire y sus balas traspasaban las cabezas de varios innombrables. Aterrizó de pie junto a uno de los caballos, tras lo cual empezó a abatir con su espada a los agresores, mostrando toda la gracia de Afrodita y le ferocidad de Herodes.

Orgullo Prejuicio y Zombies | YM Adaptación ©itsminjiminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora