IV

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Daniel estaba sentado en la barra con un café en una mano y en la otra un libro. Usaba su dedo índice para marcar la línea que estaba leyendo y arrugaba el entrecejo mientras desviaba la vista unos centímetros  y sorbía el café. Observé como los restos de espuma se le acoplaban al vello de debajo de la nariz, casi invisibles. Se parecía a la nieve virgen que cubría los tejados.

Luego dejaba el café sobre la barra y se ajustaba la montura de las gafas que estaba usando a la vez que se limpiaba los restos de espuma con el pulgar y el corazón.

Observé todo aquello mientras me acercaba a él lentamente y cada uno de aquellos pequeños detalles me pareció un mundo.

Cuando él me vio sonrió con todos los dientes:

  -Te estaba esperando.

Yo no dije nada pero le devolví la sonrisa y me senté a su lado:

  -¿Qué lees?

Él se quitó las gafas, con ellas parecía mayor:

  -Por extraño que te parezca a veces no solo leo libros para clase.

  -¿Ah, no?

-No-Entonces cogió la novela y le dio la vuelta para mostrarme la portada.

-El sabueso de los Baskerville-Leí arqueando una ceja-Después de verte con Don Juan Tenorio el otro día jamás te habría dado por un fan de Doyle, o de la novela de misterio en sí.

 -Apenas me conoces. Me encantan las novelas de Sherlock Holmes y me declaro abiertamente fan de Benedict Cumberbatch. Cuando tenía 14 años traté de escribir una novela de misterio. Trataba sobre una bella joven cuya tía, que era cantante de ópera, moría asesinada en su  casa de Londres donde vivían. Entonces la joven se trasladaba a Italia para convertirse en cantante de ópera también y conoce a un hombre que la seduce y la convence para que vivan en la vieja casa donde murió su tía. Al final su marido resulta ser el asesino de su tía y la enloquece usando toda clase de recursos retorcidos.

 -Eso es...Luz de gas. Creía que serías más original, me has defraudado-Hice pucheros.

Por el esbozo de su sonrisa pareció complacido:

 -Veo que eres una chica cultivada. Está bien, confesaré-señaló alzando las manos en actitud de pacifista-traté de escribir una novela de misterio a los 14 años y fracasé porque al final lo en revesé tanto que ni yo mismo era capaz de solucionar el crimen que había creado.

Tuve que empezar a reírme:

  -Bueno, ¿quieres que te ayude con ese libro o prefieres que hablemos un poco más?

 -Creía que eras profesional.

-Soy profesional, o por norma general suelo serlo, pero también soy humano y tengo curiosidad. ¿Cómo una chica de tu edad y tú generación conoce Luz de gas?

Coloqué mi mano en el pecho como si eso acabase de ofenderme:

  -¿De mi generación? No somos todos unos incultos arraigados a las costumbres pachangueras y esclavos de nuestros deseos más primitivos.

Daniel se tocó el mentón pensativo:

 -Me lo parece a mí, ¿o estás tratando de ligar conmigo? De ligar o de confundirme.

-Ah bueno, es que soy mala, pero me sale solo.  

Daniel se  humedeció los labios. No fue un gesto sensual ni con mensajes secundarios, simplemente otro mundo:

  -¿Quieres que tomemos algo en un sitio menos juvenil?-Sugirió.

-¿Me estás llamando vieja o es que no quieres que nos pillen?

Esperaba una evasiva y eso fue exactamente lo que me dio:

 -Ni una cosa ni la otra. No estamos haciendo nada malo, simplemente me he aburrido de estar aquí. De estar aquí, no de estar contigo aquí.

 -¿Y si yo quiero quedarme aquí seguirá siendo aburrido, aunque estés conmigo?

-Estaré más cómodo en otro lugar que no sea aquí pero siempre que sea contigo.

-De acuerdo, acepto.

Daniel me llevó a un bar no muy alejado de la zona donde bebimos cerveza y discutimos sobre literatura y cine. Hablábamos un idioma muy parecido, era guapo e inteligente. Parecía perfecto para mí. De hecho, al final cuando nos despedimos, quedamos en salir a cenar el jueves.

Al llegar a casa encontré a una Aurora que me fulminó con una resplandeciente sonrisa:

  -¡Candela! ¿Dónde estabas?

  -Por ahí con Jon y Luis...-Mentí sin querer mirarla.

-¿En serio? Me he encontrado con Jon al venir para acá y me ha dicho que has desaparecido al salir de clase.

 -Es que me hacía pis.

-Mientes.

-Solo he estado con Luis-Dije rendida-No hemos visto a Jon al salir pero sabes que siempre digo Jon y Luis y ya es una costumbre. Como Chip y Chop.

Aurora me miró en actitud detectivesca pero esta vez, sorprendentemente, se calló. Por supuesto había un motivo:

  -Quería contarte algo.

-¿Sí?-Inquirí aliviada al ver que no íbamos a hablar de Daniel ni de como yo había roto mi promesa.

Me senté al lado de ella en el sofá:

-He conocido a un chico-Dijo con una sonrisa de par en par-Me lo ha presentado hoy una de mi clase. Es guapísimo y rubio. Es...un rubio mágico.

 -¿Pero tiene nombre?

-Se llama Esteban pero para mí es el rubio mágico.

-Ah, bueno.

-Este jueves se hace una macro fiesta universitaria así que espero verle y tú vas a venir conmigo y con Jon y con Luis.

Entonces me tocó idear una trama tipo Doyle, solo que yo era el cerebro del crimen. Como un hilo que se va desgarrando del jersey y que al principio no se puede ver. Sabía que al final el jersey desaparecería y la detective me cazaría pero en ese momento...

  -¡Sí, claro! Me apetece mucho.

Y mientras caminaba a mi habitación iba pensando en que ese jueves iría a clase y allí comenzaría a decir que me dolía la cabeza, tan solo un poco, nada grave para que ninguno de ellos se preocupara. Después de comer alegaría estar cansada y me echaría una siesta para que cuando al despertar, una horrible migraña se hubiese posesionado de mi bienestar y me impidiese, casualmente, asistir a la macro fiesta.

En cuanto Aurora se marchase yo cogería aquel vestido azul del armario y marcharía al encuentro de Daniel. Aún no me había dado cuenta de que estaba conociendo a la Candela del cambio pero si de algo estaba segura era de que lo que fuera que me estaba sucediendo me encantaba. 

La vida sigueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora