8- Hijos del sol

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Capítulo corto.

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Podían simplemente tomar una rama e irse, pero en ese momento olvidaron lo que tenían que hacer y simplemente exploraron la zona.

Wanadi había llenado esa parte del bosque con un montón de flores de oro que hipnotizaban a quienes entraban ahí.

Era como si el lugar tuviese vida propia y les exigiese adentrarse cada vez . más en sus entrañas; No podían ver el cielo, todo estaba cubierto por las hojas doradas que resaltaban entre la naturaleza.

Pajaritos volaban y cantaban en la zona sagrada, se veía tan llena de vida...

Pero los Villanueva son despistados por naturaleza y se terminaron separando de los Duarte.

[...]

Buscando el camino de regreso, llegaron a una zona en la que finalmente podían apreciar el cielo azul celeste, completamente despejado.

Abajo de él había un lago enorme de aguas cristalinas, tan cristalinas que podías ver a los pecesitos nadando y las piedras debajo de ellos.

Era tan tranquilo...

Fernando pensó que los Duarte podían esperar y le salpicó un poco de agua a su hermana.

— ¡Oye! ¿Qué te pasa?

Él sólo se burló y siguió molestándola. Gladis intentó reprenderlo pero al acercarse a él este la jaló del brazo y la arrastró al agua para, por supuesto, seguir molestando.

En el fondo realmente no le hacía enojar, era de las pocas veces que tenían un momento a solas sin discutir, así que... Le siguió el juego.

Fernando también se ganó unas cuantas salpicaduras de agua, esta vez con más fuerza. No esperaba esta respuesta por parte de su hermana, pero si quería pelea la iba a tener.

Y así empezaron a jugar, un juego de niños tan infantil como podía ser, pero divertido como él mismo.

Se sentían tan bien juntos, todo eran risas y diversión tratando de ver quién empapaba más al otro.

Luego se convirtió en un juego al estilo de "Tú las traes" pero en el lago, haciendo que se tropezaran varias veces y cayeran, pero sin hacerse mucho daño.

Fernando estaba feliz, finalmente recibía de su hermana la atención que tanto había querido.

Gladis se sentía satisfecha, quizás era momento de enfocarse en su familia y abrirse más a sus seres queridos.

Porque ese rato se sintió muy bien, se sintieron como un solo ser, se sintieron tan unidos... Se sintieron como hermanos.

¿Acaso eso era la fraternidad?

[...]

Se cansaron y se sentaron a descansar, estaban empapados pero no les importaba.

El sol brillaba más que nunca y eran acariciados por sus rayos cálidos que, a su vez, adornaban el sitio.

— Eso fue... Divertido. —Admitió Gladis.

— ¡Sí! Yo... Me gustaría que fuésemos así todo el tiempo. —Le respondió su hermano.

El chico pudo ver por el rabillo del ojo cómo un pájaro carpintero se posaba en una de las ramas, cuando se giró para verlo mejor se encontró con sus ojos, que lo miraban fijamente.

No sabía qué, pero algo en él le decía que era de ese árbol de dónde debía sacar la rama que se iba a llevar; Así que, cuidadosamente, de acercó a la rama más cercana al suelo y la arrancó.

Ya podían irse.

— ¡Ahí están! ¡Estuvimos buscándolos todo el rato!—Exclamó Miranda cuando los encontró.

— Véanse, están empapados.

— ¿Ya tienen la rama?

— ¡Sí! Nos llevaremos esta.

— ¡Entonces andando!

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