capítulo 8

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Lucero veía sus cosas en la mesa de su comedor y mordía su labio. Le preocupaba el hecho de que su miedo se hiciera realidad, no quería ser despedida y menos por las falacias que otras personas abordaban en ella.

-Ma, ¿tú qué haces aquí? ¿Se te hizo tarde?-preguntó Rebeca con sus ojos hinchados.

-No, corazón. Hoy iré un poco más tarde, no te preocupes.-sonrió.- Ayer no te ví, ¿qué hiciste en todo el día?

-Estuve con la abuela, nos la pasamos toda la tarde cuidando su jardín e incluso me corté con la espina de una rosa, mira.-la adolescente acercó su dedo índice a la vista de su madre.- La abuela dice que quiere guardar flores para después regalarlas, no le hallo sentido.

-¿Por qué? Tu abuela siempre ha hecho eso.-dejó escapar una risa.- Antes regalaba kilos y kilos de su árbol de limón, ahora ya no porque por el frío se secó ese árbol.

Lucero escuchaba a su hija quejarse de cómo su abuela cuidaba el jardín y después obsequiar los retoños que le daban sus plantas, solo se limitaba a dejar escapar alguna risa por toda la situación. Sintió cómo vibró su teléfono y al ver la pantalla dejó salir un suspiro, Silvia había llegado.

-Hija, me tengo que ir pero hoy te aseguro que te veré, ¿qué te gustaría hacer?

-Lo pensaré.-sonrió.- Solo quiero regresar a dormir. Te veo después, mami.

La menor le dio un beso en la mejilla a su madre y Hogaza se despidió de ella. Tomó la carpeta donde estaba la papelería que Navarro un día antes le indicó que debía llevar, salió de su casa y ahí observó a la ojiverde sonriendo y levantando su mano, agitandola hacia los lados en señal de saludo; Hogaza hizo lo mismo.

-¿Cómo estás?

-Nerviosa, siento que me van a odiar aún más.

-Mhmm, puede ser pero no hay que ceder. Lucero, no eres cualquier persona en ese hospital, tú eres la jefa.

-Suspendida, por cierto.-enfatizó bromeando con la situación, haciendo que ambas rieran.- Solo sé que no tengo motivos para ser despedida y también tengo una abogada a mi lado.-sonrió.-

-Tienes toda la razón, te aseguro que estarás en tu trabajo en esta hora.-miró su reloj.- Las nueve con treinta y siente, de mañana.

***

Ambas mujeres al llegar al hospital notaron un ambiente de tensión cuando hicieron acto de presencia dentro de las instalaciones, Silvia mantenía una mirada firme y veía a Lucero, la mujer tenía una fascie de preocupación.

-Oye, todo estará bien, esto solo es una etapa así de pequeñita.-juntó su dedo medio con el índice dejando muy poca distancia entre ellos.

-Te creeré solo que no me es posible ignorar a estas personas.-observó a las personas que estaban en la recepción.- Me estresan, lo siento.

-No lo sientas, con lo que me dijiste es obvio que te provocarán eso.-ofreció una sonrisa de apoyo.- Igual, ellos no definen quién eres y tus jefes deben y van a entender eso, ¿de acuerdo?

-De acuerdo, Silvia...-dijo con pesadez.- Discúlpame por sacarte de tu trabajo ayer.

La observó fijamente mientras ambas esperaban el elevador. Silvia tragó saliva con algo de incomodidad, recordando la escena en que se encontraba cuando recibió la llamada de teléfono, quería que aquello se esfumara de su mente.

-No, no digas eso. Yo te dije que si necesitabas ayuda yo te la brindaría por meterte en este lío que claro, no se hubiera hecho lío si ciertas personas no fueran unas entrometidas, ¿cierto?

Amor ciego... ¿y sosiego? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora