Capítulo 1 - Parle français, Michael?

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Mi hermoso Sidney.
Mi vida en Sidney, se podía decir que era un de las más tranquilas o normales; había vivido aquí desde que tenía memoria, muchos lugares de aquí me habían marcado en la cuestión de hacer memorias, vivía en un, aunque algo pequeño, hermoso pueblo. Era una adolescente de casi 17 años  —17 años y 10 meses— , iba a la escuela preparatoria, todas las mañanas, y algunos días por las tardes, solía impartir clases de algunas materias; lo hacía gratis, no recibía un pago por parte de nadie, simplemente lo hacía como un apoyo a mí, y a mi historial académico. Durante los fines de semana me escapaba en mi bicicleta a una de las playas más cercanas, solía ir siempre sola, y no porque no tuviera con quien, lo tenía, ya fueran mis amigos o padres. Era solo que esta playa era especial para mí, solo venía yo y solo la conocía yo, de un sentido figurado, claro que más gente la conocía y visitaba, aunque en cantidad menor a los que iba con mis amigos.

Siempre que iba ahí, me llevaba conmigo, un gran botella de agua, el suficiente bloqueador para no quemarme, si de por sí mi tono de piel ya era un tono moreno, quería conservarlo más tiempo de ese tono canela, no más, no menos. También lleva una pequeña bolsa donde cargaba un libro o libreta, ya fuese para leer o escribir mis pensamientos en aquella libreta que mamá me había regalo años atrás. Mi celular y audífonos con una playlist ya seleccionada anteriormente. Me gustaba sentarme en la arena, poder enterrar mis pies, cerrar los ojos y concentrarme en los olas de mar en cada ir y venir que daban. Casi siempre iba ahí durante los atardeceres, me gustaba quedarme un poco más para así poder ver las estrellas; tenía una gran apreciación por ellas, eran hermosas y me gustaban aún más que la Luna misma, eran pequeñas pero brillantes. Oh, y por supuesto igual me gustaba ver los colores en el cielo pasando de un azul a un amarillo, luego a un anaranjado, un rojo, que finalmente se mezclaba con el rastro del color azul y se tornaba en un morado, hasta ser ese completo y único azul profundo y oscuro.

Mi cosa favorita de las mañanas era que al abrir mis ojos, el olor de los hotcakes recién hechos invadía mi nariz, sacándome fuera de mi cama.
Junto a mi pijama, mi pelo desordenado y mis pies descalzos, camino hacia la cocina, donde papá ya se encuentra tomando el café recién hecho, leyendo sobre las finanza y cosas más aburridas de su trabajo.

—Buenos días, mamá. Buenos días, papá —saludo ambos, tomando asiento en el comedor— . Huele delicioso mamá, como siempre.

—Ujum —asiente mamá, terminando de servir el resto del desayuno—. Ahora, come, cariño, se hará tarde para la escuela.

—De acuerdo —tomo el tenedor, comienzo a untar un poco de mermelada así como miel en cada uno de mis hotcakes ; tomo un vaso y sirvo un poco de leche fría.

—Ay, cariño, tú y tu combinación tan extraña.

—Oh, vamos, mamá, no saben malo, ya lo has probado.

—Claro, y es lo suficientemente empalagoso para empacharte —toma asiento junto a mí y papá, que no despega aún la vista de todos sus papeles de la oficina— Héctor  —llama su atención—, aún no has terminado tu comida, cariño, podrías dejar eso y comer.

—Sí, claro, solo dame un minuto, me está llamando mi jefe —sin dejar a mamá decir algo más, responde la llamada entrante y sale de comedor. Dejándonos a solas.

—Héctor... —suelta un suspiro, ya cansada mamá. Su mirada permanece unos segundos en el lugar dónde estaba sentado papá segundos antes.

Talk Fast || Ashton Irwin || Enemies To LoversDonde viven las historias. Descúbrelo ahora