VI

54 19 19
                                    


Lunes, 11 de febrero de 2001, 17:00 p.m.

Al fin un poco de tranquilidad.

Rhett ya está mucho mejor desde que sufrió aquella crisis que lo tuvo en cama varios días.

Así que hoy se me ha ocurrido una gran idea para animar a los niños. La hermana Wanda ha accedido a ayudarme a prepararlo todo.

Vamos a celebrar el cumpleaños de Diego.

Ayer me dijo después de clase que nunca lo ha celebrado y cuando pregunté a más niños me llevé una sorpresa mayúscula al descubrir que muy pocos han tenido esa suerte.

Creo que será una bonita experiencia para ellos.

Y si todo va bien y Madre Superiora lo aprueba, podríamos seguir haciéndolo con cada uno.

Será una merienda sencilla, pero he encontrado velas de cumpleaños y hornearé yo misma un pastel. Además, después podremos hacer juegos y convivir todos juntos en armonía.

¿No se supone que es esa nuestra vocación?

En ocasiones no entiendo el carácter cerrado de la Madre Superiora, que Dios me perdone por ello.

Sin embargo, la prudencia me indica que es mejor que no lo comente con ninguna de las hermanas, pues la fe y el respeto que le profesan es inconmensurable y lo último que quiero es enemistarme con nadie. Debo ser precavida.

Saldré a dar un paseo y a ver si las rosas han florecido bien para cortar unas pocas. Quiero infundir un poco de vida al convento y hoy me parece el mejor momento para ello. Seguro que los niños se pondrán muy contentos.

Hoy, durante mi paseo en el huerto, me ha sucedido algo sumamente extraño que me tiene perturbada.

Allí, sobre la fría y yerma tierra, entre los árboles, yacía boca abajo un muchacho que no tendría más de quince o dieciséis años. Estaba encogido sobre sí mismo en posición fetal y al principio pensé que dormía, pero pronto salí de mi error cuando al acercarme a él, atónita, abrió los ojos como un búho y se asustó.

Llevaba la ropa hecha jirones y parecía demasiado vieja y raída para él. Me puse en cuclillas frente a él, con las manos levantadas para indicarle que no le haría daño y le pregunté su nombre.

Al principio, se mostró desconfiado y tenso, pero al cabo de un rato se relajó lo suficiente como para musitar:

Siloh. ¿Eres una nueva hermana?

Sus ojos azules estaban abiertos en extrañeza, probablemente dándose cuenta de que no me había visto antes. Y eso me ha hecho tener una revelación; yo a él tampoco.

El chico es notoriamente mayor que los demás y es la primera noticia que tengo de su existencia. Nadie sabe siquiera que vengo aquí tan temprano, por alguna razón me he acostumbrado a hacerlo a hurtadillas.

Sí, soy la hermana Marie — le he extendido mi mano para presentarme pero entonces ha ocurrido algo de lo más extraño. El chico de cabellos rubísimos y piel de alabastro se ha encogido sobre sí mismo, como si yo fuera a golpearlo...o algo peor.

Tan solo soy un par de años mayor que él y su constitución es mucho más fibrosa, aunque está delgado. Entonces, ¿por qué se ha asustado de mí?

Es extraño. A veces pienso que no sé si soy yo y lo poco acostumbrada que estoy a mi nueva vida como religiosa, pero adaptarme me está resultando todo un reto.

¿Es realmente este mi sitio? Me pregunto, no por primera vez. Y que Dios me perdone por todas mis dudas blasfemas, pero así es como me siento.

Sin embargo, casi al instante se ha recompuesto y me ha dedicado una sonrisa de disculpa.

Perdone, no estoy muy acostumbrado al contacto físico.

Una punzada me ha sacudido el pecho. Pobrecito.

La mayoría de estos niños han sufrido maltrato en sus hogares. Menos mal que aquí los cuidamos bien.

Tranquilo, lo entiendo. Pero aquí no tienes nada que temer. —Me ha parecido por un segundo que su gesto se ensombrecía ante mis palabras, pero de inmediato me ha dedicado una sonrisa deslumbrante. — Esta tarde celebramos el cumpleaños de Diego, uno de los niños, debes conocerlo. — Ha permanecido extrañamente silencioso, pero supongo que se debe a su timidez —. Me gustaría que vinieras.

No ha respondido casi de inmediato, pero al final ha acabado prometiéndome que allí estaría.

Volveré a escribir después de la fiesta, estoy emocionada como si fuera una niña más. Solo quiero brindarles algo de alegría a estos pequeños que nunca han tenido una celebración de cumpleaños.

Espero poder conseguirlo.

Estoy destrozada.

Escribo esto con lágrimas en los ojos y sabiendo que no podré desahogarme en una larga temporada.

Yo...no entiendo lo que ha pasado.

Estábamos tan bien, los niños se divertían tanto y aunque han mirado con recelo y extrañeza a Siloh cuando se ha unido a nosotros (he supuesto que porque es algo mayor y no suelen interactuar), pronto se han adaptado y han convivido de una manera preciosa, como nunca los había visto.

Incluso Johnny, uno de los niños más pequeños que hay en el hogar y que nunca habla – sufrió un trauma muy fuerte y lleva dos años así, por lo que me han contado – ha sonreído de vez en cuando. Y Carlos...ese pequeño es el más difícil, pero juraría que lo he sorprendido curvando los labios hacia arriba cuando pensaba que yo no miraba.

Diego estaba tan contento...me ha dicho que me quiere y que ojalá fuera su mamá, porque nadie había hecho algo así por él. He acabado llorando como una tonta con todos los niños abrazándome. Y ha sido lo más hermoso que he experimentado nunca.

Pero entonces, como si una pesadilla se cerniese sobre nosotros, todo se ha estropeado con la entrada airada de la Madre Superiora y un par de hermanas que, estoy segura, le han ido con el chisme.

No hacíamos nada malo, pero se ha puesto a gritar y a decir cosas horribles. Y eso no ha sido lo peor. Me ha llamado loca y me ha cuestionado acerca de Siloh, decía que él no existía y que todo era producto de mi imaginación perversa, que estaba viendo cosas.

Y no es cierto. Bien sabe Dios que mi esquizofrenia me ha robado muchas cosas en mi vida, pero me tomo mis pastillas regularmente y estoy bien.

O eso creo. A estas alturas estoy dudando de todo y temo que en unos días, si cumplen sus amenazas de castigarme, ya no recuerde qué era real y qué no. Por eso lo escribo aquí, sabiendo que estará a salvo y no caerá en malas manos.

Es mi última esperanza.

Sé que no estoy loca. Yo lo vi, hablé con él. Todos los niños lo hicieron, de hecho. Pero cuando les pedí que lo confirmaran, solo se callaron y agacharon la cabeza – Carlos apretó los puños con furia y vi que Rhett miraba con odio a la Madre Superiora – e incluso el propio Siloh permaneció callado.

Ya no sé qué creer. No puedo confiar en nadie, ni siquiera en mí misma.

Me esperan unos días duros en soledad. Y temo lo que pueda pasarme.

Esa es mi triste realidad; dudar de mi propia cordura. 

✝✝✝

Hola amores tanto tiempo, lamento mucho la demora pero aquí regresé y esta vez para terminar la historia. Le quedan solo unos pocos capítulos, como veis es muy corta pero no por ello menos oscura jejej 

Espero que la estéis disfrutando, no dudéis en dejarme vuestros comentarios y vuestros votos claro, besos oscuros🖤

¿Teorías?

El diario de la hermana Marie✔COMPLETA  [+21] #0 Saga DiabolusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora