Camino por las calles un poco ebrio.Fui a un bar, me encontré con el feo dienton. Lo llamé imbecil y patético. Y le robé 5 dólares, genial, no?
Me detengo frente a la casa de mi papá. Camino y me agacho para abrir la ventanilla donde entran las cartas.
— Oi oi —grito a través de la ventanilla.
Golpeo la puerta fuertemente.
— Abran la puerta.
Finalmente abren la puerta y veo a mi padre exhausto.
— Hola papá.
— ¿Qué sucede?
— Oh, yo estoy bien —coloco mis manos por detrás y comienzo a jugar con mis dedos.
— Ok.
— Yo solo... —siento mi voz romperse al intentar hablar y mis ojos comienzan a humedecerse.
— ¿Si?
— No es nada —digo tartamudeando.
— ¿Sabes que son cerca de las 2 de la mañana? —habla con enojo.
— Yo- si claro, me...—dejo de hablar y solo me giro. Pero me detengo para volver a mirarlo. — Al diablo. Solo es que tengo esta sensación de que soy una alguien codicioso, pervertido, egoísta, apático, cínico, depravado y moralmente en bancarrota.
Lo miro desesperadamente. Lo necesito tanto ahora mismo.
— Bueno —habla nerviosamente— Sacaste eso de tu madre —dice en intento de hacer un chiste.
Suelto una risa triste al escucharlo.
— Esa fue buena.
— Llamaré a un taxi. No te muevas.
Se adentra a la casa y yo me siento en los escalones esperando. Espero unos minutos y veo un carro detenerse justo enfrente. Giro mi cabeza y veo a mi padre parado en la puerta nuevamente.
Me levanto y me dirijo hacia el taxi. Me siento y susurro un hola.
— ¿Un café? —el taxi comienza hablarme y lo miro.
— Si.
— ¿Propio?
— Algo así.
— ¿Algo así? Oh vamos —dice riéndose.
— Es una historia algo divertida realmente.
— Oh, eso esta bien, cuéntala —dice mirándome por el espejo retrovisor.
— Abrí la cafetería con mi amigo Oli.
— Lindo nombre.
— Si. El está muerto ahora —el hombre vuelve a mirarme con el ceño fruncido— Se suicidó accidentalmente. No era su intención, pero no fue un accidente total. En realidad no pensó que iba a morir, solo se enteró que su novio se estaba follando a otro y quería castigarlo terminando en el hospital y no dejando que lo visitara por un tiempo. Decidió entrar en un concurrido carril donde pasan un montón de bicicletas, queriendo chocar con una y que solo le lastimará un dedo del pie, pero resulta que las bicicletas iban muy rápido y que lo envían a la carretera. Tres personas murieron.
Comienzo a reírme al recordarlo.
— El es un idiota.
El taxista no dice nada, y su mirada se mantiene fija en la carretera.
— Así que, más o menos es mía. —digo con una sonrisa.
El taxista me vuelve a mirar por el espejo retrovisor. Le doy una sonrisa triste y él sigue conduciendo en silencio y sin volver a mirarme.