6. Inmoralidad.

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Nicholas

No puedo moverme, siento la piel arderme y el cuerpo me duele completo. Mi entrepierna se encuentra tensa y me grita a los cuatro vientos que me ponga de pie y corra tras de ella para castigarla. Pero no puedo. La confusión me abruma. Sentí unas enormes ganas de besarla, juro que sí, pero por mucho que lo desee tengo una misión que cumplir y no puedo sucumbir a mis necesidades sexuales. Además, ella es una novicia, por Dios.

Creo haber oído voces a mi espalda, pero cuando me giro no veo a nadie. Logro levantar mi cuerpo del suelo y sacudo los trozos de hielos que se han incrustados en mi ropa. De forma instintiva toco mi bolsillo trasero del pantalón, porque hoy decidí no utilizar la sotana para poder investigar mucho mejor, el móvil aun descansa intacto, gracias a Dios. Estrujo la nariz y lo tomo entre mis manos para marcar el número de la línea personal de mi buen amigo Kilian, un teniente de la armada americana casi retirado.

— ¡Hola, soldado! —me saluda el buzón de voz al tercer timbrazo —. Estás llamando a la línea personal de Kilian Hamilton, pero no puedo atenderte en estos momentos. Deje su mensaje después del tono o simplemente no vuelva a llamar.

¡Bip!

Suspiro y vuelvo a insistir.

—Hola. ¿Kilian? —pregunto cuando siento que alguien contesta el teléfono.

—Sí. Puedes hablar Nicholas, ya sé que eres tu —responde riéndose.

— ¿Estabas ignorando mis llamadas a propósito? Quiero pensar que no.

—Por supuesto que no, no me ha dado tiempo a responder antes de que pasara al buzón de voz.

—Menos mal que me contestas, porque casi estoy al borde de una crisis nerviosa —susurro entre dientes.

Su risa se filtra por el teléfono causándome gracia a mí también.

—Déjame adivinar, ¿un coño, no es así?

Asiento con la cabeza.

—Efectivamente, amigo.

— ¿Qué pasa? Cuéntame su historia —me insta entre carcajadas.

Tomo asiento en un banco en el exterior del orfanato y me dispongo a ventilar toda mi frustración con mi amigo.

—Verás, yo le gusto, puedo sentirlo, de más esta decir que ella a mí me trae al borde de la locura, pero tengo una misión que cumplir, estoy en este pueblo infernal por una razón —suspiro.

— ¿Y qué tiene de malo una revolcadita y luego si te he visto no me acuerdo? —indaga.

—Es una novicia, para serte más directo una novicia de mi iglesia —confieso a boca jarro.

— ¿De tu iglesia? Nicholas, ¿en que estas metido?

—En el mismísimo infierno — declaro, apoyándome en el respaldar del banco.

—Bueno, intuyo que no puedes contarme, de seguro estás en una de tus misiones encubiertas —él mismo se responde para luego hacer una pausa a mitad de la frase —. Peor amigo, fóllate a la monjita, lo que se han de comer los gusanos que lo disfruten los cristiano, ella es muy cristiana —se ríe a carcajadas.

¿Qué tengo que todos disfrutan a mi costa?

—Menudo consejo de mierda, Kilian —digo en voz baja, conteniendo un suspiro.

—Es lo mejor que puedo decirte, al menos es lo que haría yo en tu lugar.

Cuelgo la llamada y guardo el móvil devuelta a su escondite en mi bolsillo. Esta situación comienza a ser asfixiante. Me pongo de pie con esfuerzo y salgo camino a la iglesia. Mi investigación en este lugar no resultó tan interesante y prometedora como había esperado en un inicio. La información que me habían enviado al móvil a través de un mensaje desde un número desconocido resultó ser falsa. El Orfanato Davenport no parece estar implicado en el tráfico humano, al menos no en estos momentos.

Pensamientos impuros (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora