Sostengo con fuerza las cajas con los canapés mientras pacientemente que el ascensor termine de subir.— Solo no hables mucho —anunció Gemma a mi lado. — Tampoco pretendas fingir que sabes algo de la empresa.
— Ok —musito.
— Y no seas... gracioso —me mira de reojo— O simplemente no seas el centro de atención —aclaró— Estas personas son importantes.
— Ok —repito.
— Solo... no seas tu mismo.
— No lo haré.
Me sale un pedo del culo. Gemma lo escucha y aprieta sus ojos fuerte.
— Oh dios mio —se tapa la nariz con su mano.
El ascensor se detiene, se abre la puerta y entra una mujer elegante con el pelo recogido en un moño alto, falda en tubo con un cinturón que enmarca su cintura.
Se da cuenta de nosotros y mira a Gemma con una gran sonrisa. — Hola, Gemma.
— Hola, Olivia —responde su saludo. La mujer se sitúa al lado de nosotros dos no sin antes pulsar el botón.
Hace un sonido con su nariz como si olfateara algo. Gemma me pellizca por detrás y me mira mortificada.
— ¿Qué sera este olor? Huele genial —dice genuinamente.
•••
PASILLO. 4:13 PM
Minutos después, nos encontramos en la sala donde será el evento. Gemma tiene la atención de todos en el lugar, recibiendo elogios por su vestido, incluso por su arduo trabajo por organizar el evento.
— Bien, recuerda —me agarra de la muñeca para alejarme del gentío— No hables ni digas comentarios inadecuados.
Asiento a lo que me dice. Me suelta la muñeca y se alisa su vestido.
— Estás preciosa —le digo viéndole maravillado. Me mira con los ojos entrecerrados.
— Gracias.
Su rostro cambia al ver a una mujer frente a nosotros. La mujer parece tener algunos cincuenta o más. Lleva un pantalón entubado hasta sus tobillos, una camisa ceñida a su cuerpo muy floral y su cabello corto la hace ver menos mayor.
La mujer parece que nos ve y de inmediato Gemma se paraliza.
— Amanda está viniendo. No hables.
La mujer llega a nosotros y nos brinda una sonrisa amistosa.
— Hola, Gemma —canturrea.
— Hola, Amanda —le responde con la misma emoción.
Permanezco callado y sin moverme ni un centímetro con la caja de canapés en mano.
— Dios, luces preciosa con ese vestido —analiza a Gemma de arriba abajo. Deja de mirarla para posar sus ojos marrones en mi— ¿Tiene carne? —me pregunta.
Me quedo callado hasta que Gemma me da un golpecito en la cadera.
— Di algo —ríe nerviosa.
— Creo que tienen calabazas —titubeo.
— Oh, adoro los calabazas —toma tres y se retira con una sonrisa.
— Se ve que es agradable. —comento.
— Si, es genial.
— Así que, ¿por qué estabas nerviosa?
— No estoy nerviosa. Estoy completamente–