Capitulo 2

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Me desperté y vi que Alejandro no estaba en la cama.

Me extrañó ya que ayer por la tarde se encontraba fatal.

Cogí mi móvil y vi que me había dejado un mensaje hace una hora.

"Hola Noe, he bajado a la piscina y cuando abran el bufet voy a ir hacia allí. Avísame cuando despiertes" decía.

Yo hice caso a lo que me dijo y le escribí un mensaje.

"Me acabo de despertar, ahora voy a bajar a desayunar"

El no lo leyó supongo que habría vuelto a la piscina o estaría desayunando.

Me dio igual que no me viera el mensaje, así que me puse un poco decente y bajé al bufet libre a desayunar.

En el comedor había bastante gente ya, entre toda la multitud también estaban los jugadores que se alojaban en la misma planta que yo. No les di mucha importancia, al fin y al cabo, ellos también eran personas normales, tenían derecho a tener privacidad.

Al acabar de desayunar me levanté y fui a la piscina para ver si Alejandro seguía allí. Al llegar me di cuenta que no había rastro de él.

Le llamé muchas veces pero me saltaba el contestador. También le envié mensajes pero no le llegaban.

Me estaba empezando a preocupar.

Solo había dos opciones.

Me estaba engañando o le había pasado algo malo.

Y sinceramente, no sé cuál de las dos prefería, con las dos lo pasaría mal.

La mañana la pasé en nuestra habitación sola, mirando cualquier cosa que ponían en la televisión, aunque no entendía nada, solo estaba ahí existiendo. Esperando a que mi novio diese alguna señal de vida.

Cuando era hora de comer, no tenía nada de ganas de bajar abajo al restaurante así que me quedé en la habitación haciendo lo mismo que había estado haciendo toda la mañana.

Por las 2:30 de la tarde, escuché como la habitación se abría y por fin era el, Alejandro estaba entrando por la puerta.

—Joder, pensaba que te había pasado algo malo.—dije yendo a darle un abrazo.

—Perdón, fui a dar una vuelta por la ciudad y como no tengo datos no me llegaban los mensajes.—yo lo miré con cara de confusión.—Por lo de que estamos en otro país y no me he cambiado la tarjeta, no me van los datos.—explicó.

—Ah vale...—fingí una sonrisa.

¿Porque tuve que fingir?

Porque si habíamos pagado los datos.

Me acuerdo perfectamente de que justo fue el que me pidió que nos pusiéramos datos para estar fuera del hotel. Yo le dije que no hacía falta, estábamos de viaje y teníamos que disfrutar, no de estar pendientes del móvil todo el rato.

Pero ignoré lo que me había dicho, también podía ser que no había cobertura por donde fue, o algo así. No quería pensar nada malo.

—¿Quieres ir a comer?.—pregunté.

—Ya he comido en un italiano de aquí al lado.—dijo entrando al baño para lavarse las manos.

—¿Almenos me puedes acompañar a comer?.—pedí.

No quería pasar más tiempo sola, estaba aburrida. Todas las actividades de turismo que íbamos a hacer hoy eran por la mañana y Alejandro ha decidido que era buena idea desaparecer y perdernos todo.

Justo hoy íbamos a ir al gran cañón y a mi me daba una ilusión impresionante.

Pero va a ser que no se ha podido ir a ver.

200 putos euros que me gasté para que pudiéramos haber ido a verlo y ahora ni de coña me van a devolver el dinero.

Hay que joderse.

—Uff...—respoló.—Vale...

Parecía que de un momento a otro estaba agotado de mi. ¿Yo que le había hecho?

Solo había una cosa que llevaba en mi cabeza todo el día.

Esos malditos preciosos ojos marrones.

Pero esto solo lo sabía yo, e iba a ser así por mucho tiempo.

Bajamos los dos al comedor y yo fui a por lo primero que viera para comer.

Me daba igual la comida que comiera, Alejandro ya se había encargado de ponerme de mal humor.

Por la tarde fuimos, ahora los dos, a visitar la ciudad.

Era preciosa.

Los Estados Unidos me habían dejado enamorada de cada rincón de sus calles. Bueno, en forma literal no. Los callejones me daban mal rollo, solían estar llenos de ratas y basura.

Al llegar al hotel fuimos a cenar y luego nos subimos a la habitación.

Mientras subíamos a la habitación me di cuenta que había un spa, así que ya sabía que hacer al llegar a la habitación.

—Hay un spa en el hotel, yo voy a ir ahora ¿tú te vienes?.—avisé y pregunté.

—Estoy muy cansado, me voy a dormir.—dijo.

Pues mejor, pensé.

Me fui a cambiar al baño y me puse un bikini que de parte de abajo era blanco y de la parte de arriba negro. No eran un conjunto, pero con el color blanco se transparenta todo y no me apetecía ir enseñando todo, además, no quedaba nada mal.

Cogí un bolso donde metí uno de mis vapers, una toalla y mi teléfono, aunque sabía que no lo iba a usar.

—Voy a llegar tarde, no me esperes para dormir.—avisé.

El me respondió con un asentimiento de cabeza, por lo que yo salí de la habitación y cerré la puerta detrás de mi.

Me dirigí al ascensor mientras pensaba en mis cosas. Iba tan ensimismada conmigo misma que ni me di cuenta y ya estaba en el spa.

Fui a una de las piscinas calientes, quería relajarme.

Cogí mi vaper de la mochila y me puse a inhalar y exhalar el humo con sabor a melocotón.

No sabía muy bien cuanto rato pasó, pero estaba muy a gusto.

Miré la hora y me sorprendí.

Eran las 1 de la mañana.

Me puse una toalla alrededor de mi cuerpo y me fui hacia el ascensor.

Una vez llegué a mi planta fui andando sigilosamente hacia la puerta de mi habitación. Abrí la puerta con mi tarjeta y un olor a sudor invadió mis fosas nasales.

Joder si que debe hacer calor para sudar tanto.

Me cambié a mi pijama y me fui a dormir.

A la mañana siguiente me desperté a las 11. Giré mi cuerpo para ver si Alejandro seguía dormido. Le toqué el brazo un par de veces y ahí pude asegurarme de que si estaba dormido.

Faltaba poco para que cerraran el bufet así que me vestí rápido, le mandé un mensaje a mi novio de que me iba a desayunar y salí por la puerta.

Al salir me encontré con algunos jugadores. Me daba igual encontrármelos, no iba a pararles para hablar con ellos y mucho menos para pedir alguna foto o algo.

Era fan del fútbol, pero yo siempre respetaba la privacidad de los famosos, así que si me encontraba a alguno hacía ver como si fueran personas normales.

Pero me extrañó ver como Gavi se paraba al lado mío y se ponía a andar a mi lado.

—Has tenido una noche movídita, eh.—bromeó.—Esta vez fuisteis vosotros quien no nos dejó dormir y nosotros no fuimos a molestar, deberías aprender de nosotros.—dijo.

Yo me quedé flipando.

—¿Como?.—dije extrañada.—¿Dime a qué hora más o menos?.—pregunté.

En Los Angeles.-Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora