06. La ayuda a Hagrid

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Los lunes eran los día más odiados por la mayoría de personas, Madison podía ver refunfuñar a la mayoría de alumnos cuando bajaban al comedor para tomar el desayuno y ella no los culpaba, también odiaba ese día en particular de la semana, al menos hasta que a finales de la segunda semana de febrero parecía que su madre al fin había levantado su ley del hielo pues en su correo matutino le había hecho llegar todos sus lienzos (y más) con la pintura suficiente para sobrevivir hasta finales del año escolar. Madison no podía esperar a darle las gracias por medio de una carta y mucho menos esperar para contarle a su hermano.

Mentira, si podía esperar.

Durante sus clases de cuidado contra las criaturas magicas se había dado cuenta de la hermosa vista que tenía la pradera, sobre todo desde la cabaña de Hagrid que fácilmente podía verse el castillo en su máximo esplendor y si miraba hacia otro lado podía ver lo hermoso que era el bosque si lo veía con determinación.

Aquel lunes no se resistió y termino saltandose la hora del almuerzo con tal de finalmente darle uso a todo su material por lo que antes de tomar la clase, termino guardando el lienzo más apropiado de tamaño para caber en su mochila y llevar sus pinturas en una bolsa aparte, esperando que el campo quedará vacío para cuando empezará la hora del almuerzo.

Cuando finalmente terminó la clase, se disculpó con sus dos compañeras sobre querer quedarse a preguntar algunas cosas a su profesor lo cual ni Astoria ni Charlotte rechistaron, dejándola sola en medio de la pradera mientras Madison esperaba a que se vaciara por completo.

Una vez se encontró completamente sola en la cabaña de su profesor, se dispuso a buscar el mejor ángulo posible para darle uso a su pequeño obsequio, comenzando a caminar un poco por varias zonas del campo hasta encontrar una buena vista de algo.

No fue hasta que se alejo un poco de la cabaña que se dio cuenta de lo hermosa que se veía con el bosque de fondo, además de ser algo más pequeño comparado con el castillo sería algo más fácil y rápido de pintar por el momento hasta tener más tiempo de pintar algo más grande. Con una idea ya en mente, la joven Sinclair dejo su mochila sobre el pasto del lugar que había escogido y quitándose la tunica para doblarla y meterla en su mochila, comenzó a buscar algún tronco lo suficientemente bueno para usarlo de asiento, o tal vez alguna roca que pudiera servirle pero le resultaba complicado encontrar algo.

Estuvo a punto de rendirse hasta que escucho un estruendo a sus espaldas, solo para voltear y darse cuenta que el propio Hagrid le había dejado un tronco lo suficientemente grande para poder usarlo de asiento.

- Te he visto los últimos 5 minutos buscando algo para sentarte - explico el gigante - Pensé que necesitarías algo - Hagrid sonrió amable

- Muchas gracias Profesor - agradeció la joven regresandole la sonrisa

Madison comenzó a sacar las cosas de su mochila, agradeciendo tener un caballete que podía doblarse fácil y poder meterlo en su mochila sin causar mucho problema para el resto de sus cosas.

- ¿Te gusta pintar? - pregunto Hagrid rompiendo el silencio

Madison se abstuvo de rodar los ojos por la obviedad de la situación, recordando que su profesor solo trataba de ser amable y que en realidad nunca había mostrado algún indicio de saber pintar.

- Es un don que tengo desde los 6 años - respondió Maddie terminando de acomodar su lienzo

- No pensé que fueras de ese tipo de personas - menciono Hagrid llamando un poco su atención

- ¿A qué se refiere profesor? - pregunto Maddie dándole un vistazo de reojo, comenzando a verter un poco de óleo sobre su paleta que sujetaba en su mano izquierda

𝑴𝒆𝒕𝒂𝒏𝒐𝒊𝒂  ~ 𝐇𝐞𝐫𝐦𝐢𝐨𝐧𝐞 𝐆𝐫𝐚𝐧𝐠𝐞𝐫 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora