El silencio se ha convertido en mi arma más poderosa, pero es un arma, un arma que al final de cuentas daña, y daña a quien quiero, puede dañarme a mi también, un arma tan poderosa y tan destructiva que no te das cuenta del daño, no lo notas hasta que mata, el silencio, mi silencio, espcíficamente, me ha mantenido a salvo, pero se ha apoderado de mi, he callado en batallas importantes, he callado porque parece que no hay nada que decir... pero ¿no hay nada? ¿es real?
El silencio es mortal, ha matado mi espíritu, mis ganas de debatir, mi capacidad de razonar, mi criterio y pensamiento propio; mi silencio, mi mayor compañero, mi arma, mi capa, mi escudo y mi espada; el silencio... he callado tanto que ya no se como hablar... he callado lo que siento, lo que pienso, lo que quiero y lo que no quiero también... el silencio me tiene atada de manos todo el tiempo...
El silencio... mi silencio...
He callado, por no lastimar, a nadie, he callado para no romper a nadie, he callado mil veces mis palabras por no hacer sentir a nadie que no vale, por no romper, por no maltratar, por no rayar, para no herir.
El silencio...
Cada vez que el silencio aparece para callar mis palabras hace una abertura por dentro, con el filo terrible de su anatomía, me abre las entrañas y deja escapar por ahí las palabras, y mientras en mi rostro el silencio muestra la punta filosa de su lanza y hiere con un rasguño a su oponente, por dentro el silencio me ha destrozado, dejandome muda, dejandome muerta... dejandome sin ganas, agotada, nauseabunda, el silencio, tan poderoso como maldito, el maldito y poderoso silencio, me ha matado un millón de veces...
Hoy me tiene en el piso, sin oportunidad de levantarme, presiona con la punta de su lanza sobre mi cuello, me tiene inmóvil, incapaz de decir nada... un movimiento en falso y muero, un movimiento en falso para tratar de romper mi silencio podría ser debastador pero... ¿para quién?...