003. Tormenta de nieve

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Los meses pasaban, el verano se volvió otoño, y el otoño se volvió invierno.

Dentro de una cueva decorada con flores que no se marchitaban a pesar del cambio de estación, tres pequeños ciervos se encontraban profundamente dormidos, hasta que parte de la luz llegó al rostro de los tres y despertó a uno de ellos.

El pequeño ciervo albino se quejó por la incomodidad de la luz del sol, levantó la cabeza y miró molesto la salida de la cueva.

—Ya entendí mundo, debo despertar —dijo molesto y estirando su cuerpo.

Estando totalmente despierto, vió con tristeza a sus hermanos que seguían profundamente dormidos, de no ser por el castigo que su madre les dió de seguro habrían despertado por culpa del sol, o mejor, como Draken despertaba al momento que los rayos de solo hacían presencia en el cielo, hubiera despertado antes y con su poder de controlar la luz hubiera evitado que él y Takemichi despertaran de esa forma tan incómoda.

—Adiós hermanos, los veo en la noche —acarició las cabezas de ambos con la suya, antes de salir de la cueva.

Para muchos podía ser algo incómodo caminar en la nieve, al hundirse cuando uno camina sobre ella, resbalar en ella o en el hielo, pero nada de eso le ocurría a Izana, él al controlar la nieve y el hielo, podía caminar sin hundirse o resbalar en ellas, además que al ser invierno sus poderes funcionaban mucho mejor. Su desventaja era que en las estaciones más cálidas sus poderes no eran de mucha utilidad, además de no soportar el calor y siempre debía estar con una nube nevando arriba de él.

Al llegar al lago que se encontraba congelado tomó su apariencia de humano, cabello albino, ojos morados y piel morena. Saltó sobre el hielo y comenzó a patinar, era lo que más le encantaba hacer cuando el invierno llegaba y de preferencia que ninguno de sus hermanos lo viera, aunque al estar tan absorto en el patinaje no se dió cuenta que estaba siendo observado por uno de sus hermanos que se mantuvo escondido entre los arbustos.

—¡Hola Izana! —después de estar un rato mirándolo patinar, decidió salir de su escondite y de paso asustó a su hermano haciendo que se cayera de trasero. —Lo siento, estoy un poco aburrido sin Nahoya conmigo.

—¡Eres un tonto Souya! —se levantó y sacudió su ropa, de repente se quedó procesando algo. —¿Cuándo llegaste aquí?

El ciervo de pelaje celeste miró a los lados y se acercó al albino.

—Desde que tengo memoria te he visto patinar, mayor parte del tiempo estoy en el lago aunque este congelado —Izana se sonrojó de la vergüenza, todo el tiempo tuvo un espectador cuando pensaba que estaba solo. —Pero descuida, no soy chismoso como mi gemelo o Anya, tu secreto está a salvo conmigo —guiñó el ojo el pequeño ciervo.

Se fueron sus ganas de patinar, se despidió de su hermano menor y volvió a transformarse en ciervo antes de irse.

El resto del día no hizo gran cosa, paso tiempo con alguno de sus hermanos menores, jugó con la nieve, por un rato se acostó en el suelo sin hacer nada y al atardecer estuvo un rato con su hermano Takashi. Una vez la noche llegó, miraba las estrellas con lágrimas en sus ojos, extrañaba mucho a Draken y Takemichi, los tres estaban juntos casi siempre.

Dejó de mirar el cielo y se concentró en la nieve, con su pezuña comenzó a dibujar un círculo y lo remarcaba hasta que tocaba, la tierra. Repitió un par de veces lo mismo, hasta que hizó algo diferente, dibujó dos círculos y debajo de estos hizó unos palos formando lo que parecían ser personas, una vez terminó se levantó del suelo y miró el dibujo que hizó con rabia.

—No se como son ni sus nombres... —dijo molesto sin darse cuenta lo que estaba provocando a su alrededor. —Pero a ustedes los odio... ¡¡Me quitaron lo que amaba!! —Gritó levantando sus patas delanteras y estas aterrizaron en el dibujo, sus pezuñas pisaban el centro de los círculos.

Leyenda del bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora