Atardeceres de soledad

PRÓLOGO

Iba en el coche con mi madre, de vuelta a mi pueblo natal, después de habernos mudado a la gran ciudad para mi operación, decidimos quedarnos allí por algunos años. Y la verdad que todo en el pueblo seguía igual, las calles, los jardines, mi antiguo instituto... parecía que el tiempo no pasaba por aquel lugar, pero en realidad habían pasado más de los que mi cerebro era capaz de procesar. Según iba mirando por la ventana del amplio coche, los recuerdos que encerraban aquellas calles volvían a mi cabeza, las hamburguesas al salir del instituto, las tardes en la biblioteca, los besos en las esquinas... Todos esos recuerdos volvían a mi como si de un álbum de fotos se tratara, y también volvieron a mi mente las personas con las que los compartía, aunque había dos de los que no me quería acordar, de James y de Helen.

Al llegar al pabellón de deportes interior al gimnasio, dónde pasé la mayoría de las tardes en mi periodo del instituto, me impresionó la gran reforma que habían hecho, y al entrar para hacer mis pruebas de acceso al equipo de atletismo por segunda vez, me sorprendió ver a un chico alto, con ojos azules y pelo claro trotando alrededor del campo, sin camiseta.

Maldecí en un susurro al percatarme de que era James, mi antiguo mejor amigo, y lo peor no era que estuviera allí, sino que me había quedado mirando su torso descubierto y él se había dado cuenta... Mierda, mierda, mierda.

Eso te pasa por ser una puta el último año con Jack.

¿TE CALLAS?

Bueno, nos relajamos Lau.

DIOS, Q NO ME LLAMES LAU, PESADA

Ok Lau, sigue narrándonos tu maravillosa historia y deja de llorar.

A todo esto, os preguntaréis que quién narices es James, y para eso tenemos que volver a mi tercer año de instituto, donde empieza esta historia que os voy a contar.

Eso, eso, vamos a ponernos en situación.