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Siempre que miraban a Luz Noceda pensaban en una Alfa soltera para toda su vida.

La razón era simple, su personalidad.

Aquella Alfa no era dominante ni ruda como los demás, no, ella no era esa clase de Alfa.

Luz era suave y delicada, amante del color rosa y de las cosas tiernas, así era Luz, la Alfa-"Omega" como solían llamarle en burla.

Si algo odiaba era que los Alfas siempre se creyeran superiores a los Omegas, Luz siendo una Alfa sabía que todos merecían los mismos derechos.

Aunque claro, los mismos Omegas se encargaban de rechazarla, creían que ella no podría defenderlos del mal, creían que incluso sería pasiva al momento de hacer el amor. Eso no era cierto, jamás lo sería.

Si, Luz era muy consiente de lo que escuchaba a cada rato, no era ninguna pasiva, solamente tenía diferentes actitudes y pensamientos, eso era todo.

- Cachorra, vamos, despierta que tienes que ir a estudiar. - Dijo la Beta desde la puerta de la habitación de Luz.

- ¿Mamá? Buenos días madre. - Murmuró Luz despertando de golpe al verla.

- Cariño, tú padre y yo te estamos esperando abajo para desayunar, báñate y vístete rápido. - Dijo la Beta sonriendo

La Beta se retiró de la habitación de su hija y cerró la puerta detrás de ella, mientras Luz se levantó con una sonrisa en su rostro, quitó su pijama y se dirigía a bañarse.

Era otro día como cualquier otro, aunque claro, ella disfrutaba al máximo su vida sin amarguras ni nada que la hiciera sacarse de quicio.

Si, Luz tenía ya veinte años y aún vivía con sus padres, escuchaba a sus demás compañeros burlarse de ella porque aún "vive bajo el manto de ellos".

Según los demás, una Alfa antes de esa edad ya debería haber buscado un hogar propio, comenzar a cortejar a los Omegas y empezar con su propia familia.

Luz no quería eso, aún no, quería ir lento y despacio, no quería asustar a alguna Omega llenándola de cachorros y obligándola a hacer lo que quisiera, Luz no era así.

Cómo siempre, comenzaba su rutina diaria para ir a estudiar, ya se había bañado y se arreglado lo mejor que pudo, bajó las escaleras y vio a sus padres en el comedor platicando cómodamente.

Camila y Manny eran pareja, entre ambos habían concebido a Luz, una Alfa diferente a los demás, pero eso a sus padres no les importó en lo absoluto.

De hecho, amaban que su hija fuera así; respetuosa, educada, tierna y demás cosas que sus padres siempre iban a amar de su cachorra.

- Buenos días, ¿Cómo amanecieron? - preguntó Luz tomando asiento en una de las sillas del comedor.

- Muy bien, cachorra, aunque tu madre sigue y sigue pateando toda la noche. - Mencionó Manny sonriendo y viendo a su hija reír, luego volteó su vista y vio a su Beta haciendo un puchero.

- Es muy clásico de mamá, siempre patea y patea cuando duerme con alguien. - Afirmó Luz tomando un cubierto y llevando un bocado de panqueques a su boca.

- Pero en mi defensa, soñé que estaba en la cama más cómoda del mundo. - Dijo indignada la única Beta en esa familia.

- Ajá, ¿Segura que no era en el vientre de tú madre, cariño? - Dijo el Alfa mayor viendo a la Beta.

- Estoy segura de que era en la cama más cómoda del mundo. - Camila afirmó con la cabeza.

Ambos Alfas soltaron una pequeña risita, amaban todos los momentos en familia que tenían, incluso si la pequeña Vee estaba dormida en su cama y no participara demasiado en el desayuno familiar.

- Bueno, me tengo que ir, padres, nos vemos más tarde. - Anunció Luz, terminando rápidamente su desayuno.

- Está bien, cachorra, lávate los dientes y luego ya te puedes ir. - Dijo la Beta levantando los platos de la alfa menor.

- Está bien. - Luz hizo un puchero y se fue al baño.

Llegó al baño y rápidamente lavó sus dientes, después de eso volvió a despedirse de sus padres y salió con prisa.

Tenía unos minutos antes de que anunciaran que las clases empezaban, así que pasó por una floristería para comprar unas Petunias, las cuales le daría a la única Omega que dejó que la cortejeé: Amity Blight, la Omega más tierna y dulce del universo, según Luz.

El amorío entre ambas había iniciado hace dos meses atrás, cuando Luz se acercó a la Omega, con un sonrojo adornado en toda su cara y con una pequeña notita.

Esa notita estaba muy decorada en papel rosa, cuando Amity la abrió para leerla, leyó en el gran mensaje que había escrito dentro de la nube.

"¿Puedo cortejearte, dulce Omega?", Decía aquel papel, Amity se sonrojó y le permitió a la Alfa empezar con su cortejo.

Ambas se querían y si relación iban muy bien, Luz quería enamorar a la Omega para luego poder empezar su relación.

Sweet AlphaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora