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[Narra Becca]

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[Narra Becca]

Estaba en la carretera, la oscuridad envolvía todo a mi alrededor. Una niebla espesa se extendía sobre la carretera, casi como si buscara tragarme. Sentía el aire pesado en mis pulmones. Respirar se volvía difícil, una bocanada más difícil que la anterior. Estaba sentada en el asiento trasero del auto de mis padres, el auto parecía avanzar lentamente, mientras la noche se volvía más densa y opresiva, como si estuviera reduciendo su vista y corazón.

Las risas de mis padres resonaban a lo lejos, llenando los espacios vacíos con un eco. La risa de mi madre solía calmarme, pero algo andaba mal. El tono cálido y amigable que solía contener esa risa, ahora era lejano, como si se estuviera despidiendo. Intenté sonreír, aferrándome a mi padre y madre, pero algo en el fondo me suplicaba que no lo hiciera, que no me aferrara a eso.

La noche fría y oscura se extendía ante nosotros. Las luces del coche apenas lograban iluminar unos metros del camino, antes de que la niebla las devorara. Observaba a mis padres desde el asiento trasero, sus rostros con cada instante que pasaba se distorsionaba junto a sus voces. Un vacío en el pecho me invadió, una tristeza que no era capaz de comprender.

De repente, una luz cegadora apareció ante nosotros, demasiado brillante para ser real. El coche se sacudió violentamente. Todo sucedió en un abrir y cerrar de ojos: el chirrido de los neumáticos, el sonido del metal retorciéndose, el grito desesperado de mi madre, y luego... silencio.

Cuando abrí los ojos, todo estaba patas arriba. El coche estaba volcado, el parabrisas destrozado y el humo salía del motor, envolviéndome en una oscuridad abrumadora. El dolor en mi cabeza era insoportable, pero no tanto como la visión de mis padres, atrapados entre los restos del coche, luchando por respirar.

—¡Mamá! ¡Papá! —grité con desesperación, mi voz resonando en el vacío.

Traté de moverme, pero mi cuerpo no respondía. Estaba atrapada en el asiento trasero, incapaz de alcanzarlos. El aire estaba cargado de olor a gasolina y algo más... algo metálico y amargo que reconocí al instante: sangre.

Mi padre giró lentamente la cabeza hacia mí, sus ojos llenos de dolor y miedo. Intentó decir algo, pero solo un susurro escapó de sus labios, inaudible en medio del caos. Estiré mi mano hacia él, pero estaba demasiado lejos, y cada intento por acercarme parecía en vano.

El rostro de mi madre, cubierto de sangre, se volvió hacia mí con una expresión que nunca olvidaría: desesperación pura mezclada con una especie de aceptación resignada.

—Becca... —murmuró mi madre, su voz temblando por el esfuerzo—. Lo siento... tanto...

El mundo comenzó a desmoronarse a mi alrededor, las luces de los coches de emergencia parpadeaban en la distancia, las sirenas se acercaban cada vez más, pero todo era un eco lejano. Sentía el peso de la impotencia aplastándome, la fría realidad de que estaba presenciando la muerte de mis padres y no podía hacer nada para detenerlo.

Un último verano juntos [NUEVA VERSION]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora