Epílogo.

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—Creí que te había perdido —susurra Bill acariciando el rostro de la chica que reposaba a su lado.

—También lo creí —responde— te juro que estaba por irme, estaba por atravesar ese túnel de luz.

—Me alegra que no lo hayas hecho, no sé que sería de mi vida sin ti.

Ludovica sonríe sin mostrar los dientes. Bill besa la punta de la nariz de su novia.

—¿Qué quieres hacer hoy? —pregunta Ludovica acariciando la cabellera de Bill— podemos tener un día de picnic o salir a comer.

Bill arruga su nariz— Se me ocurre otro plan.

—¿Cuál?

Bill ríe para seguido besar los labios de Ludovica— Quedarnos aquí acostados disfrutando el uno del otro y dándonos cariño, después terminar sin ropa.

Ludovica suelta una carcajada— Tu plan suena mejor.

—Gracias.

—Tengo algo que decirte —dice Ludovica.

—Dime.

—Esto es un sueño —acaricia su mejilla.

—Lo sé, desde que estoy contigo todo lo siento como un sueño.

Ludovica niega— No, Bill —el chico la mira sin entender— estás soñando, yo no estoy contigo. Yo si morí, ¿recuerdas?

—¿Cómo puedes estar muerta si estás conmigo? —ríe.

—Es un sueño —repite— hace cinco años que ya no estoy. Debes dejarme ir. Es momento de continuar.

Bill niega— Quédate un poco más.

—De verdad tengo que irme —relame sus labios— Por favor, déjame ir, es la única forma para que tú puedas continuar.

—Estoy avanzando —sonríe— acabo de firmar un contrato y tu galería de arte sigue en exhibición.

Ludovica sonríe— No me refiero a eso, tienes que rehacer tu vida, enamorarte, tener hijos.

—Quiero estar contigo.

—Y yo contigo, pero eso ahora es imposible. Haz tu vida.

—No quiero.

—Tengo que irme —Ludovica se pone de pie.

—Por favor, no lo hagas —pide— regresa.

Sus ojos se abren de golpe. Estaba sudando. Sentía como su corazón salía de su pecho. Gira su cabeza tomando el teléfono de la mesa de centro.

Tres y cuarto de la madrugada. Otra vez había tenido ese sueño. Aquella visita de Ludovica lo acompañaba desde el funeral. Siempre terminaba igual, Ludovica pidiéndole que la dejara ir. Pero, él no podía, no estaba listo.

Leucemia | bill kaulitz. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora