Capítulo 3. 1. ¡Ojalá lo hubiéramos dejado correr!

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Brian y Samantha se disponían a marcharse cuando acechando en el acceso principal de la entrada de la casa, su madre los detuvo:

- ¿A dónde vais chicos?- les exigió una respuesta con aquella audaz pregunta.

- A buscar a papá, ¿le has visto?- interrogó Brian a su madre.

- ¿Juntos, vosotros dos? ¿qué estáis tramando?-

Su madre, Martha se olía a chamusquina las intenciones de sus hijos.

- ¡Nada, mamá!- aclaró Sam- necesitamos hablar con papá para preguntarle si nos puede prestar el coche. –precisó ella revelando aquel pequeño "secreto" por el que Brian estaba tan obsesionado en dar con su padre.

- ¿Cuál? ¿Estáis hablando de la carraca esa que hay en el garaje? –bromeó con aquella pregunta- En serio, ¿el vespa 400? –repreguntó haciendo alusión a aquel modelo de vehículo.

- ¡Papá lo arregló!- defendió Brian a su padre.

- ¡Ya, hijo! Lo sé, pero, es un coche muy viejo. – intentó disuadirle Martha de aquel propósito- Ni siquiera lo habéis probado a largas distancias.

- Es que Olivia necesita que pase a recogerla, sus amigas la han dejado tirada- improvisó Brian siguiendo el consejo de Sam y continuó- y el transporte público ya sabes cómo funciona; fatal. No le sale ningún autocar ya hasta mañana a las 6.00h de la mañana. No hay nadie que la lleva hasta su pueblo, el último autobús ha pasado hace unas dos horas, justo antes de que sus amigas se escabulleran de llevarla de vuelta a su casa.

Sam se miró a Brian de reojo, y aprobó con su cabeza sus "sucios" métodos.

- Eso se dice antes chicos, y tú, Sam, vigílalo que no se exceda de velocidad, ya sabes.- le guiñó el ojo.

- ¡Claro, mamá!- corroboró al tiempo que se le desdibujaba una leve y sincera sonrisa en el rostro- ¿Entonces hablas tú con papá?- le pidió Sam a su madre.

- No os preocupéis, ya le diré que habéis cogido el vespa 400. ¡Tened cuidado! – les recordó su madre.

- ¡Muchas gracias mamá, te queremos mucho!- añadió Brian y se lanzó a abrazarla con fuerza. A él se le sumó Sam.

- ¡Te queremos, mamá!- dijo Sam fusionada en aquel cálido abrazo con su hermano y madre.

Aquel gesto repleto de amor, también escondía muchos secretos que era mejor mantener al margen, por ahora, para proteger a aquella familia.

- No me hagáis la pelota y marcharos ya. – indicó dándoles un delicado empujón a sus dos hijos para sacárselos de encima.

Salieron ambos por la puerta, sin tener que esperar ya la aprobación de su padre, Joseph, puesto que su madre Martha ya les había dado el visto bueno. Sin embargo Brian no podía dejar de pensar en la discusión que tuvieron sus padres sobre el trabajo, unos días después de la primera insinuación del tema. No podía dejar de darle vueltas en aquel instante, la bronca que tuvo lugar cuatro días atrás, por la noche, cuando sus padres estaban tomando los postres, mientras Brian seguía en su cuarto, encerrado, intentando averiguar el mensaje de su amigo, Y y con la cabeza a punto de estallarle no dejaba de perturbarle. Así que le planteó aquella cuestión a su hermana, en el breve trayecto hacia el garaje:

- ¿Crees de verdad que papá se va a quedar sin trabajo?

- Su jefe, como todos, es un cabronazo y seguramente se debe creer el centro del universo. Y sí, sí que lo creo. – aludió a aquel ítem, cabizbaja mientras ambos andaban, uno al lado del otro- Alguna vez me he encontrado con su hijo, el hijo del jefe de papá, y es un puto pervertido. Así que me imagino cómo debe ser el padre, y estoy segura de que tiene la misma jeta que el hijo.-confesó Sam sin apenas advertir que aquel incidente que ella contaba en plan broma hizo mal pensar a Brian.- Ya lo dicen los hijos se parecen a los padres. – añadió entre carcajadas.

- ¿Te ha tocado ese gilipollas? Porque si es así, haré que se arrepienta. – le aseguró a su hermana con total vehemencia.

Sam abrió la puerta de copiloto del coche, y asomando la cabeza por encima del capó, contestó al ver como su hermano empezaba a poner cara de mala leche:

- Sabes que no, Brian. – declaró ella férreamente.

Con aquella fuerza que empleó al articular aquellas palabras se sentó en el asiento. La seguridad y la valentía con la que hablaba denotaban, sin duda, que ya no era una niña que quería ser princesa, era una mujer que quería ser guerrera y que ya no esperaba a ningún "caballero" de la realeza que la salvara de nada. Sam estaba ya sentada en el asiento del automóvil, mientras Brian intentaba abrir su puerta delantera, la del piloto.

- ¿Me echas una mano?- le demandó ayuda a su hermana, quien estaba dentro del vehículo.

Desde dentro, ella se lo abrió con total facilidad, e inmediatamente a continuación añadió:

- ¡Ves! No es tan difícil. – se mofó ella de él.

- Entonces, ¿despedirán a papá?- desvió la atención para evitar ser el motivo de burla de su hermana durante todo el trayecto.

- Tú mismo lo leíste en aquel archivo, es lo que va a pasar.- matizó ella- Parece ciencia ficción, pero es así. Todo es parte de un plan del que apenas conocemos uno de sus puntos. – aseguró angustiada.

- ¿Por qué no se lo contamos a papá?- le replicó a su hermana.

- Porqué todavía no sabemos en qué nos estamos metiendo.- respondió ella con cierto temblor en el tono de su voz- Además, no podemos hacerlo, si quieres ayudar a papá, nadie debe saber que lo sabemos, aunque te duela verle a punto de derrumbarse.- gesticuló ella aquel verbo como si fuera un mimo.

- Es muy difícil, Sam. – agachó la cabeza arrepentido, aún estando fuera del coche apoyado sobre la puerta de éste.

- Lo sé, B, igual que sé que papá acabará averiguándolo más temprano que tarde. Seguramente Y nos hable de ello. – le confesó a su hermano, algo perturbada, por aquel asunto.

Sam se quedó sin palabras unos momentos y se puso a reflexionar como si tuviera algo importante que decir, que no lo venía a la cabeza. Entonces, cuando su hermano, se metió en el vehículo, se sentó, y, justo antes de que arrancara el motor, pareció haber recordado lo que debía contarle:

- Por cierto, no lleves el móvil. –subrayó ella.

- Pero...- rechistó él.

- Esas son las normas. – le expuso las condiciones a su hermano sin dar más explicaciones.

- De acuerdo, volveré a casa y lo dejaré.- refunfuñó- ¿Y tú lo llevas?- le inquirió, ansioso, por conocer su respuesta.

Él quería pillarla con las manos en la masa, lo que Brian no sabía era que su hermana con el tiempo se había vuelto más astuta que los ratones colorados.

- Hace tiempo que no uso teléfono móvil, ni ningún tipo de dispositivo con el que me puedan rastrear.

- ¡Joder!, chica lista.- felicitó Brian a Sam.

- Llevo tiempo aprendiendo de nuestro colega, Y. – le reconoció el mérito a su presente y futuro amigo.

Brian dejó las llaves puestas en el contacto del coche, y volvió a casa. En el corto trayecto hacia la vivienda, el chico vislumbró desde fuera a su madre hablando por teléfono algo alterada. Brian no tenía ni idea de que podía ser, y se quedó unos cinco minutos observando a su madre tras unos altos arbustos de la casa. Vio como dejaba el móvil sobre la mesa y se echaba las manos a la cabeza, volvía a coger el teléfono y con preocupación en el rostro, siguió charlando. Finalmente, el muchacho optó por entrar y dejar de hacer de espía, así que abrió la puerta, se dirigió hacia su habitación, y dejó su smartphone sobre la mesita de noche. Luego vio una alerta en su ordenador. Se sorprendió por ello, ya que él estaba seguro de que lo había apagado, y sin embargo, allí estaba, la torre de aquel dispositivo encendida. Puede que el cansancio le hubiera hecho creer que había apagado su ordenador, de eso sólo podía acordarse él. Al acceder, pudo ver un mensaje de Y:

- Es urgente, ¡ven ya!

LOS INDESEABLESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora