3 de Marzo de 1999, Prisión Stupak, Ucrania.
La noche cae sobre el frío de Odesa. La doctora avanza por el pasillo al escuchar los gritos de la prisionera. Abre la puerta de la enfermería y la tenue luz de color amarilla ilumina la pequeña habitación. Las paredes grises transmiten inquietud, tormento…
La doctora se queda hipnotizada al ver la cantidad de sangre que brota de entre las piernas de la prisionera, mientras otro grito opaco hace que vuelva a la realidad incorporándose a su labor de inmediato.
— ¿Cuándo han comenzado las contracciones? —indaga entre las dos prisioneras voluntarias que le han asignado.
— ¡Ahhhh! ¡Haga algo, doctora! —grita la mujer con desesperación.
—Señora Angelika, necesito que puje todo lo que su cuerpo pueda resistir — apunta la doctora con suma seguridad, indicándole a una de sus ayudante con un gesto sutil que sostengan la mano de su compañera.
Acto seguido, Angelika puja al punto de que su rostro se ha vuelto completamente rojo. El aliente ha comenzado a salir de su cuerpo y las fuerzas amenazan con flaquear, pero se mantiene firme como la buena guerrera que es. Sus ojos se dirigen sin querer, a la prisionera 256, la cual se encuentra de pie a su lado con una mirada calmada y frívola. Le tiende la mano con un diminuto papelito arrugado que esta de inmediato abre y lee.
Terrence Wilkerson
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—Es el padre de mi hija —explica Angelika ante la incrédula mirada de la presa 256.
— ¡Ya viene! ¡Continúa pujando, señora Angelika, puedo ver su cabecita! —ruge la doctora con entusiasmo, el mismo que ahora mismo quisiera compartir la partícipe de aquel momento mágico.
Otra contracción devastadora, otro pujo esperanzador. Y de pronto un llanto lleno de vida hace que Angelika sonría y su rostro se ilumine por primera vez en siete meses.
—Bienvenida al mundo, pequeña Natasha —susurra la doctora mientras deposita a la dulce bebita encima del pecho de su primeriza madre. La niña que antes lloraba, al sentir el calor del cuerpo de su madre ha dejado de berrear.
Angelika acaricia su moflete con cariño, la bebita gorjea y hace que todos los presentes sonrían con ternura. La presa 256 no sonríe, el papelito que antes guardaba entre la palma de su mano ahora se encuentra arrugado y hecho pedazos. Mira a Angelika con antipatía, una que es imposible de evitar.
—Doctora, creí escuchar que hubo una pelea en las ducha, mis fuentes me informan que hay heridos —dice la presa 256 mientras su mirada se oscurece.
La doctora se gira en su dirección creyendo en sus palabras malintencionadas, pero su vocación y el juramento hipocrático que ha realizado al graduarse le prohíben negar la atención a ningún doliente. Es por ello que sin decir una palabra sale corriendo de la enfermería dejando solas a ambas prisioneras junto a la radiante madre inexperta.
— ¿Qué habrá sucedido? —indaga la otra prisionera mirando por la puerta de salida, las ganas de chisme se le notan en su rostro, momento exacto en el que la presa 256 sonríe con malicia y pone en marcha su plan perverso digno del mismísimo diablo. Los versículos de la biblia que tanto ha promulgado durante años entre las internas, en estos momentos se hacen añicos.
«Que Dios perdone todos mis pecados» piensa para ella.
—Oye, Dalila, si gustas puedes ir a investigar, yo me quedo con Angelika sin problema —murmura la presa 256 sin hacer pública sus verdaderas intenciones.
Dalila la mira con el entrecejo fruncido, pero luego esboza una sonrisa ladina y sale corriendo por la puerta de la enfermera deseosa de chisme.
— ¡Gracias, Alisa, eres la mejor! —clama mientras se aleja.
Alisa dirige su mirada hacia el pálido rostro de Angelika, que desde el primer momento captó sus intenciones. Se acomoda a la bebita entre sus brazos y mira el cordón umbilical que aún no ha sido cortado. Dirige sus ojos al techo y reza una plegaria por su vida y la de su pequeña hija.
—Sabes que ha llegado tu hora —murmura Alisa, y la furia se hace presente en sus ojos.
—Ten piedad de mí, Alisa, mi hija no merece llevar una vida miserable como la mía —susurra Angelika entre dientes, el llanto inunda sus ojos y el nerviosismo su cuerpo.
—Oh, tu hija estará en buenas manos, de eso no te preocupes —ante la atenta y temerosa mirada de Angelika, extrae una navaja de su bragas y la coloca en el cuello de su indefensa víctima —. Esa niña me pertenece —sentencia.
Acto seguido corta el cordón umbilical que mantiene atada a la pequeña a su madre, arrebata la niña de los brazos de Angelika y corta su garganta de un solo movimiento. El cuerpo casi inerte de la presa susurra su último aliento ante la malévola mirada de Alisa. Fue rápido, conciso y un éxito rotundo. La pequeña llora, pero Alisa no le presta la más mínima atención. Sale de la enfermería con ella en brazos dejando el cadáver de su madre atrás. Todo el mundo en la prisión de Stupak sabe quién manda, y nadie se atrevería a acusarla de algo, aun a sabiendas de su culpabilidad.
—Tu nombre es Anastasia y tu misión es la venganza —susurra Alisa al oído de la pequeña, para, acto seguido perderse con ella de vuelta a su celda.
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Pensamientos impuros (Libro 1)
Mystère / ThrillerATENCIÓN: HISTORIA CON TEMAS SENSIBLES, LEER CON PRUDENCIA. Género: Misterio Subgénero: Dark romance Y amarás al señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Eso te enseña la palabra de Dios, pero la realidad es o...