CAPÍTULO 1

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TRES AÑOS ANTES
Yo, Laurel, me encontraba en mi tercer año de instituto, y James en su último, al ser un año mayor. Llevaba babeando por él desde primaria, concretamente en tercero, que fue la primera vez que le vi, y me enamoré completamente de él.

Aunque el susodicho iba de fiesta en fiesta y de chica en chica, jugaba al fútbol y hacía atletismo, vamos, que no podía estar quieto.

En mi caso, yo era la definición de sedentaria, si salía era para hacer algún recado o para ir a buscar a alguna amiga, siempre he sido partidaria de que mis amigas vengan a mi casa para jugar a alguna cosa o simplemente charlar sin morirnos de frío o de calor. Desgraciadamente para mí, fui obligada por mi madre a realizar deporte, y yo me decanté por hacer las pruebas de atletismo, donde podría pasar más tiempo con James.

Las superé con éxito e incluso alcancé la marca que este dejó cuando entró algunos años atrás, lo que hizo que poco a poco fuéramos desarrollando una amistad en la que, además de confianza, nos picábamos y nos tirábamos algún que otro halago, para James en broma, y para mí siempre eran falsas esperanzas que acababan en decepción.

Ese día, antes de meternos a los vestuarios para ducharnos y cambiarnos, me subí a caballito para tirarle de los pelos a James, mientras él, entre risas, me sujetaba por los muslos para que no me cayera, aunque de poco sirvió y ambos terminamos en el suelo, yo encima de James, mientras nuestro entrenador, Isaac, añadió:

—Venga, vosotros dos, dejad de holgazanear y meteos a la ducha —me sonrojé mientras James se reía aún más fuerte que antes.

—Sabes, estás muy mona cuando te sonrojas, Lau —dijo él, bromeando— y sobre todo cuando es respecto a nuestra maravillosa relación amorosa —él me guiñó un ojo, haciendo a los demás entender que nuestra relación era de algo más que una amistad, cosa que no era verdad, pero mi cuerpo deseaba con muchas ganas. ¿Mi reacción? Sonrojarme aún más y huir hacia los baños para darme una ducha bien fría.

Cariño no puedes huir de los problemas que os relacionan, todas sabemos que te mueres por sus huesos.

Menuda mierda de conciencia me había tocado.

Te aguantas mi amor.

Después de mi larga ducha, James me esperaba a la salida, y me abrazó por detrás, pidiendo perdón. Mi cuerpo reaccionó acercándome a él, y cuando nuestras bocas estaban a punto de tocarse, ambos nos alejamos a la vez, riendo, era una broma muy común, además, cuando había acabado en un beso corto, él siempre decía:

—Está científicamente comprobado que las amistades que se besan son las que más tiempo duran y las que mejor relación mantienen.

Y yo siempre respondía:

—Por la universidad de Harvard, ¿verdad? —y ambos nos echamos a reír. Eso también me daba muchas falsas esperanzas, ya que yo esperaba que él alargara el beso.

Me encantaba estar con James, pasar tiempo juntos, creo que el hecho de que él viviera entre la casa de mi padre y la de mi madre acrecentó la relación ya que siempre me acompañaba, además quedábamos diariamente, lo que aumentaba mi atracción hacia él. Ese día, la conversación seguía el tema semanal.

—¿Ayer cómo fue la fiesta? ¿Con cuántas te liaste? ¿A cuántas te llevaste a la habitación? ¡NECESITO SABER TODO! —esto último lo dije saltando, y James reaccionó.

—Frena fiera, fue una noche muy rara, no bebí, no fumé, tampoco me di un beso con nadie, y menos me fo... —lo interrumpí.

—¿Quién eres tú y dónde está mi Jimmy? —dije riendo— ahora en serio, ¿y eso? ¿a quién tengo que pegar? —me quedé muy relajada al saber que no había hecho nada con nadie, eso significaba que, si hubiera ido, no hubiera tenido competencia... putos exámenes.

Deberías centrarte más en salir y menos en estudiar, idiota.

Que te calles pesada

En fin...

—Estaba pensando en alguien, me quedé un tiempo reflexionando y llegué a la conclusión de que, aunque no seamos nada, hay que respetar ese pequeño vínculo de atracción hacia esa persona, y por eso mismo no hice nada de lo normal, ¿sabes? —espera un momento, ¿hablaba de mí? ¿James Carson siéndome fiel? Definitivamente tenía que dejar de pensar que era la protagonista de un libro.

Lau, es que eres la protagonista de un libro, cortita.

¿QUÉ?

Nada nada, continua, corazón de melón.

—¿Tú siendo fiel Jimmy? ¿Y quién es la afortunada? ¿La conozco?

—A ver, como ya te dije antes, de momento no somos nada, pero, ¿te acuerdas de Terry, la chica que se cambió de insti porque la hacían bullying? Pues ha vuelto, está viviendo temporalmente con su hermano, y bueno, no estamos saliendo, pero tenemos... algo... —otra nochecita que me iba a pasar llorando, estaba harta de Terry, se mudaba de la ciudad al pueblo y viceversa, una y otra vez y como no, le encantaba la atención de los chicos, le definición de chica pick me. Estaba harta de ella, porque era la única que podría ocupar mi lugar.

Que territorial chica, así me gusta, protege lo que es tuyo.

—Sin ánimo de ofender Jimmy, esa chavala solo te quiere para dos polvos rápidos y luego se va volver a ir, y que no va a volver hasta que le entren otra vez las ganas. —Terry me daba un asco tremendo, podría morirse que yo haría una fiesta.

—¿Y qué sugiere el cerebro? —dijo burlón, llamando al timbre de mi casa, alguien se iba a quedar a cenar.

—Que busques a alguien mejor, alguien que no sea una total puta y tenga las piernas más abiertas que una ventana. —Me señalé para hacer la broma, pero cuando me miró, no parecía que se lo hubiera tomado como una, cuando mi padre abrió la puerta, nos encerramos en la habitación, y se tiró encima de mí.

—Lau, no me hagas esto, sé que quieres y sabes que quiero. No me tientes porque soy capaz de dejarte sin andar dos semanas —me picó, olvidándose de lo que habíamos hablado minutos atrás.

—¿Y Terry? —dije riéndome— sabes que, por mucho que tú quieras, en el fondo solo vamos a joder una amistad, pero en unos años me lo pensaré —le guiñé un ojo, después de cenar le acompañé a casa, y nos despedimos con un abrazo, como de costumbre.

Esa misma noche lloré hasta que me quedé dormida, ¿qué tenía Terry que yo no? Sí, vale, puede que estuviera más buena y tuviera mejor cuerpo, pero yo era maja y no me creía superior a nadie, además quería a James por quien era, no por como lo hacía.

Esa mañana, al mirarme al espejo, tenía MUCHAS ojeras, llorar cada vez pasaba más factura, y menudo dolor de cabeza que tenía, me iba a dar un infarto si no fuera sábado.

El destino nos ha salvado de una muerte terrible primero en clase de lengua y después en casa por dormir en clase.

Por una vez, coincidía con mi conciencia.

Si es que soy mucho más inteligente de lo que crees mi amor.

Atardeceres de soledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora