Era domingo 2 de febrero de 2020. Aquel día, Olivia, se había levantado tarde, porque llevaba un par de noches, que apenas descansaba desde que el ciberdelincuente, como a ella le gustaba llamarle, le había facilitado los papeles y las credenciales para acceder al hospital Viamed Monegal III. Previamente, a esos documentos, una semana antes, la había contactado para preguntarle si podría contar con ella para aquella misión.
No tenía nada que perder, o al menos eso fue lo que Olivia pensó tras no recibir respuesta de Brian. Ni siquiera se había inmutado en llamarla, aun cuando Olivia sabía que Sam le habría instado a hacerlo el mismo día. Dio unos días a Brian, para pensárselo, pero tras pasar cinco días sin noticia alguna de él, escribió a Y, mediante mensaje encriptado, afirmando su asistencia. El 31 de enero de 2020, a las pocas horas, recibió todo los documentos e información que necesitaba mediante esteganografía. Al descodificar el contenido, le aparecieron dos carpetas, una carpeta de autodestrucción en la que iba la información sensible, y otra con las credenciales, que una vez impresas desaparecían sin dejar rastro alguno, ni en el ordenador ni en el registro de la impresora. Al abrir los archivos, Olivia hizo fotos con su cámara analógica. Toda aquella documentación no autorizaba las capturas de pantalla de su contenido, así que como conocía las consecuencias de abrir un archivo autodestructivo, no lo dudó. Hizo fotos, una a una, de cada página, y así fue como se pasó prácticamente dos noches en vela, con el ordenador encendido todo el tiempo. La computadora funcionando a pleno rendimiento conectada a la corriente y con una fuente de energía externa adherida por si fallaba la luz y evitar así que la torre del ordenador se apagara. Además, Olivia programó el equipo para reproducir música sin volumen, constantemente, en bucle, con ese mismo fin. También preparó ocho refrigeradores diferentes que utilizó y cambió frecuentemente, aunque cuando fue a currar no tuvo otra opción que cambiarlo a las diez horas. Consiguió toda la información, a pesar de que le costó el sueño y casi el trabajo. Ahora tenía todo aquel material en formato físico digital, y aquello era un gran alivio para ella.
Sin embargo, aquella tarde del 2 de febrero de 2020, Olivia no dejaba de darle vueltas a algo, que la atormentaba, día y noche. Ella no entendía porque después de todo lo que Brian y ella habían sido y lo que habían vivido juntos, ni siquiera él le había dedicado un minuto de su vida. Ella sólo quería quedar con él y consultarle, lo que Y le había propuesto. Quizás él ya había pasado página, pero ella necesitaba alguien en quien apoyarse, y sentía que Brian era ese alguien, no obstante, después de su indiferencia, empezó a dudarlo.
Olivia no tenía una vida fácil, su madre se moría agonizando y con celeridad de cáncer de pulmón a pesar de que en su vida había probado un cigarro, y su padre, hacía ya un par de años que había muerto después de sufrir un accidente de tráfico. Así que no tenía nada que perder. Y fue por ese mismo motivo, que no le dio más vueltas a la decisión que había tomado y al trabajo que Y le había propuesto. Se atavió con uno de sus trajes formales de chaqueta y pantalón y un delantal blanco encima, y salió de su habitación. En el camino de salida, vio como su madre se tropezaba con el pico de la mesa, llevándole un tentempié a su hija a la habitación. Ella la cogió a tiempo, antes de que se cayera con toda la vajilla de cristal que transportaba entre sus manos.
- ¡Mamá!- exclamó Olivia asustada a su madre- ¡Cuántas veces te he dicho, que no te preocupes! Descansa, que el médico ha dicho que necesitas reposo. – le aconsejó la hija a su madre al tiempo que la ayudaba a reincorporarse, y le cogía la bandeja para dejarla sobre la mesa de la sala de estar.
- Siento que se me va la vida y te pierdo- le confesó a su única y querida hija.
- Todo saldrá bien, mamá.- insistió Olivia sin siquiera mostrar ninguna mueca de afecto, dolor o pena en su rostro.
Olivia quería hacerse la fuerte, quería hacer ver que no le importaba, pero cada día, que pasaba le dolía más. Sabía que, en cuanto su madre, Miriam, muriera, no tendría lugar alguno al que llamar hogar, porque habría perdido aquello que le daba ese sentido. Se aferraba a la idea de que Miriam pudiera sobrevivir, a pesar de que los médicos, le habían retirado la medicación y le habían comunicado a su hija que su madre tenía los días contados. No habían luchado por la paciente, la habían abandonado a su suerte aquellos malnacidos. Que se le ocurriera a alguien decirle a Olivia que aplaudiera a esos cretinos "que salvaban vidas", porque ella ni los conocía ni se le pasaba por la cabeza venerarlos. Es más ella con toda la razón y derecho pensaba para sus adentros: "me niego, que les den por el culo a todos esos sanitarios". Ninguno de esos profesionales sanitarios salvó a su padre cuando este estaba conectado a una máquina, y ahora tampoco iban a salvar a su madre. Si para ellos, ella y su familia eran sólo un número de tantos; para ella, ellos eran simples cochinillas por las que ni merecía la pena perder un minuto en aplastarlas. La salud se basaba en dinero y negocio y estaba corrupta desde hacía ya años, y Olivia quería averiguar desde cuando, e Y le había brindado esa oportunidad.
- Tengo que irme mamá- le comunicó apresuradamente Olivia a su madre.
- ¿A dónde vas con tanta prisa?- le cuestionó Miriam con impaciencia a su hija.
- A trabajar- le mintió sin descaro alguno.
- Si sólo trabajas de tardes y los sábados. – le reprochó su madre. – Eso no es vida, hija. Tienes que dejar ese trabajo- le retrajo Miriam a Olivia.
- No puedo decirles que no, y lo sabes. Esto lo hice por nosotras.- declaró su hija.
- Empezaste hace seis meses, y además ser camarera no es un oficio. – le aclaró su madre.
- ¿Cómo comemos, eh? Porque con la paga de...- se quedó en blanco antes de poder nombrar de nuevo a su difunto padre.
No pudo seguir durante un momento. Su muerte la dejó completamente trastocada, y como no iba a estar así si cuando su padre murió ella iba con él en el coche de vuelta a casa. Olivia no dejaba de atormentarse desde entonces, maldiciendo aquel único y primer día que salió de fiesta. Se culpaba de la muerte de su padre, si ella no le hubiera pedido que la fuera a recoger a aquellas altas horas de la madrugada. Si él se hubiera quedado en casa, a día de hoy aquel imbécil ebrio que embistió a Olivia y a su padre, y los arrolló por un acantilado a las 3:45 de la mañana no hubiera podido hacerlo y probablemente Salvador, su padre, no estaría muerto. Cuando Olivia recobró el sentido, siguió con la conversación:
- Da igual lo que digas, no me vas a hacer cambiar de opinión. Cuando tú ya no estés, tendré que ser lo suficientemente autosuficiente como para poder sobrevivir sin ti, y sin nadie. – le expuso Olivia a Miriam sus razones de su carácter.
- ¡Lo siento, hija!- se disculpó.
- Tú te irás, y no espero que lo entiendas.- vociferóOlivia sin siquiera darse cuenta- ¡Adiós, mamá!- se despidió de su madre en lapuerta de entrada, mientras ella se quedaba allí plantada mirando a la nada, reflexionando sobre lo quesu hija acababa de exponerle.
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LOS INDESEABLES
Science FictionSinopsis ¡Papá! ¡No!- Gritó Brian desconsolado y entre lágrimas, al ver como acompañaban a su padre, Joseph, que no paraba de toser, en plena pandemia, hacia las puertas que conducían a un pasillo profundo e interminable, que recordaba ni más ni men...