1. El padre Nicholas

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Nicholas
Estados Unidos, 2023

«Mantén la calma, Nicholas, no pierdas los estribos»

Recuesto mi espalda al respaldar de la silla y suspiro con resignación, rogando porque mi jefe termine de hablar de una buena vez para largarme de aquí cuanto antes. Miro fijamente el techo, contando hasta diez para no interrumpirlo y gritarle que se calle de una puta vez, que sus problemas de juanetes a causa de las botas del trabajo no me interesan.

—Y entonces, mi mujer me coloca todas las noches una cremita anestésica, deberías probarla, Nicholas —me da una palmadita en el hombro y yo reprimo las ganas de pegarle un puñetazo. Debí haber sabido que me esperaba una larga charla cuando Esmond me mandó a llamar a su oficina.

—Gracias, Esmond, es increíble la habilidad que tienes para vender productos farmacéuticos —sonrío con ironía —. ¿Nunca has pensado dejar la CIA y dedicarte a ello? Serias un buen vendedor.

Esmond abre sus ojos asombrado, se acomoda la corbata azul de rayas que me recuerda a la falda de la fertilidad que solía usar mi abuela y toma asiento frente a mí. Su sonrisa ha desaparecido, ahora se muestra serio y pensativo, como el jefe que se supone que es. Desde que me uní a la CIA he pensado que el papel de jefe le queda gigante.

—Volviendo al asunto que nos interesa —hace una pausa y mi paciencia termina de agotarse.

—Quieres hablar de una maldita vez —mascullo sin llegar a alzarle la voz, después de todo, estoy consciente de mi posición en esta organización.

—Vale, Nicholas, tú siempre tan impaciente como de costumbre. ¿Ves ese dossier que tienes en frente? —me indica con la mirada dirigida al lugar donde se encontraba una carpeta amarilla repleta de papeles, se notaba por el grosor de la misma.

—Sí, ¿qué pasa con él? —suspiro resignándome a que esta maldita conversación nunca terminará. Cruzo mis brazos por delante de mi pecho y observo a Esmond con una ceja alzada.

—Ahí tienes toda la información que necesitas para llevar al éxito tu próxima misión. Ábrelo, lee todo y dime qué opinas.

Vuelvo a suspirar y tomo entre mis manos callosas el dossier. Lo abro y toda la información me asalta de tal manera que no soy capaz de apartar mi mirada de aquí. Varias fotos de diferentes ángulos de un pueblo y alguna que otra de varios cadáveres, adornan la carpeta. Mis ojos se centran con horror sobre la fotografía del cadáver de un niño de unos diez o doce años.

«Dios, me recuerda a Parker» pienso en mi interior con tristeza, incapaz de decirlo en alta voz.

Esmond se levanta y coloca una memoria USB en la pantalla de exposiciones que se encuentra a mi costado. La pantalla se ilumina y las mismas fotos que sostengo en mis manos se reflejan en ella como una secuencia.

—Raycott, un pequeño y casi abandonado pueblo a las afueras de Alaska —la voz de Esmond resuena en toda la oficina —. Desapariciones, secuestros, y ahora, muertos, nuestro agente infiltrado ha sido asesinado hace dos días, ya no poseemos vía alguna para conocer lo que sucede en el pueblo —explica.

Acomodo mi trasero en la silla y cierro el dossier, prestando toda mi atención a las palabras de mi jefe.

— ¿Qué sucede en ese lugar? — averiguo curioso.

Esmond sonríe y presiona el botón para que la presentación continúe.

—El cartel criminal de la serpiente se ha establecido en el pueblo, lo ha condicionado como su lugar de residencia permanente y están utilizando una tapadera demasiado buena incluso para nosotros.

Pensamientos impuros (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora