Que la noche me ampare con su cielo negro y sus tenues farolas. Que me guarde con su luna color blanco roto y sus estrellas solitarias, esas que parecen haber robado el brillo de todas las otras. Que el invierno caiga sobre las calles y no se vuelva a ir.
Las gotas de lluvia fría se abren camino entre nuestras espaldas y la ropa. Nuestros corazones laten en armonía, o al menos lo parece. ¿Quién romperá el silencio que nos incomoda a todos? Mi vista perdida en el horizonte y las cincuenta realidades que moran mis adentros no me dejan hacerlo.
El poder de la oscuridad deslumbra la mente de algunos y vuelve débil la de otros, une opuestos y clava puñales por la espalda. ¿Qué tendrán las sombras que derraman lágrimas por las aceras? ¿Qué tuvieron para apretar el nudo de mi garganta hasta romperse?
Me pregunto por qué siguen aquí a mi lado si ya saben todos mis pecados, el porqué sigo aquí a su lado si ya sé todos los suyos. Es una sarna que pica más que gusta. Ya casi ni dudo de que me hiere, pero el éxtasis me ciega por momentos. Para el día que no perdone, ya estaré consumido. Ese día quiero que la luna me alumbre con la poca luz que le quede.