Capítulo 1. Parte 1: ¡La cuenta atrás sólo acaba de empezar!

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A veces muchos de nosotros desearíamos que con solo cerrar los ojos, chascar nuestros dedos y pedir un deseo, todos nuestros problemas desaparecieran. Brian también lo hubiera querido aquel año, de 2020, cuando su padre entró en aquel hospital sin saber si saldría de allí con vida.

- ¡Papá! ¡No!-

Gritó Brian desconsolado y entre lágrimas al ver como acompañaban a su padre, Joseph, que no paraba de toser, en plena pandemia, hacia las puertas que conducían a un pasillo profundo e interminable, que recordaba ni más ni menos que el pasadizo hacia el infierno. Joseph acababa de renunciar a su vida y dejaba a su hijo solo en aquel hospital, con una hermana y una madre a su cargo.

- ¡Sálvalas, hijo!- fue lo último que Brian pudo leer de los labios enmudecidos de su padre, que acababa de bajarse la mascarilla y que se había girado para poder mirar a su progenitor a los ojos, por última vez.

Brian asintió con la cabeza, y sus ojos decaídos. Unos ojos que reflejaban una tristeza inmensa y una gran resignación por la impotencia que sentía al no poder hacer nada. Eran tiempo difíciles, y la democracia en la que vivía no le iba a permitir ejercer su autodeterminación sobre sí mismo. El simple hecho de haber ido contra el sistema, lo convertía en enemigo público, y en un referente para muchos otros. Su mirada, pero, en aquel momento contaba otra historia, que había causado mella en su vida y en su ser. No estaba dispuesto a perder a nadie más, por eso se ocultó bajo el mantel de una carretilla que contenía las bandejas de comida de los enfermos, la cual se encontraba a escasos 3 metros del médico jefe. Y mientras su padre desaparecía tras la compuerta enorme de aquel pasillo que conducía a una sala de urgencias, Brian, no perdió detalle ni un solo momento, de lo que aquella autoridad sanitaria hacía. Este acababa de robar el smartphone de su padre. Rápidamente, Brian escuchó que se acercaban a la carretilla, y palpaban en ella en busca de cubiertos. Brian, intentó no hacerse notar, y acercarle lo que buscaba a aquel individuo. Su intención era que el auxiliar de enfermería no notase que, allí debajo, había alguien escondiéndose. Por suerte para Brian, era Y y no un auxiliar, quien se agachó, le volvió a mostrar su rostro al descubierto, alzándose la máscara, como muestra de su lealtad hacia él. Su amigo, Y, le cubrió las espaldas. Entonces, aquel infame doctor ejecutó una llamada, de la que Brian e Y, sólo, pudieron oír palabras sueltas.

- Soy el Doctor Marc... ¡Tranquilícese!...No, no se aceptan visitas. Señora le acabo de decir que está bien. - parecía estar calmando a alguien que Brian conocía al otro lado del teléfono. -Díganos donde están para poder hacerles la prueba, y si es necesario traerlas con él, aquí. ¡Perfecto! ¡Nos vemos ahora!- confirmó.

Brian pensó y deseó en aquel momento poder comunicarle a su madre: "Mamá no le escuches, no caigas en su trampa, nos van a hacer daño si vienes. Por favor no lo hagas." Si los pensamientos pudieran oírse a quilómetros de distancia, Brian hubiera podido evitar tener que huir del que había sido su hogar durante toda su vida. Y se hizo a un lado y continuó su camino, sabiendo que Brian tenía que salvar a los suyos. Brian no se lo pensó dos veces, salió de su escondrijo, corriendo, esquivando al corralito de enfermeros y doctores, con los que se iba cruzando hasta que se topó, en una de las salidas con un guardia de seguridad, que lo estaba esperando. Se dio la vuelta y subió las escaleras a toda prisa, huyendo de la "justicia". La suerte, para él, fue que aquel agente público había sido escogido a dedo, como la inmensa mayoría de personal que formaban los cuerpos estatales y públicos. Así que no tenía ni las habilidades ni las condiciones físicas para capturar al joven Brian. Brian fue dando rodeos, hasta que dio con un desvío que distraería al de seguridad durante un par de minutos. Entró en los servicios de caballeros de la primera planta, y se encerró en uno de ellos que tenía una ventana que daba al exterior. Sabía que si aquel guarda lo cogía, no podría cumplir la promesa que le había hecho a su padre. Cerró la tapa del váter, se subió encima de esta, y a continuación encima de la cisterna, agarró con sus manos el perfil de la ventana y escaló un poco más hasta poner los pies en el rellano de la única vía de escape hacia el exterior. Cuando se abocinó, vio que la altura era considerable, y que no había ninguna escalera por la que trepar, solo tenía una opción "saltar". Volver atrás ya no era una alternativa. Escuchó cómo se abría la puerta de aquellos lavabos, y aquel agente lo llamaba con voz apaciguadora:

- ¡Brian, no tengas miedo, aquí estás a salvo!

Había un árbol justo debajo de él, y como estaba en peligro la vida de su restante familia, no pensó en lo que pudiera pasarle, solo en que quería salvarlas. Así que saltó. 

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